Los hallazgos en Catamarca y Chapadmalal dieron respuesta sobre cómo hacía este animal hace tres millones de años. El estudio científico fue publicado en la última revista Nature.
Un mamífero que vivió en parte de lo que hoy es Argentina hace unos tres millones de años desarrolló un cráneo para el crecimiento constante de dos afilados colmillos, lo que separó las órbitas de sus ojos hasta asemejarlos a los de una vaca o caballo. Pero con esa morfología, ¿cómo hacía para divisar sus presas? ¿Y cómo cazaba?.
Un estudio dirigido por las científicas Charlène Gaillard y Analía M. Forasiepi, además de otros colaboradores internacionales, profundizó en la visión que tenía el Thylacosmilus atrox, conocido como el “marsupial dientes de sable” y sus conclusiones acaban de ser publicadas por la reconocida revista de divulgación científica londinense Nature.
Pero además de analizar la conformación de esa visión especial al tener los ojos tan separados, investigaron cómo era la técnica de utilización de los dos colmillos alargados en forma extraordinaria para atacar a sus presas.
Los fósiles fueron hallados en los yacimientos de Corral Quemado (Catamarca) y Chapadmalal (Buenos Aires) y en ellos se “estudiaron aspectos de la visión de la especie extinta Thylacosmilus atrox, el “marsupial dientes de sable” mediante tomografías computadas y reconstrucciones digitales en 3D. A pesar de que sus caninos hiperdesarollados influyeron en su capacidad visual, podía ver a sus presas con precisión”.
Cómo atacaba a sus presas
La investigación sobre el desarrollo de los caninos que además de ser impactantes en su exterior recorrían la parte frontal del cráneo, también sumó información sobre la forma en que los utilizaba para el ataque a sus presas.
Dice el estudio que estudios anteriores indican que “los caninos hiperdesarrollados habrían facilitado apuñalar a las presas sobre las partes blandas, infligiendo una profunda herida mortal. La mordida habría estado dirigida por la poderosa musculatura cervical y asistida por las patas delanteras con capacidades de manipulación”.
Y agrega que “Thylacosmilus prosperó como un depredador de emboscada en las praderas del sur de América del Sur desde el Mioceno Tardío hasta su extinción hacia mediados del Plioceno, hace tres millones de años. Los restos bajo estudio fueron recuperados en yacimientos paleontológicos chapadmalalenses, en Mar del Plata (Provincia de Buenos Aires) y Corral Quemado (Provincia de Catamarca) , con 5 a 3 millones de años de antigüedad”.
La conformación del cráneo
En cuanto a la composición morfológica del cráneo, uno de los coautores de la investigación científica (el curador principal del Museo Americano de Historia Natural de Manhattan, Ross D. E. MacPhee), señaló que “La compensación parece ser la clave para entender cómo se armó el cráneo de Thylacosmilus”.
Agregó que “el patrón de crecimiento de los caninos durante el desarrollo craneal temprano habría desplazado las órbitas lejos de la parte frontal de la cara, produciendo el resultado que vemos en los cráneos adultos. La extraña orientación de las órbitas en Thylacosmilus en realidad representa un compromiso morfológico entre la función primaria del cráneo, que es sostener y proteger el cerebro y los órganos sensoriales, y una función colateral única de esta especie, que era proporcionar suficiente espacio para el desarrollo de los enormes caninos”.
La información oficial de la publicación en la revista Nature indica que “durante millones de años, América del Sur estuvo aislada de otros continentes. Como consecuencia de este contexto paleogeográfico, su fauna estuvo dominada por especies únicas, sin equivalentes en otras partes del mundo. Ejemplos de estos endemismos fueron las aves del terror, los perezosos gigantescos terrestres y los gliptodontes acorazados que llegaron a tener el tamaño de un auto. Otro ejemplo fueron los esparasodontes, parientes cercanos de los marsupiales (zarigüeyas y canguros) que ocuparon el rol de los mamíferos carnívoros, como hoy en día lo hacen los pumas, los zorros y los hurones, entre otros”.
El “marsupial dientes de sable” era un mamífero hipercarnívoro (más del 70% de su dieta estaba compuesta de carne), de gran tamaño que habría rondado los 100 kg de masa corporal. Tenía caninos extremadamente grandes como dagas, similar a los félidos´tigres dientes de sable, pero de crecimiento continuo, algo nunca visto en otros mamíferos depredadores. Esta investigación tuvo como objetivo interpretar cómo era la visión de este particular depredador y de esta forma aportar a las hipótesis de cuál era su estrategia de caza y cómo su hábito de vida se acomodaba a sus caninos hiperdesarollados”, se indicó oficialmente.
El estudio fue dirigido por Charlène Gaillard y Analía M. Forasiepi, del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, CCT-CONICET Mendoza, y como coautor trabajó Ross DE MacPhee, del Departamento de Mamología, Museo Americano de Historia Natural, de Manhattan, Nueva York.
La publicación científica en forma completa se puede leer en Revista Nature.