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Aquella revista Coirón que nació hace 40 años

Redacción
Por Redacción
Fue el órgano de difusión del Centro de Escritores Patagónicos, creado en Neuquén en diciembre de 1982.

Hace 40 años se publicó el primer número del órgano de difusión del Centro de Escritores Patagónicos. Un análisis profundo de Ricardo Costa, en su libro “Un referente Fundacional”.

(Por Ricardo Costa).- Entre mayo y octubre de 1983, un equipo dirigido por Eduardo Palma Moreno y compuesto por un Consejo de Redacción integrado por Sergio Sarachu, Daniel Guariglia y María C.P. de Alvarez Yofré, hizo posible la materialización del proyecto Coirón.

    Medio año de vida gráfica y el lanzamiento de tres números consecutivos le bastaron a esta publicación para que el público lector pudiera conocer, constatar y evaluar el estado de la producción literaria regional de principios de los ‘80. Desde luego que no se acordó plazo perentorio alguno para que la serie caducara en el tercer número. Este inesperado final obedeció exclusivamente a circunstancias ajenas a los objetivos propuestos por el conjunto editorial. De todos modos, la década del ’80 habría de caracterizarse por la emergencia de emprendimientos colectivos de futuro incierto. Coirón no sería la excepción a la regla en ese sentido, pero sí lo sería a la hora de consolidarse como referente histórico y guía de las avanzadas literarias por venir.

    Dentro del universo editorial de esta publicación, no sería desacertado reconocer a Eduardo Palma Moreno[1] como el mascarón de proa de la revista. Sobre el cierre de los ‘70, junto a su paisano Horacio Bascuñán, Palma Moreno había intentado alguna que otra revuelta literaria en las solemnes tertulias neuquinas, como lo fue el hecho de leer públicamente poemas de Neruda, Cardenal o Gelman en acotados círculos de lectores de riguroso perfil conservador. Es decir que la cuota necesaria de riesgo que debe asumir un proyecto cultural de esta naturaleza estaba asegurada desde su tarea directiva. Una tarea que, obviamente, completaba su dimensión a través de sus colaboradores más inmediatos: Marta de López Alaniz, Liliana Carrozzino, Raúl Mansilla y María Verónica Torras. Un equipo editorial que, en virtud de su promedio de edad, podría calificarse como llamativamente joven pero responsable y eficaz al momento de llevar a cabo su trabajo específico. Pero al margen de la nómina que integraba el staff de la revista, hubo desde el anonimato editorial un importantísimo grupo de colaboradores, como lo fueron Héctor “Yoko” Méndes, Héctor Ordóñez y Cristina Ramos, entre otros, quienes brindaron un desinteresado aporte al proyecto.

  Finalmente, en julio del’83 sale a la calle el primer número de Coirón: un ejemplar de 44 páginas que incluía desde un reportaje a Irma Cuña hasta un amplio muestrario de cuento y poesía patagónica, pasando por la propuesta literaria del C.E.P y resumiendo la cartelera cultural neuquina.  Pero al margen del contenido literario e informativo que comprendía la revista, es de vital importancia destacar la columna editorial -firmada por El Director-   que abría este primer número, porque exponía de manera  elocuente las bases que fundamentaban el  perfil  de  un nuevo desarrollo literario regional, el que, insisto, no se limitaría únicamente al universo estético de la palabra:

  (…) “ En un contexto histórico donde la crisis generalizada pareciera ser el eje fundamental de nuestra sociedad, hemos unido esfuerzos y hemos logrado formar un grupo militante con la palabra, con la poesía y con la realidad.

   Patagonia también quiere decir Argentina. estamos conscientes de nuestra soledad. Sabemos que últimamente sólo somos noticia cuando se ciernen sobre nuestras cabezas los negros nubarrones de la guerra. Queremos que se nos conozca verdaderamente y de una manera mucho más feliz.

