Un neuquino se lo propuso y lo logró: ella quería saber de él y sólo tenía su nombre escrito en un chaleco. Él y otros dos conscriptos querían también agradecer a una familia de Comodoro. A 41 años, la causa Malvinas sigue conmoviendo y movilizando recuerdos imborrables.
El 3 de abril, Gladys Godoy confesó un deseo de años al cutralquense Germán Stoessel: “me gustaría saber qué fue de la vida del soldado que me regaló un chaleco”. Lo buscamos, le propuso él. Así comenzó la historia hace 22 días y tuvo un final feliz, el domingo pasado.
Antes hay que identificar a quienes protagonizan estas escenas cotidianas que llenan de contenido a la “causa Malvinas” que vibra en la Patagonia.
Gladys era estudiante de enfermería que hacía sus prácticas en el Hospital Regional de Comodoro Rivadavia en junio de 1982 cuando llegaron allí los soldados heridos en la guerra por la recuperación de nuestras Islas Malvinas. Entre ellos un flacucho de 18 años que más que desinfecciones y antibióticos en sus pies, necesitaba contención y recibir todo el afecto bombardeado en la guerra.
Eduardo Aguirre, el cordobés nacido en Villa Huidobro y residente hoy en Colonia Bismarck, formaba parte de la Compañía A del Regimiento de Infantería 25 con asiento en la chubutense ciudad de Sarmiento. Luego del final de la guerra el 14 de junio de 1982 llegó como tantos soldados con heridas en sus dos pies. Ver a esa otra joven un poco menor que él con tanto amor y profesionalismo curar sus heridas entre los dedos y la planta casi en llagas, lo emocionó al punto que le nació de adentro regalarle algo cuando fue dado de alta: el chaleco que lo abrigó en Malvinas con una inscripción: «Para Gladys con cariño, Eduardo. 22-6-1982».
Esa semana de curación y emociones, recién acomodando en la cabeza y el cuerpo lo vivido en los tres meses de guerra y frío, fue el camino entre el dolor y la paz que vivieron la estudiante de enfermería y el soldado héroe de Malvinas. A partir de allí quedó el chaleco en la casa de Gladys y en Eduardo el más profundo e íntimo agradecimiento por el afecto recibido.
Pasaron casi 41 años de ese encuentro verdaderamente hospitalario hasta que ingresó en la historia el neuquino Germán Stoessel, un hombre profundamente comprometido con la causa Malvinas, residente en Caleta Olivia que entre otras actitudes colabora permanentemente con Veteranos de todos el país, organiza encuentros y reconocimientos y hasta recorrió nuestras islas en 2018 en una bicicleta que él mismo construyó y tiene en sus pedales las inscripciones “juremos con gloria morir” y “llenos de gloria vivamos”.
Cuando escuchó ese relato de Gladys y su hermana el pasado 3 de abril, rápidamente organizó la búsqueda que comenzó por acceder a los registros en el Hospital Regional de Comodoro Rivadavia, pero sin tener el apellido, se hizo imposible. Luego el llamado a otros Veteranos en todo el país que podían aportar datos de aquel soldado, pero al no tener más datos que lo escrito en el chaleco, también el resultado fue negativo. Hasta que al hacerlo público en las redes virtuales, en los grupos de Veteranos y páginas sobre el tema, la búsqueda llegó a Bismarck.
La sorpresa de Eduardo sobre la aparición de esta mujer y su chaleco fue tanta o más que la de su propia familia (su esposa y tres hijas) que no sabían nada del tema.
A partir de allí un tsunami de recuerdos, de la guerra y de lo que fue el recibimiento en el continente, de aquel olor a hospital y no poder caminar por las heridas de sus pies, de la cara pecosa de aquella joven con delantal impecable y corazón inmenso.
El final de la historia fue el pasado domingo, cuando telefónicamente, pudieron volver a hablar después de 41 años, Eduardo y Gladys.
Búsqueda de la familia
Entre el tsunami de recuerdos que vivió en los últimos 20 días Eduardo Aguirre a partir de la aparición de Gladys y aquel chaleco, también apareció una familia que tras el alta lo llevó a su casa para compartir calor de hogar, unos ravioles exquisitos y un paseo por la ciudad en Citroën.
