Si nuestras abuelas de más de cien años vieran a sus nietas o bisnietas saliendo a pasear una noche o bailando en un boliche de Neuquén, seguramente se escandalizarían y correrían a taparlas con una manta o un saco de lana. Las verían con su torso en ropa interior en una muestra de desnudez que desafiaría todas las normas de la moral y las buenas costumbres de esa época.
Pero lo cierto es que, en temas de moda, lo clásico y lo antiguo muchas veces llega al presente y se transforma en tendencia para el uso de todas las generaciones.
Quizá esas mismas nietas mirarían con envidia los tejidos que las abuelas hacían y utilizaban como abrigos en los duros inviernos del sur argentino.
Pero, volviendo a esa hipotética mirada de nuestras abuelas de más de cien años sobre sus nietas actuales, una prenda íntima de aquellos años se ha puesto de moda para la salida de adolescentes y jóvenes y especialmente se las puede ver en los boliches bailables de Neuquén y el Alto Valle.
El corset se ha impuesto entre las mujeres jóvenes, pero no ya para amoldar el cuerpo en su interior, sin estar a la vista, sino como prenda exterior, visible y admirable.
La historia de los Corset
El corset es una de las prendas de moda que más mitos y controversias esconde, pero su historia muestra que fue una de las piezas más utilizadas por las mujeres. Esta prenda pasó por la historia para moldear “la cintura de avispa” hasta usarlo para salir de fiesta.
En el Renacimiento, durante el siglo XVI, fue cuando surgieron los primeros corséts para las mujeres, con el fin de ofrecer un torso sin formas, cónico, recto y rígido. El pecho se aplastaba y el corset formaba una punta baja en la cintura. Los corset era hechos de hierro y solían ser muy pesados y solo las mujeres de alta sociedad podían usarlo.
Un siglo después el corset se hizo con varillas de metal, madera, de modo que la pieza se ajustaba al cuerpo y daba una gran rigidez, y es aquí donde nace la frase “cintura de avispa”. El molde del corset estrechaba la cintura, realzaba el busto y obligaba a mantener una espalda muy recta y hombros hacia atrás.
Durante la Revolución francesa, el corset se volvió curvo, marcando una cintura más estrecha, llamada “corsé reloj de arena”.
En el siglo XIX, las mujeres inglesas debían utilizar corset como símbolo de su integridad y recato. Desde 1800 hasta 1870, el color blanco era el predilecto para confeccionar estos complementos, debido a que representaba castidad y pureza.
A lo largo del siglo XIX, la prenda se popularizó, más mujeres empezaron a usar como una prenda interior esencial. En la Belle Époque (finales del siglo XIX y principios del XX), el corset volvió a transformarse y se utilizaba para cabarets y espectáculos nocturnos.
El vientre totalmente plano, el pecho se bajó ligeramente, las caderas grandes y proyectadas hacia atrás, de modo que la curva de la espalda se elevó, volviéndose muy pronunciada.
A partir del siglo XX, algunas voces de mujeres mostraron su desconforme, además, mostraron que en la salud hacia un daño irreversible. A fines de los años 40, el modista francés Christian Dior volvió a mostrar los corset, se trata de una prenda con tejidos cómodos y elásticos
En la década de los 60, los corsets se dejaron de fabricar, pero reapareció en la década de los 90 de la mano de Madonna y los corpiños de Paul Gaultier, no como una pieza interior sino exterior.
En el corset moderno, no encontramos varillas ni cintas resistentes que forjan el cuerpo a mantenerse en cierta posición, sino más bien, se opta por materiales más cómodos en forma de bodies elásticos, con cierres, con telas transpirables o fajillas que no hacen mayor presión, poniendo así una resistencia contra la modificación del cuerpo y reapropiándonos de lo que alguna vez nos oprimió.
Se lo ve utilizado con jeans amplios o con polleras, expuesto sobre el cuerpo o sobre una amplia camisa, ya no para ajustar o endurecer el torso de las mujeres sino para incorporarlo a una liberación de ataduras que sufrieron esas abuelas que hoy tendrían más de cien años.