Familias crianceras, turistas intrépidos, la historia de vinculación con Chile y la placidez de la nieve o el viento que le dan vida a un rincón patagónico que cuida su belleza como un tesoro.
Lumabia es un nombre extraño en Neuquén y la Patagonia Argentina. Acostumbrados a parajes o pueblos con significados de pueblos originarios o en “honor” de personajes de la historia, aparece como insólito pero apacible, con tonalidades de África o de un caserío asiático donde pueden suceder las más inverosímiles anécdotas y epopeyas.
Pero no, Lumabia es un arroyo que baja de las alturas recolectando cuanta vertiente hay a su paso para ofrecer todo su caudal al río Nahueve. Ese tránsito milenario (quizá nació cuando casi todo Neuquén era mar y luego se elevó desperezándose la cordillera de Los Andes), fue testigo de la vida que tuvo y que tiene esta zona donde se encajonan la cordillera del Viento y su hermana mayor, la andina. Es posible que en la última gran modificación de toda esta zona, algún glaciar haya trazado este ancho camino encajonado entre montañas, nos haya regalado espejos de agua como las Lagunas de Epulauquen y la fertilidad de la nieve para que chivos, ovejas, vacas y caballos puedan hacerse una panzada de pastos verdes en las veranadas.
La página oficial de Turismo del Neuquén publicó hace unas horas las imágenes de esa zona ubicada en el extremo norte o Alto Neuquén, muy conocida por los antiguos pobladores de Las Ovejas, Manzano Amargo y las familias crianceras que se ubican hacia la cordillera profunda que se comparte con Chile.
Lumabia, por lo que cuenta su historia y por la geografía fue un paso habitual de comunicación entre ambos países, desde antes que Argentina y Chile existieran como naciones. Es más, las últimas resistencias españolas en las luchas por la independencia en el continente se libraron en estas zonas. Y esta vía de comunicación –antes de los vehículos- era utilizada para el arreo de animales hacia “el otro lado” y la venida desde allí con mercaderías y productos. De esos tránsitos históricos han quedado familias grabadas a fuego en la historia neuquina, como los Pincheira que conocieron toda el área del norte neuquino y sur mendocino, como la palma de sus manos.
Lumabia Salitre es el nombre del paso internacional que podría ser habilitado si las gestiones entre intendentes argentinos y alcaldes chilenos continúan avanzando y desde los gobiernos provinciales y nacionales se vuelve la mirada hacia el Pacífico y hacia la más profunda raíz de la historia de nuestro norte neuquino y la Octava Región chilena.
En algunos relatos realizados por el fotógrafo elegido por Turismo para mostrar el lugar, Ricardo Kleine Samson, se trata de encontrar las palabras justas para describir el lugar. Así, en una publicación del diario Río Negro, Kleine Samson señala que “ese lugar se llama Lumabia cuyo nombre se origina en un pequeño arroyito que viene creciendo desde allá lejos y atraviesa toda esta región como una viborita para ir a parar al río Nahueve que, justamente nace en las lagunas Epulauquen…
Lumabia es un curioso y pintoresco lugar casi desconocido y escondido en la cordillera, lleno de veranadas con ovejas, chivos, caballos y vacas pastando tan tranquilas que parecen pintadas y es tan y tan hermoso que no vale la pena dejarlo pasar.
¿Cómo llegar? Saliendo, por ejemplo, de Andacollo, por la ruta provincia N° 43 (asfaltada) en dirección a Las Ovejas hasta la intersección con la ruta provincial N° 45 a las Lagunas de Epulauquen que es de tierra y en muy buen estado, que serían unos 5 km antes de Las Ovejas.
Antes de entrar a las lagunas y apenas se pasa el destacamento de Gendarmería hay un acceso a la derecha que es la que hay que tomar para Lumabia. No está indicado. Si te fijas en la foto, casi estás en Chile
Desde Andacollo hasta la intersección con la ruta N° 45 son unos 35 km y por la ruta N° 45 hasta el acceso a Lumabia son unos 38 km. Se puede ir tranquilamente en auto…Vale la pena
Había una vez en Lumabia… el lugar del norte neuquino que parece un cuento. Como salida de un cuento, esta es una de las zonas más más bonitas que hay en todo el ya de por sí bonito norte neuquino. La inmensidad, los colores, las piedras, la pradera, la cordillera llena de arroyitos, sus paisanos, sus ranchos y sus animales…”.