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Cómo estuvimos a un paso de la guerra con Chile

Mario Novack
Por Mario Novack
Momentos de extrema tensión se vivieron en las Patagonias de Argentina y Chile en aquellos días de diciembre de 1978.

“Vamos….vamos…todos a los aviones que los chilenos están a punto de atacarnos”. Los pilotos corren raudamente hasta la pista de la Base Aérea de Río Gallegos ese 25 de mayo de 1978, cuando la posibilidad de la guerra arreciaba.

Los pilotos permanecieron a bordo de sus aviones de combate en situación de alerta roja, porque los radares habían captado una formación de aviones chilenos volando en el límite de la frontera.

La decisión del combate aéreo fue detenida a sólo dos minutos de concretarse esta fatídica posibilidad. Río Gallegos por entonces vivía de un modo controversial el conflicto por las islas Picton, Lennox y Nueva en el Canal de Beagle.

Todo había comenzado con el tratado limítrofe de 1881 entre ambos países, que no dejó en claro a quién pertenecían las islas. Sin embargo, en 1901, un mapa oficial de la Argentina las colocaba como parte de su territorio.

La controversia prosiguió durante todo el siglo XX, hasta que en 1971 los dos países se comprometieron a someterse a un arbitraje del Reino Unido, que sería el encargado de resolver la disputa de soberanía.

Una vez conocida la resolución tomada por una Corte Arbitral conformada por especialistas, la misma fue emitida para las partes el 2 de mayo de 1977 por la Corona Británica mediante un laudo que dictaminó que las islas en disputa (Picton, Lennox y Nueva ) pertenecían a Chile.

El 25 de enero de 1978, y tras varios meses de silencio que contribuyeron al crecimiento de un clima hostil hacia Chile a partir de diversas manifestaciones difundidas en los medios de prensa, el Poder Ejecutivo Nacional declaró nulo el laudo arbitral.

A partir de allí la tensión fue creciendo en forma exponencial y no tardaron en manifestarse situaciones de un “exacerbado nacionalismo” a ambos lados de la frontera. Lo demuestra por ejemplo lo afirmado por el coronel del ejército chileno Sergio Silva.

Para contrarrestar las limitaciones para adquirir material bélico -regía entonces la enmienda Kennedy que restringía la venta de pertrechos a Chile-, las fuerzas chilenas recurrieron a la inventiva.

El coronel Silva recuerda que se crearon diferentes sistemas, como «la moto cazatanques»: «Cada moto podía llevar cuatro cohetes desechables, que de pegarle bien a un tanque, lo liquida de inmediato, porque lo daña en las orugas».

«Ellos tenían una fuerza aérea más grande que la nuestra, pero aquí también se trataba de entrar por tierra. El problema lo tenían ellos por la zona fangosa. Había un solo camino de Punta Arenas a Río Gallegos y ese era el único acceso que tenían los blindados. Con un solo acceso, es más fácil de lo normal poderlos detener», explica Silva, personaje del conflicto.

Jorge Feliú, quien en ese entonces era teniente coronel y jefe del Departamento Logístico de la V División de Ejército de Punta Arenas, explica el fervor que se vivía: «En el  regimiento Pudeto hacían colas para que les pasaran uniformes y armas. Había mucho patriotismo».

Feliú, que en esa época tenía 43 años, cuenta algunos episodios que – según él –  afectaron la moral de las tropas argentinas. «Llegó a Río Gallegos una columna de camiones llenos de ataúdes. Si se está a punto de entrar en conflicto y aparecen unos ataúdes, la moral se va al suelo», sostuvo.

Hubo sospechas y detenciones a ambos lados de la frontera de personas acusadas de “espionaje”. En Punta Arenas el popular locutor automovilístico Francisco “Pirulo” Oyarzo fue encarcelado bajo el cargo de “espía argentino en Chile” junto a su conviviente Rosa María Moreno.

La acción mediadora de la Iglesia chilena representada en Magallanes por el obispo Tomás González salvó a una niña que por estar sus padres acusados de espionaje para Argentina, iba a ser secuestrada vaya a saber con qué destino.