   Caracterizando de alguna manera la producción poética de esta parte del país, diríamos –con la generalización inevitable-  que coexisten por los menos tres corrientes bien definidas: una, intimista, neorromántica, con algunos matices de la generación del ’40; otra, surrealista, que hace al subjetivismo, del juego de palabras y de imágenes el centro de su preocupación esencial, y un tercer grupo, en que la poesía está ubicada en lo que se ha venido llamando la tradición de la ruptura, con claras connotaciones sociales y vinculada por su estructura, tono y contenido al realismo crítico.”

      Este primer editorial, a través de lo generado por el C.E.P y por la revista misma, hacía explícito en sus cinco párrafos uno de los cometidos más ambiciosos que podía alcanzar un grupo de vanguardia por aquellos años, es decir, otorgarle identidad a un acontecimiento de carácter sociocultural; “formar un grupo militante con la palabra, con la poesía y con la realidad”. Digo otorgar identidad porque este diligente frente generacional comenzaba a llamar a las cosas por su nombre, ya que el simple hecho de nombrar un objeto o un concepto determinado legitima y configura como real al objeto o al concepto que se quiere identificar. Y en este caso se estaba legitimando nada menos que a la palabra misma. Es más, se la estaba revalorizando desde un compromiso militante: término que recién estaba reincorporándose al discurso popular de la época y que Coirón lo asumía como premisa de  sus acciones más inmediatas. Basta para ello remitirse a un poema del mismo Palma Moreno, publicado en este primer número de la revista:

ACERCA DE LA PALABRA

1,- Basta ya de sacarle brillo a las palabras:

     la lengua ya no es más un sistema

     De Saussure ha enarbolado una bandera blanca

     el signo ya no es más una estrella

    no hay significantes ni significados

    el  á-r-b-o-l es un árbol simplemente

2.- El poeta no tiene el don de la palabra

     Huidobro ya ha sido superado:

     el poeta no es un pequeño dios

     ni siquiera es un artesano.

3.-Ya no cabe el fútil joyerío

    ni la imagen perlada ni los cuellos de cisnes:

    la palabra habita en los campos nudistas

    y no hay hoja de parra que pueda soportarla.

4.- No hay que masturbarse con la lengua

      la RAE no es más que un referente:

    “un pensamiento genial –nos dice Jerzy-

     puede prescindir de las palabras”.

5.- Basta ya de detonantes absurdos

     no hay que deshumanizar nuestro lenguaje:

     el hambre viene desde el estómago

     y al pan pan y al vino vino.

6.- No usemos anticonceptivos en la lengua:

      el Hombre tiene la palabra.-

   Pero tan trascendental como este aspecto es el que refiere a la “producción poética de esta parte del país”. Más precisamente el que alude a esa tercera corriente bien definida: la responsable de suscribir a una “tradición de ruptura”, de delinear un perfil poético claramente despojado de las formas más  encorsetadas  de la literatura. Este golpe de timón que Coirón buscaba imprimirle al rumbo de la cultura debía proceder de manera consecuente con la coyuntura socio-política y actuando de igual modo desde cada uno de los componentes de la ruptura en cuestión, es decir, pronunciándose desde un lenguaje innovador de las formas del discurso.

   En virtud de los hechos, podría asegurarse que el contingente generacional de los ’80  se identificaba plenamente con esa “tercera corriente”. Coirón, los miembros del C.E.P y el nuevo colectivo literario regional llegaron a conformar los puntales de esa tradición de ruptura que caracterizó a este momento tan especial para las letras patagónicas. El hecho de que el acontecer literario gravitase desde lo grupal no resultó nocivo para la comunidad de escritores  -aunque es preciso resaltar que sí privaba un claro perfil endogámico desde lo operativo-, al contrario, la nuclearización era la estrategia más adecuada a seguir por entonces si de búsqueda identitaria o de rescate social se trataba la empresa. Por lo tanto, resultaba natural que el sujeto lírico o el yo narrativo que se textualizaba en las páginas de la revista marcara un punto de referencia cuasi tutelar para el público lector de Coirón. Desde luego que ello no significaba que el alcance masivo de esta publicación hubiese marcado un estilo literario a seguir. Significaba que la tendencia endogámica resultaba ser el gesto más apropiado para instalar en el colectivo literario una lectura provocativa sobre la ruptura enunciada.

