Hoy les quiero contar sobre un lugar poco visitado de nuestro sur que a mi particularmente y por diversos motivos me atrae mucho. Es uno de los últimos lugares nuevos que conocí en mis viajes patagónicos. Se lo conoce como el Cabo Santi Espíritu, o Espíritu Santo o de Espíritu Santo porque parece que aún no hay acuerdo en cómo llamarlo.
Este Cabo se encuentra situado en el norte de la Tierra del Fuego y es un accidente geográfico que define dos cuestiones importantes, por un lado, el punto norte de la frontera fueguina entre la Argentina y Chile, y por otro, marca el encuentro de las aguas oceánicas del Atlántico y el Pacífico. Se podría decir que es la parte sur del Estrecho de Magallanes, siendo la norte la Punta Dungeness, el punto más al sur de la Argentina continental. Unos kilómetros más abajo del Cabo Vírgenes en la provincia de Santa Cruz.
Este en definitiva podría decirse que también es uno de los puntos extremos del país, y a mi esta clase de lugares me atraen particularmente…¡eso de llegar AL FIN DEL CAMINO…para un viajero es como un llamado, y yo suelo atender mis llamados!.
Si uno viaja por la ruta hacia la zona argentina de Tierra del Fuego, notará que este recorrido tiene la particularidad de que para llegar por tierra, primero se debe pasar por otro país, Chile. Luego, apenas uno cruza la frontera para entrar nuevamente a Argentina, se topa con el paraje llamado San Sebastián, que no ofrece mucho más que la Aduana y una Estación de Servicio del ACA, eso sí, con los mejores sandwichs de milanesa de la Patagonia Fueguina. A pocos metros se encuentra una bifurcación, la RN3 en el sentido Norte-Sur. Hacia el Sur, por asfalto, se llega a Río Grande y para el Norte de ripio hacia a este hermoso Cabo Espíritu Santo.
En un viaje que realicé en enero de 2020, sentí que tenía el tiempo suficiente como para ir a visitarlo, así que decidí ir hacia ese norte fueguino donde no suele haber turismo, casi nadie va para esa zona, porque en realidad no hay ninguna localidad, ni servicios de ningún tipo, solo se puede uno cruzar con trabajadores de las empresas petroleras, con sus imponentes camionetas. Pero yo sé que, si busco, algo encuentro. Siempre hay algo interesante para descubrir.
Este trayecto, de poco más de 60 kms, con el mejor ripio que transité en toda la Patagonia, realmente tiene sus atractivos. El paisaje es la más absoluta estepa de coirones, pastizales y matorrales y si bien sé que este tipo de entornos no tiene muchos adeptos, a mí, me atrae mucho. Lo que si abunda por acá son las aves. A pocos kms uno llega a un desvío hacia la costa, hacia el Cabo Nombre.
Una barrera en medio del camino. Me frena un novato de Gendarmería (un muchacho muy joven), me prohíbe secamente el paso. Estoy tan cerca que no puedo fallar. Mi imaginación en llamas improvisa y me cree eso de que soy Fotógrafo y Periodista de un importante diario que vengo en búsqueda de una nota para la revista del domingo. Me da una hora como máximo. Prometo algo que sé que no podré cumplir.
Llego a la playa, camino las costas de la Reserva Costa Atlántica, un paraíso para aquellos amantes del avistaje de aves. He visto aquí las bandadas más numerosas que recuerde en mi vida. Aves migratorias. Ostreros, Cauquenes, Chorlitos, Playeros, y muchos otros, en la más absoluta libertad de esas inmensas y desoladas playas. Fui más de una vez y JAMÁS vi a nadie. Nunca me crucé siquiera una sola persona. Juro que es de una belleza sin igual y además tiene un plus, uno puede correr en medio de una bandada de pájaros, que es una sensación única. Lo puedo asegurar. Me divertí como niño corriendo por la playa entre los incrédulos pájaros que no podían creer que semejante espécimen, agitado hasta el límite del pulmotor, tras no más de 70 u 80 metros de lenta pero alocada carrera, los esté molestando. En fin…pavadas que hace uno cuando viaja solo y está feliz.
Fue aquí la primera vez que alimenté a un zorro que asomó detrás de los pajonales, a pocos metros. Nos teníamos desconfianza, pero su hambre de comida y el mío de una buena foto pudo más y nos fuimos acercando poco a poco. El encuentro duró lo que tardó en devorar las últimas dos Criollitas que tenía en el bolsillo. ¡Me comió como los primeros duraznos!.
En esta zona también está la península conocida como EL PARAMO, esa lengua larga y fina que siempre nos llamó la atención en los mapas de Tierra del Fuego. Tuve la suerte de encontrar los pocos restos que aún quedan de una antigua trochita de la Estancia Cullen que aparentemente se armó en parte con los restos del Lavadero de Oro del polémico rumano Julius Popper, un personaje singular de la más rica historia fueguina sin dudas.