En el caso santacruceño la tarea del obispo Miguel Angel Alemán y el sacerdote Juan Barrio fueron un oasis de paz para la civilidad riogalleguense que en muchos casos gustosa asumía la militarización de la ciudad manzana por manzana.

Al mismo tiempo habían sido detenidos en Río Gallegos un grupo de militares chilenos luego de tomar una foto en la ruta nacional número 3, en territorio santacruceño. La necesidad de espionaje seguiría en vigencia hasta los años posteriores al conflicto como 1983 y 84.  

Recuerdo en lo personal, al desempeñarme en el Noticiero de Canal 9 de Río Gallegos, cómo desde las fuerzas armadas se “sugería” a los camarógrafos de la emisora a “registrar disimuladamente” imágenes de los lugares cuando se viajaba por vía aérea a la vecina localidad de Punta Arenas.

Obviamente, la misma tarea realizaban nuestros colegas del otro lado de la frontera, según sus propias confesiones en charlas mantenidas luego de varios años de superado el conflicto.

El ambiente fue tensándose cada vez más hasta la reunión de Puerto Montt, en la cual ambas partes trataron el tema entre gobernantes.

Finalmente, Argentina a través de la Flomar (Flota de Mar Argentina) decide capturar las islas por la fuerza además de avanzar sobre posiciones chilenas a lo largo de un frente de 2.500 km, cuyo principal objetivo serían las ciudades de Santiago, Valparaíso, Temuco, Puerto Natales y Punta Arenas.

En la noche del 21 y del 22 de diciembre de 1978, Argentina, a través de la «Operación soberanía» pretendía la invasión de las islas y avanzar sobre las fuerzas chilenas (como así mismo la conquista de territorios y costas del Pacífico), Mientras que Chile tenía como plan una defensa fuertemente establecida y luego un contraataque con el objetivo de capturar las ciudades de Neuquén y de Río Gallegos para forzar la paz.

La Flomar guiada por el Portaaviones «25 de Mayo» se dirigió a la zona de combate.

La Armada de Chile, dirigida por Raúl López Silva a bordo del Crucero Prat hizo lo propio en contra de la flota de mar argentina.

Finalmente, la mediación papal y una tormenta en la zona evitaron el desenlace fatal. La mediación papal otorgó otra vez las tres islas a Chile, haciendo algunas concesiones marítimas a Argentina. La línea de frontera marítima no siguió la línea de equidistancia hacia el sureste, sino que en la parte final siguió el meridiano del Cabo de Hornos hacia el sur, alejándose de la distancia más corta hacia la Antártida, favoreciendo a Argentina.

La opinión pública argentina, tras la derrota sufrida en la guerra por las Islas Malvinas, aprobó la mediación papal en un plebiscito en el año 1984.

El escritor Peter J. Bush en su obra “Sur en llamas” dice que “en los días de septiembre se realizaban maniobras rasantes y también se volaba de sur a norte y viceversa, en la parte más alta de la cordillera, como marcando el límite a los aviones de los chilenos que siempre aparecían con unos 15 minutos de demora, poniéndose a la misma altura, saludando o desafiando al combate desde sus aviones.   Solo unas pocas maniobras, incluyendo penetrar en suelo enemigo entre los valles, para volver a salir rápidamente y probar la reacción de la Fuerza Aérea chilena.

El 8 de septiembre de 1978, a las 14 horas, un día típico de la zona, extremadamente nublado y ventoso, un grupo de 6 cazas “Sabre” despegaron bajo el mando del capitán Bruni remontando el Río Gallegos rumbo a la cordillera en vuelo rasante, para luego cruzar a territorio chileno, sobrevolando a máxima velocidad sobre Puerto Natales para finalmente volver a retomar hacia el Este. Justo al llegar a la localidad santacruceña de “El Turbio” el capitán ordenó comienzo de la acción y máxima velocidad.

Dicho vuelo intruso fue detectado en Punta Arenas por el operador de radar de la Fach, quien inmediatamente ordenó el despegue de 8 aviones pertenecientes al Grupo de Aviación Nº 9, con base original en Puerto Montt. Este grupo había sido relocalizado durante junio en el extremo sur chileno y ahora funcionaba como la fuerza principal de protección aérea.

