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Cómo siembran algas en el pueblo del fijador de pelo

Redacción
Por Redacción
Buscan recuperar el apogeo que tuvo Bahía Bustamente aportando la materia prima para el fijador de pelo y otros productos que llegaban a Buenos Aires y el exterior. Mirá el video de Rubén Russo.

La tarea de  reforestación la realizan investigadores y buzos en las costas de Bahía Bustamante, Chubut. En su momento, ese lugar tuvo su apogeo aportando la materia prima para fijadores de pelo y otros productos.

En medio del agua profunda del mar, con poca visión y plantines de algas del tamaño de un cabello, un equipo de investigación y buzos especializados comenzaron con la tarea de reforestar algas en Bahía Bustamante, Chubut. La tarea, que requiere de gran destreza y conocimiento, apunta a “revertir la crisis de extinción de especies, a través de la recuperación de la vida silvestre, un trabajo artesanal en el fondo del mar”.

Como nos contara Rubén Russo en una nota sobre Bahía Bustamante, de la mano de la familia Soriano ese lugar tuvo su esplendor cuando la extracción y comercialización de algas agar agar fue orientada a la industria de fijadores de pelo y otros productos.

Pensando en reproducir esa actividad y reimpulsar el desarrollo económico-productivo de la zona, un grupo de investigadores de la Fundación Patagonia Rewilding Argentina, inició hace tres años el proyecto de volver a tener en las costas de Bahía Bustamante el producto de esa especie de algas para recobrar aquel empuje.

Se trata de un trabajo de investigación netamente artesanal realizado por un grupo de investigadores que a través del buceo submarino lograron plantar una hectárea de algas en el fondo del mar.

Lucas Beltramino, uno de los investigadores indicó que “la plantación consiste en recorrer y buscar praderas en buen estado donde se pueda cosechar. Y eso que cosechamos lo plantamos en otro sitio. El tema es que el alga es un pelillo, como fideos largos, finitos, con un par de milímetros de espesor. Uno agarra mechones de esas algas, las va plantando con una especie de tenedor de dos dientes, y las va enterrando en el sustrato fino que puede ser arena, puede ser arcilla. Pero el tema es que la especie que tenemos acá no soporta la desertificación, entonces tenemos que plantarlas con buzos en forma manual. Por eso es un proceso bastante largo y artesanal”.

La reforestación del mar se realiza también en otras partes del mundo. En Chile, por ejemplo, se trabaja con otra especie de la misma familia. Sin embargo, esa alga sí soporta estar al aire, lo que permite plantar y cosechar cuando baja la marea y que crezca mientras sube.

En Chubut, como el alga no soporta ese proceso, debe ser plantada 100% bajo el mar, trabajando bajo el agua, enterrando la planta, pero dejando una porción de ese mechón sobresalga, para que luego crezca un nuevo individuo.

“Sería una manera de propagación vegetativa porque básicamente estamos clonando el alga”, señaló Beltramino. “Fue todo un desafío, porque no tenés forma de guiarte. La visibilidad en Patagonia, cuando es buena, con suerte llega a los 10 metros. Imaginate que para plantar una hectárea no podes ver a la otra punta de la parcela. Para guiarnos tuvimos que poner unos cabos en el fondo y un buzo se situó a cada extremo de ese cabo. Entonces cada buzo plantaba a la derecha, cada un metro, una porción de alga, y cuando llegábamos al lado opuesto, desplazamos ese cabo un par de metros hacia un lateral y volvíamos a hacer ese proceso repetitivo. De esa manera nos aseguramos que íbamos desplazando por una misma línea y que no estábamos plantando siempre en el mismo lugar. Aparte, de esa manera sabemos en qué lugar se plantó para luego ir a hacer un monitoreo de esa plantación”.

El trabajo fue realizado también por los buzos Matías Di Martino, Marcos Riciardi, Gastón Malasecheverria y Emiliano Donadio (el neuquino que es director científico de la organización) y demandó dos días por cada hectárea, con cuatro o cinco buzos que se iban turnando para bajar, plantar y salir a superficie una vez que el oxígeno decía ‘basta’.

“Al principio la plantación nos costó hasta agarrar el ritmo. El sitio donde plantamos tiene cuatro a seis metros de profundidad, entonces uno podía estar bastante tiempo buceando esa profundidad. Hacíamos jornadas de una hora, aproximadamente el tiempo que dura la carga de aire haciendo esta actividad, y cuando se nos acababa el botellón hacíamos cambio de equipo y bajaban otros dos buzos. De esa manera iba descansando un grupo mientras el otro plantaba. En dos días pudimos plantar una hectárea bien, en el proceso que íbamos a cosechar el alga, marcar el sitio donde íbamos a hacer la plantación y hacer la plantación. Jornadas de tres o cuatro horas”.