    En este contexto de incisivo rasgo fundacional, y nada menos que desde Zapala, fue presentada Coirón. Pero la puesta en sociedad de la revista no quedó resumida a este evento, sino que el Consejo Editorial asumió el compromiso de presentarla personalmente en la región. A partir de allí, la dupla Eduardo Palma Moreno-Sergio Sarachu emprendió una trabajosa gira por las provincias patagónicas. Además de la presentación propiamente dicha, el objetivo apuntaba a sumar corresponsales al staff y asegurar la distribución de los próximos números de la revista. A pesar de la falta de fondos y de recurrir a la buena voluntad de los automovilistas para trasladarse interprovincialmente[2], la dupla representativa de Coirón recorrió durante un mes las ciudades  de Gral Roca, Villa  Regina, Ingeniero Huergo, Viedma, Puerto Madryn, Rawson, Trelew, Comodoro Rivadavia y Esquel. Debido al entusiasmo que esta iniciativa provocaba en los escritores residentes de cada una de las ciudades del circuito, “la dupla” amplió el plan de actividades de la gira. De esta manera se llevaron a cabo lecturas públicas en las ciudades visitadas, se alcanzó una satisfactoria promoción radial y -lo que puede considerarse el mayor logro- se conformó una  red de corresponsales  en toda la región.

  De esta manera, Coirón se convirtió en la primera revista literaria de la Patagonia que pudo recoger y difundir gran parte de la producción literaria de su territorio, como también ofrecer las últimas novedades de la poesía y narrativa nacional e internacional.

     Los tres únicos números de Coirón fueron suficientes para hacer de esta revista un documento de indiscutible valor para el patrimonio de la literatura escrita en la Patagonia, ya que fue la primera edición periódica del género que lograba objetivos tan ambiciosos, como llevar adelante, y de manera no premeditada, un relevamiento  de poetas y narradores residentes en la región, o incluir en su tercer número una selección de textos del exiliado escritor argentino Juan Gelman, o representar a la provincia de Neuquén en la  IX edición  de la Feria Internacional del Libro (Buenos Aires 1984).

  Lamentablemente, Coirón nunca alcanzaría su 4to número desde su formato gráfico, pero el inusitado impulso que cobró esta publicación continuaría marcando durante algunos años más una aguda influencia en la generación de jóvenes escritores locales que la sucedería en sus metas. Junto con el Centro de Escritores Patagónicos, entidad que también fue desintegrándose casi simultáneamente con la revista, Coirón constituyó un legítimo antecedente fundacional para la nueva literatura de la región. Un antecedente verdaderamente representativo de los ideales que sostenía en su plenitud el imaginario colectivo de los ’80. Coirón, mejor dicho;el grupo humano que lo sostenía, supo interpretar el síntoma de desfasaje que padecía el corpus social de entonces, reconociéndolo a su vez como ese tercer grupo que iría más allá de lo literario y que construiría las coordenadas de un lenguaje identificado con la tradición de la ruptura.

Tomado del libro UN REFRENTE FUNDACIONAL (El Suri Porfiado. Bs. As, 2007)


[1] El poeta y docente E. Palma Moreno consumó su exilio en Neuquén en 1974. Había dejado su Chile natal a raíz de las amenazas y de las persecuciones dispuestas por la dictadura pinochetista. 

[2]  Palma Moreno y Sarachu  llevaron a  cabo esta travesía editorial  viajando “a dedo” .

ATE
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