Las representaciones en la piel han tenido a los largo de la historia diferente connotación. Como todo estudio sobre comunidades desaparecidas, ha sido necesario tener el registro de tatuajes en las momias halladas en distintos lugares del mundo. Equipos científicos se han dedicado de lleno a estudiar esos símbolos encontrados en los cuerpos momificados, pero además también han permitido entender algunos significados y visiones del mundo que se tenían en la antigüedad.
Los tatuajes no comenzaron en este siglo, ni siquiera en el siglo pasado. Nuestros cuerpos o los de nuestros afectos no son los primeros en la historia de la humanidad que buscan homenajear, embellecer o testimoniar a través de la tinta.
A través de diferentes estudios vamos a recorrer lo que se sabe hasta hoy de los tatuajes en la humanidad, comenzando por el más antiguo, encontrado en el cuerpo de Ötzi, el Hombre de Hielo. La momia fue descubierta por unos excursionistas alemanes en los Alpes en 1991. Vivió en el Tirol, una región montañosa que limita con la actual Italia y Suiza, hace unos 5200 años, y tras su muerte su cuerpo, y sus tatuajes, se conservaron gracias al hielo.
Desde entonces, los arqueólogos han documentado 61 tatuajes lineales en su cuerpo que se cree que fueron creados perforando la piel y aplicando polvo de carbón. Algunos de ellos se encontraban en zonas asociadas al dolor del envejecimiento, como las rodillas y los tobillos, lo que llevó a los arqueólogos a teorizar que se crearon durante algún tipo de tratamiento contra el dolor. Pero otros tatuajes geométricos del pecho de Ötzi sugieren que los tatuajes tenían algún tipo de uso ritual, ceremonial o incluso religioso ya en el Neolítico.
Sin embargo, el significado exacto podría debatirse durante los próximos cinco milenios, ya que los investigadores admiten que, sin más pruebas, no hay forma de saber por qué Ötzi, u otros neolíticos, se tatuaron.
En el antiguo Egipto
La siguiente prueba más antigua de tatuajes procede de momias que se cree que murieron entre 3351 y 3017 a.C. en el antiguo Egipto. Aunque en 1900 fueron descubiertos dichos tattoos, recién en 2018, los investigadores descubrieron (a partir del uso de imágenes infrarrojas) que lo que parecían manchas en la piel era, en realidad, arte corporal.
Su tinta es la prueba más antigua conocida de tatuajes que representan imágenes, incluyendo un toro salvaje y una oveja en el brazo del hombre, y símbolos que se asemejan a la letra “S” y posiblemente un bastón en el brazo y el hombro de la mujer.
Las imágenes, que reflejan motivos del arte egipcio antiguo, son la primera prueba de tatuajes en África. Aunque los investigadores solo pueden especular sobre el significado de los tatuajes para sus portadores, podrían haber sido símbolos de estatus o pruebas de las habilidades del portador, como la valentía o el conocimiento de prácticas rituales o de culto. Las diferencias entre los tatuajes de las momias masculinas y femeninas sugieren algún tipo de sistema social o de género.
Otros tatuajes de épocas posteriores sugieren que los tatuajes acabaron utilizándose como símbolos de culto en el antiguo Egipto. En un caso, los arqueólogos descubrieron más de 30 imágenes visibles y diversas, desde flores de loto hasta el ojo de Horus, en la piel de una momia femenina hallada en el Valle de los Reyes. Se cree que vivió en el periodo ramésida, entre 1292 y 1189 a.C., y los investigadores creen que sus tatuajes demuestran que era una sacerdotisa o maga con una conexión particular con la antigua diosa del cielo Hathor.
En América
Se cree que el tatuaje se practicaba en todo el continente americano, desde el círculo polar ártico hasta el sur. Se pensaba que una momia de la cultura Chinchorro, en lo que hoy es Chile, lucía el tatuaje más antiguo conocido, un conjunto de puntos negros bajo la nariz que parecían bigotes.
Esta idea ha sido desmentida; investigaciones más recientes han revelado que el hombre Chinchorro murió entre 2563 y 1972 a.C., por lo que no es más antiguo que Ötzi, como se creía. En cualquier caso, las razones de su tatuaje dejan perplejos a los investigadores, ya que es la única momia conocida de su cultura que lleva uno.
