Unos 50 buques no militares colaboraron con las fuerzas armadas argentinas durante la guerra por la recuperación de nuestras Islas Malvinas. Murieron 18 marinos civiles.
«Bencho picatelá al socaire macacos sin demora, mañana chamuyá como era el quía que te ojeó. Un abrazo. RADIVOJ». Ese era el texto del último telegrama que recibió el capitán de marina mercante Carlos Benchetrit cuando estaba frente a la Isla Ascención y filtraba las comunicaciones de toda la flota inglesa que atacaría a Argentina.
A cargo del buque Río de la Plata, a principios de abril de 1982 se encontraba en viaje de Finlandia a Bilbao para vaciar su carga y volver a Buenos Aires, pero vio que en la televisión británica mostraban la salida de las naves inglesas hacia Malvinas y pensó que era una información importante para transmitir. Desde la Empresa de Líneas Marítimas Argentinas (ELMA), también valoraron esa noticia. Es más: le ordenaron ir hasta el borde la isla británica Ascención, que sería la base marítima que utilizaría la flota para concentrar y reparar los buques de guerra antes de llegar a nuestras Malvinas.
Benchetrit, sin pensarlo, se transformó en el espía más importante que tuvo Argentina para saber qué buques, cuántos y con qué armamento atacarían a nuestras naves en la guerra por la recuperación de las Islas Malvinas.
«Cuando llegamos a Ascensión -relata el marino- no podíamos creer que pudiese existir una concentración de buques de guerra como la que veíamos ante nuestros ojos. Había de todo allí. Como los barcos ingleses tenían un alcance bastante largo en sus comunicaciones, entramos con el VHF abierto y empezamos a escuchar las conversaciones de barco a barco. Además, colocamos un grabador de cinta ubicado junto a la radio para grabar las conversaciones entre los buques o entre éstos y la isla. En base a ello pudimos saber qué buques zarpaban, qué es lo que hacían, qué intenciones tenían. Todo lo hablaban para nosotros con una libertad absoluta. Claro, ninguno en la escuadra inglesa se imaginaba que alguien pudiera estar escuchándolos. Nosotros estábamos bastante lejos de su visión, mucho antes de llegar a las 12 millas, y sin embargo, ya nos llegaba todo lo que decían.» Benchetrit, además de marino apasionado también fue escritor y entre sus libros se encuentran «Los prisioneros de la isla», «Cuentos del mar y los puertos» y «El Samaritano», entre otros.
En un excelente documental realizado por el Canal Encuentro, él, su hija y otros integrantes de la tripulación reconstruyen aquella primera misión y también lo que fue la inesperada segunda llegada a la isla británica para “perfeccionar” el traslado de información hacia Buenos Aires.
Metido entre la poderosa flota británica, desde el carguero Río de la Plata se continuó con la traducción de los mensajes interceptados y además se sacaron fotos e información muy valiosa sobre el tipo de naves y armamentos, gracias al conocimiento que tenía de ello un integrante de la tripulación. «La tarea se pudo precisar -agrega el marino- porque en ese viaje contábamos con una ayuda crucial, la de un segundo oficial, Armando Busto, que había sido personal de la marina de guerra y estaba muy familiarizado con los distintos tipos de barcos. Gracias a sus conocimientos, a lo que observábamos con los binoculares, a lo cotejado en el nomenclador y a lo que captábamos de las comunicaciones entre los barcos, pudimos unir bastante bien las piezas del rompecabezas.»
Era abril de 1982 y no disponían de equipos sofisticados de comunicación o de fotografía (internet no existía, por entonces), por lo que para hacer más valiosa la información que enviaban a Buenos Aires, utilizaron “apenas unas simples maquinitas, improvisé un teleobjetivo poniendo el objetivo del prismático en el de la cámara. En ese momento ubicamos a la flota inglesa y comenzamos a disparar fotos. Vimos a la fragata HMS «Antelope», a los Buques Transporte de Tropas HMS «Sir Galahad», y HMS «Sir Tristan», entre otros buques. Ahí pudimos ubicar también al enorme Buque de Pasajeros RFA «Canberra», sobrevolado en todo momento por helicópteros «Sea King», hasta que uno de ellos comenzó a sobrevolarnos amenazadoramente a nosotros.»
En el equipo de comunicaciones VHF se escuchó en inglés un diálogo entre los buques británicos: “stranger”, un extraño entre nosotros. Los habían descubierto en su tarea de espías. En ese momento, el capitán ordenó salir con los motores a fondo para alejarse de la isla mientras helicópteros y aviones cazas sobrevolaban el buque por arriba y a ambos costados, en una tarea de intimidación temible. Todos en el Río de la Plata pensaron que los hundirían.
Pero no fue así, en la opinión del capitán porque todavía no se había abierto el fuego en el conflicto. Entre la comunicación de “stranger”, los vuelos intimidantes y los motores a fondo, recibió un telegrama desde Buenos Aires, cifrado en lunfardo: «Bencho picatela al socaire macacos sin demora, mañana chamuyá como era el quía que te ojeó. Un abrazo. RADIVOJ».
La historia se mantuvo oculta por orden de la Armada Argentina durante unos 30 años, hasta que el propio capitán la dio a conocer. Antes de su fallecimiento, en 2015, se filmó ese documental que es imprescindible de ver para alcanzar una real dimensión de lo que vivieron esos tripulantes civiles, arrojados a las espesas aguas del espionaje para favorecer a su país en medio de una guerra: