No es nada fácil abordar la muerte. La propia o la de los seres queridos. El dolor, los duelos, los usos y costumbres para honrar la memoria, las prácticas para los entierros, la arquitectura de los cementerios, los reglamentos sanitarios. La muerte en distintas épocas fue impactante pero atravesada también por creencias, por culturas y por pandemias imparables como la fiebre amarilla que continuaba su tránsito aun en los cadáveres.
Desde los mausoleos familiares con fastuosidad de mármoles y ornamentos hasta las tumbas perdidas en un rincón de los cementerios o en medio del desierto patagónico. Desde los centros poblados por vecinos y vecinas célebres (especialmente comerciantes, productores y en algunos casos también políticos), hasta las fosas comunes de fusilados o desaparecidos en nuestro sur argentino. Vestigios claros de otras culturas que llegaron aquí, de las que originalmente poblaban el territorio, de aventureros y bandoleros, de expresidentes y hasta de animales célebres: todo ese panorama funerario tiene nuestra Patagonia en toda su inmensidad.
Morir no es poco
Estudiar los cementerios y la forma de enfrentar la muerte es también analizar cómo era la vida en distintos momentos de nuestra historia. Y también cómo estaban organizadas geográfica y socialmente nuestras poblaciones. Así lo reflexiona una de las especialistas en el país sobre este tema, Cristina Barile, desde Comodoro Rivadavia, que junto a la Dra. Celeste Castiglione presentaron el compendio de estudios “Morir no es poco. Estudios sobre la muerte y los cementerios».
En aquel momento, Barile señaló en una entrevista por la radio AM 550 de Neuquén que “los cementerios se asemejan a la ciudad o al pueblo que los contiene” y también recordó que a principios del siglo pasado la construcción y organización de los cementerios estuvo reglamentada por conceptos de medicina higienistas.
Las amplias calles principales, los espacios para la circulación de aire y ventilación está relacionado con las pestes, especialmente la fiebre amarilla que tantas muertes generó, indicó la especialista. “Recordemos lo que significó para la humanidad la fiebre amarilla, por lo que no alcanzaba con la muerte, sino que los principios de los médicos higienistas hicieron que se reglamentara sobre la muerte” teniendo en cuenta esa situación pandémica.
Si bien esta organización reglamentada en estos preceptos higiénicos puede verse en los cementerios de Recoleta o La Chacarita, en Buenos Aires, un caso típico de planificación y organización es el de la ciudad de La Plata. “El cementerio de la capital bonaerense es una representación exacta del centro de la ciudad, fueron planificados en conjunto, incluyendo el trazado de las diagonales céntricas –tanto en la ciudad como en el cementerio- que son tan necesarias para la circulación de aire y ventilación que demandaba evitar los contagios de la fiebre amarilla”, indicó.
En cuanto a la Patagonia, en la charla indicó que los cementerios de Puerto Madryn y Puerto Deseado son los que presentan mayor cantidad de trabajos escultóricos, similares en la época a los de Recoleta y Chacarita, mientras que en el resto de los cementerios visitados eso no es tan así. “No había artistas funerarios y si la familia quería recordar al muerto con una figura, se debía encargar en Bahía Blanca o Mar del Plata. Lo que se ve son ángeles, pequeños, que están en las puertas de los mausoleos”, indicó Barile en cuanto al cementerio de Comodoro Rivadavia.
Precisamente en esa ciudad, existió un cementerio en la zona norte que fue levantado (aun en los 80 quedaban algunas tumbas) por estar ubicado en la zona de derrumbes del cerro Chenque y porque el mar socava la base del mismo. “Pero era muy simbólico ese cementerio porque las tumbas miraban hacia el mar, como significando un doble dolor o duelo: estar enterrado en tierra ajena y mirando la tierra de origen”.
Nuevo libro
Tras la presentación y repercusión que tuvo ese primer libro, Barile y Castiglione avanzaron con las investigaciones, la participación en congresos y también de su inclusión en la Red Académica de Estudios Sobre la Muerte y los Cementerios, hasta llegar a un segundo tomo que acaba de ser presentado y salir a la venta. Este libro, “Morir no es poco II. Estudios sobre la muerte y los cementerios desde la post pandemia», está precisamente cruzado por lo que significó el virus del Covid.
Ese momento de restricciones y multiplicación de la enfermedad significó para las compiladoras un momento de intensificar sus estudios e investigaciones y también para abrir una convocatoria más federal en el ejemplar, incluyendo trabajos de otras 16 personas de todo el país.
“El libro presenta un ordenamiento cronológico que va de los tiempos coloniales, pasando por la etapa de las luchas civiles, la formación y consolidación del estado nacional hasta llegar a sucesos más cercanos, como los de la Guerra de Malvinas. Así mismo las miradas y enfoques sobre los temas dan cuenta además de las diversas perspectivas disciplinarias desde donde son abordados”, señaló el autor de uno de los capítulos, el historiador Daniel Imfeld. Ese espacio del libro sobre «Masones en un territorio de migraciones. Representaciones y significados en torno del morir» es uno de los que muestran el carácter amplio del campo de estudio que presenta la obra.
El libro se puede conseguir en Editorial de Autores de Argentina.