La historia del lugar

En el ciclo Fotos con Historia, Rubén Russo presentó un informe especial sobre el pasado y presente de Bahía Bustamante, que aquí compartimos en parte, con el video correspondiente.

“Uno de los lugares que la costa patagónica contiene más atractivos de turismo, naturaleza e historia es Bahía Bustamante, ubicada sobre el mar del Chubut a unos 90 kilómetros de la localidad de Camarones, a unos 180 de Trelew y a unos 250 kilómetros de Comodoro Rivadavia. En los años ´50 ese lugar se transformó en un emprendimiento que albergó a unas 500 personas y proveyó de algas a todo el país.

La historia muestra cómo un lugar que era conocido en la zona como Bahía Podrida, por el olor fuerte que emana de las algas depositadas en la playa, se transformó en un emprendimiento que llama mucho la atención ya que se vincula siempre a la Patagonia con los productos de la ganadería, la pesca o el petróleo.

Ubicada en el primer parque costero del Chubut, Bahía Bustamante tiene además una gran diversidad de fauna y flora, pero suma su atractivo a la rica historia relacionada a la familia de Lorenzo Soriano y sus descendientes. Es que la necesidad de reconvertir su pequeña industria de gel para el pelo (la comúnmente llamada gomina), los trajo a ese lugar, luego de también analizar su instalación en algún sitio de la costa de Santa Cruz y de Caleta Córdoba.

Lorenzo Soriano (padre) nació en 1901 en Jaén, España, y llegó a la Argentina en 1917, para dedicarse primero al comercio y luego a la importación de productos desde Alemania y toda Europa. Pero el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial le cerró esos mercados por lo que tuvo que reconvertir su medio de vida.

Así, junto a su hijo Lorenzo (que alcanzó estudios avanzados en un doctorado de química) orientaron su actividad a la producción de un gel para fijar el pelo, la popular gomina que en esos años era popularmente usada por los hombres. En esa época, su producto Malik era una de las marcas más conocidas en el mercado de las gominas para el pelo, presentada en polvo y soluble al agua.

Pero, otra vez tuvo que sortear un obstáculo para continuar con su industria, al cerrarse la entrada del producto que era esencial para su gel, como lo fue la goma que llegaba desde la India. Rápidamente, los Soriano analizaron la posibilidad de que el tratamiento de las algas que se encontraban masivamente en algunos lugares de la costa atlántica patagónica. Como dijimos, analizaron la posibilidad de instalarse en otros lugares hasta que llegaron a Bahía Bustamante.

Allí desarrollaron una verdadera industria de las algas, en principio extrayéndola de las playas con el trabajo de muchas personas, luego con carretas tiradas por caballos y posteriormente  con palas mecánicas, para depositarlas en un galpón en el pueblo que también levantaron.

Hoy se puede observar lo que fue ese poblado, con una hilera de construcciones que dan al mar adonde vivían los Soriano y los jerárquicos de la empresa, luego una calle divide a las gamelas adonde residían los trabajadores solteros y luego otra calle que separa a la fila de casas que albergaban a los operarios con sus familias.

Todas las calles que comunican al antiguo pueblo tienen nombres de algas. Además de las viviendas, en el lugar también se construyó una iglesia con la advocación de Nuestra Señora de Luján, una comisaría, una sala de primeros auxilio, además de las construcciones que formaban parte de la industria, como el gran galpón donde se almacenaban las algas en forma de fardos similares a los de la lana de ovejas, un taller para la reparación de las máquinas, una proveduría y otras dependencias.

El tratamiento que se le daba a las algas era bastante sencillo: se las secaba a través de una cama formada por redes de pesca en la parte inferior y posterior, para que el sol y el viento patagónico en unas 40 horas las secara para luego enfardarlas, depositarlas y enviarlas a Buenos Aires.

Pero lo valioso del emprendimiento de Bahía Bustamante es que se aprovecharon otras propiedades de las miles de algas que se producen en ese sector, básicamente para desarrollar el conocido agar agar, gelatina natural aglutinante que es excelente para la alimentación, la medicina y la estética.

Hoy el lugar, también por los Soriano, se ha reconvertido y principalmente su base económica es el turismo, además de las algas y lo que se produce en tres estancias que forman parte del lugar.”

Aquí el video con la emisión especial sobre Bahía Bustamante, de Rubén Russo en el ciclo Fotos con Historia:

ATE
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