El capitán Pablo Luis Yáñez ordenó máxima velocidad y desde Punta Arenas los cazas chilenos cruzaron en línea recta hacia el norte, por sobre el territorio santacruceño con la intención de caer de sorpresa por sobre los aviones argentinos que calculó Yáñez ya estarían volando de regreso luego de sus andadas en territorio chileno. Yáñez ordenó silencio de radio de radio total y los “Hawker Hunter” chilenos volaron a menos de 500 metros de altura a unos 600 nudos.

Ya a unos 20 kilómetros del blanco, Yáñez recibió un mensaje de Punta Arenas, indicando curso y velocidad de los aviones argentinos que volaban unos 35 kilómetros al este de Río Turbio. Por un muy breve lapso de tiempo Yáñez habló por radio a sus compañeros… “caballeros subamos a 20 mil pies y luego me siguen. Vamos a darle un susto a los argentinos”.

Segundos después, Bruni fue el primero en ver la sombra de los “Hawker Hunter” chilenos que cayeron por sobre las cabezas de los “Sabre” argentinos. Ya virando en Mayada tomó la radio alertando a su base….”pájaros chilenos, acciones evasivas, solicito apoyo e instrucciones”.

Los Sabre se dispersaron tácticamente y los aviones chilenos retomaron hacia el sudoeste a máxima velocidad. En segundos, que es lo que duran este tipo de encuentros aéreos, Bruni recibió claras órdenes de Río Gallegos. “Escuadrón Sable tiene autorización de abrir fuego. Alerte radialmente al enemigo y, si no responde y no deja el territorio, abra fuego. Los refuerzos están al llegar”.

Lo que sucedió luego fue otro milagro, puesto que los aviones chilenos ya habían desaparecido del radar y de todos lados, cuando llegaron al lugar 3 cazas supersónicos “Mirage”, desde Río Gallegos.

Santa Cruz toda vivió de manera intensa la situación pre bélica, que había dado  miles de hipótesis, sobre todo en ese final de diciembre de 1978. En la zona central del conflicto el clima no permitía operaciones de envergadura el 21 de diciembre. 

El 23 de diciembre se anunció de manera oficial que Juan Pablo II, en el inicio de su papado, enviaría al cardenal Antonio Samoré para que se encargara de las negociaciones, logrando evitar la guerra.

Los presidentes Videla y Pinochet y el cardenal Antonio Samoré, protagonistas de esta historia.
Los presidentes Videla y Pinochet y el cardenal Antonio Samoré, protagonistas de esta historia.

Hugo Domingo Bruera tenía 23 años, era oriundo de Granadero Baigorria, hincha de Central y le gustaba cantar tangos de Gardel. Alto, fortachón y capaz de andar en mula o de cargar los morteros pesados de la sección que tenía a su cargo. Era teniente de Infantería, su padre era abogado laboralista y ferviente peronista, por eso lo llamaron Domingo.

El militar, en su grado de general, a cuarenta años del conflicto recuerda emocionado el acto binacional realizado en la frontera entre Magallanes y Santa Cruz, donde efectivos del ejército con asiento en Río Gallegos le dieron marco a este festejo por la paz realizado en el paso “Integración Austral”.

Quedan los testimonios vivenciales de los habitantes de Santa Cruz y la Patagonia argentina, que sin dudas fueron los lugares donde con mayor intensidad se vivieron esos momentos. También la “Cruz de los Soldados” que custodia el paisaje ribereño en Güer Aike y en las oxidadas latas de “viandada” que servían de raciones a las tropas que se acantonaban en los cráteres de los volcanes cercanos a Río Gallegos y la frontera con Chile.

ATE
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Periodista, investigador histórico y escritor con una larga trayectoria en los medios de comunicación de Río Gallegos, Santa Cruz. Actualmente conduce un programa de radio en FM UNPA, compartida con LU 14 Radio Provincia de Santa Cruz y AM 740 Radio Municipal de Puerto Deseado y publica sus investigaciones históricas en el diario Nuevo Día. Es de su autoría una Cantata de las Huelgas Patagónicas y letras de canciones. Vive en Río Gallegos
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