Siguiendo hacia el norte, llegué al solitario Faro Cabo Magallanes, construido en hierro, a franjas horizontales amarillas y negras. Le calculé unos 14 metros de altura. Al borde de un barranco de no más de 40 metros. Sigo y ya con el Cabo Espíritu Santo a la vista, me choco con ese mágico y tan fotografiable cartel que dice “FIN DEL CAMINO”. Unos pocos metros más adelante, pasando la tranquera de entrada, en la parte más alta del cabo, con acantilados de unos 50 metros de altura, lo primero que veo es el HITO 1, un pequeño monolito de hormigón pintado de un hermoso celeste y blanco, que señala el punto más septentrional de la división de fronteras fueguinas.
Del lado argentino solo hay par de precarias construcciones que pertenecen al Puesto de Vigilancia y Control de Tránsito Marítimo Hito 1 de la Armada Argentina, que habitan tres infantes de Marina. Sopla viento como en pocos sitios de este bendito país. La más antigua de las construcciones, ya deshabitada, pelea por no ser arrancada de cuajo y volar por los aires. La otra, donde se encuentran los muchachos, tiene un confort más que digno. Del lado chileno, a escasos metros, es casi igual, pero en ese predio erigieron un faro, el Faro Espíritu Santo, de 9 metros de alto, construido en 1997, antes existía uno más precario, del año 1968 si mal no recuerdo. La frontera separa ambos países con un alambrado de campo de 7 hilos y no más de 1 metro de alto. Aparentemente no reina la buena onda entre vecinos…
Gentilmente nuestros muchachos me invitan a pasar a la casa, donde compartimos una linda charla. No reciben muchas visitas como se podrán imaginar por lo alejado del lugar. Tenían ganas de hablar. Y yo de escucharlos. El clima es tema de conversación obligado allí, donde los días de vientos de más de 70kms por hora y ráfagas que superan los 100 son algo habitual. Tienen prohibido bajar a las playas por un tema de seguridad. Igual me aseguran que es aconsejable bajar después de las grandes tormentas y en bajamar porque es cuando uno puede hallar alguna cosa interesante en la playa…y ese es un lugar ideal para buscar. Hablamos incluso algo de historia, de cómo con el Tratado de Paz de 1984 entre Argentina y Chile ambos países pusieron fin a la disputa sobre la boca oriental del estrecho, acordando que el control y la regulación de la navegación de buques serían administrados solo por Chile. A cambio Chile cedió a la Argentina su derecho sobre las aguas, muy ricas en pesca, petróleo y gas.
Les dejé lo que tenía, unas barras de chocolates, alfajores, un par de latas de Coca y unos cigarrillos que en realidad había comprado para mi amigo “El Paisa Andrade”, un mítico gaucho que habita en la Península Mitre y al que no había podido encontrar. Yo no fumo. Cosas que en esos lugares son muy bien recibidas. Solo me pidieron por favor que no sacara fotos al lado chileno para evitar inconvenientes. Cosa que reconozco no cumpli. 🙂
Ojo tampoco me zarpé, pero algunas fotitos les saqué.
Es indescriptible la sensación de contemplar el encuentro de los dos océanos más grandes del planeta y a la vez la boca de entrada al mítico Estrecho de Magallanes. Para un viajero de ley, es algo sencillamente increíble. Me senté en una piedra sin darle importancia al viento ni al frío, pensando que justamente 500 años antes se había aventurado por ahí, a escasos metros de donde ahora me encontraba, nada más ni nada menos que el gran Magallanes, y que en su honor este estrecho llevaba su nombre. O que pocos años después de don Hernando, cruzó este lugar la Expedición de García de Loayza siguiendo la ruta del mismo portugués, y que entre sus naves estaba la Sancti Spíritu, al mando de Sebastián Elcano, el primer navegante en circunnavegar el globo (1520). No sé si a todos les pasará lo mismo, pero a mí, me transporta en el tiempo y eso para un viajero que gusta de leer sobre la historia de los sitios que visita es impagable. Sentado en esa piedra vi las naves españolas cruzando, y juro que no me drogo.
El viento era terrible, el día muy claro lo que posibilitaba ver bien lejos y apreciar las playas enormes, desiertas, de no menos de 1km en bajamar. Se ven algunos barcos, y alguna plataforma petrolera en el horizonte, allá lejos.
Los fueguinos tienen la esperanza de que algún día finalmente se concrete el viejo proyecto de unir Punta Dungeness o Cabo Vírgenes en el sur de Santa Cruz y este Cabo Espíritu Santo con barcazas como las que utilizan los chilenos y así no tener que cruzar por Chile. Lo veo como algo muy complicado, casi utópico, pero sería increíble que se concrete. Seguramente con los avances tecnológicos tarde o temprano el proyecto se concretará.
Háganme caso, este lugar bien vale la pena una visita. Se los puedo asegurar.
¡Hasta la próxima amigos…!