La “momia tolteca”, una mujer que se cree vivió hacia el año 250 d.C. en lo que hoy es México, fue descubierta con complejos tatuajes en el antebrazo que reflejan motivos geométricos ondulantes comunes en toda la región. Aunque los investigadores no pueden precisar el motivo exacto de los tatuajes, especulan con que protegían de las enfermedades o formaban parte de algún tipo de rito de iniciación.
En la antigua Europa del Este
Los miembros de la cultura catacumba de Europa del Este, entre el 2600 y el 2400 a.C., también llevaban tatuajes. Sus restos momificados, hallados cerca del Mar de Azov, entre Rusia y Ucrania, presentaban tatuajes de tintes vegetales que representaban serpientes y que, según los investigadores, formaban parte de prácticas de “magia simpatética” y roles sociales.
También se han encontrado tatuajes de animales en los cuerpos de los miembros de la cultura Pazyryk, que surgió durante la dominación escita de lo que hoy es Rusia, entre los siglos VI y II a.C. Estos nómadas de la Edad de Hierro vivían en los montes Altai y dependían de los caballos para vivir, e incluso para morir: eran enterrados junto a sus caballos, como en el caso de una mujer conservada en hielo y descubierta en 1993 junto a seis caballos ensillados y con bridas.
Esta mujer de alto estatus, junto con otros Pazyryk enterrados, estaba cubierta de tatuajes con complejos motivos ecuestres.
Algunos investigadores creen que los tatuajes reflejaban la edad y el estatus social, lo que significa que a medida que se ganaba en ambos también se obtenía más y más tinta. Gala Argent, especialista en psicología y estudios sobre animales, sostiene que los tatuajes significaban una conexión personal con cada caballo, y que aportan pruebas importantes sobre cómo interactuaban humanos y caballos cuando estaban vivos.
En la antigua Asia
A pesar del estigma que suponen los tatuajes hoy en día en China, diversas culturas antiguas de Asia adoptaron esta práctica.
En la cuenca china del Tarim, por ejemplo, el descubrimiento de cuerpos momificados que datan de entre el 2100 y el 800 a.C. muestra la prevalencia de los tatuajes en diversas culturas de la zona. La mayoría de esos tatuajes se encuentran en las manos de las momias, pero la historiadora del tatuaje Svetlana Pankova señala que unas pocas tienen tatuajes en la cara. Ha pedido que se investiguen más los tatuajes del Tarim, afirmando que con un nuevo examen de estos cuerpos, “es probable que se hagan muchos nuevos descubrimientos de tatuajes”.
En Oceanía
A pesar del origen tahitiano de la palabra “tatuaje”, los arqueólogos han encontrado relativamente pocas pruebas de tatuajes de la antigua Polinesia: el clima cálido y húmedo de los trópicos no se presta bien a la momificación. En 2019, los investigadores identificaron un conjunto de herramientas de tatuaje hechas de hueso humano que se cree que datan de los albores de la cultura polinesia en lo que hoy es Tonga hace unos 2700 años.
Pero los estudiosos aún no están seguros de qué tipo de motivos preferían los antiguos polinesios o qué significaban las marcas para ellos. No obstante, especulan con que podrían haber indicado la pertenencia a un grupo social particular, ritos de paso o el deseo de ser protegidos de cualquier daño.
Como explica el historiador del arte francés Luc Renaut en un ensayo de Ancient Ink: The Archaeology of Tattooing, las representaciones de figuras “posiblemente tatuadas” en obras de arte antiguas ofrecen una visión tentadora de prácticas de tatuaje aún más tempranas. Pero “pocas sobreviven a un examen minucioso”, y los estilos artísticos antiguos no pueden interpretarse de forma fiable como retratos de tatuajes de la vida real.
Esto, unido a la escasez de momias más antiguas que Ötzi, sugiere que la verdadera historia del tatuaje quizá nunca se desvele del todo. Mientras tanto, hay mucha tinta que buscar y más que aprender sobre una práctica realmente antigua.
Con información propia, canales de divulgación científica, investigaciones de Luc Renaut y de National Geographic.