Le comentó a Stoessel que el apellido de esa familia, que tenía un hijo y una hija, era «Sloboa, o algo así, la señora se llamaba Mercedes”. El neuquino comentó a Pasó Hoy que “como en muchas ciudades de la Patagonia, estos apellidos están relacionados con inmigrantes de Europa del Este y en el caso de Comodoro Rivadavia empecé a encontrar a los Sloboda, eslavos de los muchos que hay en la región”. Por suerte –indicó Stoessel- cuando llamaba y ubicada a alguien le comentaba el motivo de la llamada y enseguida se armó una cadena que me llevó al lugar que buscaba: lamentablemente Mercedes y su esposo Ivo ya no están con nosotros, pero sí sus hijos Eduardo y Lidia.
Y fue ella la que se conmovió con el recuerdo de aquel soldado que transmitió Germán Stoessel, le confirmó que ella y su hermano eran muy chicos en aquel junio de 1982, y que además de a Eduardo Aguirre, también habían llevado a su casa a otros dos soldados. De uno de esos soldados dados de alta en el Hospital, guarda un diploma de Honor que les obsequió por esa atención y calidez de hogar.
“Deme un minuto que lo busco y se lo leo”, le dijo Lidia a Germán, envueltos en la emoción de quien destapa una olla de 41 años de recuerdos y emociones profundas. Y allí llegó al teléfono para leer el papel: “Diploma de honor por su participación en la Gesta de Malvinas, soldado José Alejandro Fernández, Grupo de Artillería 3, Paso de los Libres, Corrientes”.
Fernández, el artillero.
“Luego de llamar a algunos amigos y Veteranos del arma de artillería, pude hablar con Alejandro José Fernández, quien escuchó atento mi relato”, indicó Stoessel.
“De tono pausado, tranquilo, y con el característico «chamigo», Fernández me dice que estuvo internado por heridas de esquirlas de un bombardeo, y que su diploma se lo regaló a la familia que lo ayudó tanto, los Sloboda”.
Con ese inconfundible acento correntino, dijo «eran una familia, un matrimonio con dos hijos, que hasta ropa nos dieron», y que habían ayudado a tres soldados. También le dijo a Stoessel que Ivo Sloboda, le envió por correo un ejemplar del diario Crónica del 22 de junio de 1982, fecha en que dejaron el Hospital Regional.
“Ese viejo diario tiene anotaciones en rojo, donde se señala al Soldado Andrés Pollero y a Alejandro J. Fernández. Y también está Eduardo Aguirre, el cordobés, posteriormente le compartí esas fotos a Lidia Sloboda, y luego de un silencio, me responde «es la letra de papá».
Andres Pollero
Nos cuenta Stoessel desde Caleta Olivia que “la búsqueda del VGM Andrés Pollero fue rápida. Respondió un mensaje e intercambiamos preguntas, respuestas y recuerdos. Pero una vez que le mostré la foto del diario del 22 de junio de 1982, inmediatamente se reconoció (haciendo la «V» con los dedos) y comenzó su relato, vívido, fresco y según sus palabras:
«Qué felicidad hermano! Luego de 41 años vuelvo a tener noticias de esta familia!».
Stoessel publicó en Facebook que “Andrés Pollero, perteneció al GADA 601, Batería de Tiro «B», estuvo internado a causa del pie de trinchera y recuerda que los Sloboda los fueron a buscar en un Citroën, pasearon por la ciudad, y en la casa, descansaron, compartieron momentos de familia y les prepararon ravioles. Pero, lo que más recuerda, es que en el Citroën los llevaron al cerro Chenque, y desde ahí contemplaron el inmenso mar y la ciudad.
Quizás en ese momento, esa familia formada por Ivo y Mercedes, y sus hijos Eduardo y Lidia, no tomó real dimensión de la profunda huella que dejarían en la memoria de esos jóvenes hombres que volvían de la guerra. Tanto la atención de médicos y enfermeras, como el cuidado que muchas familias brindaron, fueron y son un recuerdo imborrable de su recibimiento en Comodoro Rivadavia.
Finalmente, este Domingo 23 de Abril de 2023, Andrés Pollero se comunicó con Alejandro Fernández, Eduardo Aguirre y los hermanos Sloboda (Lidia y Eduardo). Luego de 41 años revivieron y agradecieron ese gesto tan grande que tuvo la familia Sloboda, y recordaron las palabras de Ivo en el cerro Chenque: «El que sube al cerro Chenque, vuelve. Ustedes algún día tienen que volver a Comodoro».