El 1 de febrero de 1978 fue atropellado, mientras iba a caballo al costado de la ruta, uno de los artistas más populares de la historia argentina: Jorge Cafrune. Yamila recordó intimidades y su pasión por los autos de carrera.
Jorge Cafrune trajo tierra de Boulogne Sur Mer para llevarla en un cofre hasta Yapeyú, en un acto simbólico de unir el lugar de nacimiento con el muerte de José de San Martín. Y lo comenzó a caballo junto a su amigo Chiquito Gutiérrez, partiendo desde Buenos Aires, a fines de enero de 1978. Su enorme popularidad y compromiso desde la canción folclórica argentina hizo que aquel gesto simbólico se transformara en una caravana de gran repercusión y que incluyera también un gesto de rebeldía hacia la dictadura militar.
Como cada una de sus presentaciones (en grandes escenarios o pequeños bares de pueblos argentinos), aquella cabalgata también testimoniaba un gran desafío desde las masas populares que rechazaban la dictadura militar y sus aliados empresariales, eclesiásticos, entre otros.
Trágica muerte
El cantor popular, el 1 de febrero por la noche fue embestido mortalmente por un joven en una camioneta Rastrojero, a unos 50 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires. Durante estos 45 años se han elucubrado una serie de teorías que relacionan a la dictadura (a través de un testimonio en el juicio a las Juntas Militares), y a José López Rega (anticomunista argentino, funcionario y secretario privado de Perón e Isabel de Perón) con aquel trágico final.
La hija mayor de Cafrune, Yamila, ha declarado muchas veces que “para mí sería más fácil decir que mi padre fue una de las víctimas de la dictadura. Muchas veces he recibido insultos porque no digo que López Rega mandó a matar al ‘papi´. Yo sostengo que fue sólo un accidente de tránsito, pero los militares lo usaron para vanagloriarse de su poder”.
Pasión por los autos
Yamila, que también tiene una larga trayectoria como artista de la canción popular argentina, contó a Pasó Hoy las vivencias con su padre (él tenía 40 años cuando murió y ella 13 años) y especialmente sobre su pasión por los autos. En la charla, realizada en el espacio Historias a Fondo con el periodista Oscar Scalerandi, se detuvo un momento en esa debilidad del cantor y tuvo un párrafo especial sobre la compra de un vehículo preparado para correr en Turismo de Carretera: el Falcon angostado, preparado por los hermanos Dante y Torcuato Emiliozzi.
La pequeña se sienta atrás, donde no hay butacas sino un enorme tanque de metal para la nafta. El auto le parece inmenso y mucho más el ruido ensordecedor y los caños que recorren por dentro la estructura, que llaman “jaulas antivuelco”. Seguramente, en los primeros metros se agarró de la barba tupida de su padre y luego del hombro de su madre que llevaba a su hermana en la falda. Ruido ensordecedor, aceleradas, un calor nunca sentido que venía del caño de escape y la velocidad que le puso a fondo las pulsaciones. El aire entraba como un relincho por la ventanilla “del papi” y dejaba horizontales sus trenzas castañas.
“Me compré un auto de carreras”, dijo Cafrune ni bien entró a la casa familiar. Dejó la valija al lado de la puerta y sus hijas saltaron a sus brazos para llenarlo de besos entre la barba y un gran sombrero de las montoneras norteñas. El auto era uno de los diez vehículos especiales que mandó a construir la fábrica Ford Argentina para los hermanos Dante y Torcuato Emiliozzi (y otros corredores), sobre la base de un Ford Falcon, al que angostaron su carrocería y cambiaron la trompa.
Al revuelo de la llegada de Cafrune a su hogar le siguió “salir a dar una vuelta” en ese auto azul con techo blanco, cubiertas especiales y publicidades pintadas por todos lados.
En el Falcon de los Emiliozzi
“Una vez fuimos hasta Salta –recuerda Yamila, todavía viviendo en Jujuy-, toda la familia en aquel bólido y el papi se dio el gusto en el autódromo de dar una vueltas”. El hombre de la barba tupida, la voz gruesa y el sombrero ancho probó la adrenalina de la velocidad en aquel circuito, pero no la cambió por el placer de cantar “El orejano”, “Coplas del payador perseguido”, “Luna cautiva” y tantos testimonios musicales que el público se los quedó para siempre.
Al Falcon azul con techo blanco se lo vio con Cafrune conduciendo por casi todas las rutas del centro y norte del país. Una dosis de verdad y otra de leyenda. Lo cierto es que el recordado “Turco” lo utilizó varias veces como vehículo de calle cuando lo llevó y lo trajo de Jujuy a la provincia de Buenos Aires, más algunos viajes a Córdoba y la zona sur de Santa Fe a cumplir con sus compromisos artísticos.
La muerte de Cafrune dejó a la niña sin su padre y arrojada a reconstruir la historia del cantor popular a través de los comentarios y las anécdotas de la gente.
Así supo que el auto de los Emiliozzi no alcanzó a correr oficialmente una carrera ya que estaba por debutar y una lluvia suspendió el evento; que los “gringos de Olavarría” se lo entregaron en Necochea, luego de un festival folclórico adonde fue la estrella central; que de pueblo en pueblo a lo largo de la Argentina siempre alguien recuerda haber visto a ese auto por la ruta, estacionado en un hotel o cerca de los “camarines” de algún festival.
“Es que el folclore, y más como lo sentía mi padre, es muy similar a lo que sucede con el Turismo de Carretera. Ustedes ven una jineteada y ven una carrera de TC y ahí está la pasión popular», dice Yamila con la voz emocionada desde su Cañuelas actual.