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Cuando el viaje se hace increíble por conocer personas a la pasada

Diego Promenzio
Por Diego Promenzio
Cuando se recorre la Patagonia se conocen lugares, historias, personas que te cambian la vida. En este caso, una pareja de mochileros.

En enero de 2015, en uno de los viajes más extensos que realicé por Patagonia, me sucedió una de esas anécdotas que perduran toda la vida y que justifica, en cierta forma, el por qué siempre digo que soy un tipo de suerte, sobre todo cuando viajo. Será que mi actitud positiva en la ruta conspira para que me sucedan cosas buenas.

Con el Renault Mégane que había sido de mi viejo, recorrí casi 10.000 kilómetross, saliendo desde Bahía Blanca hasta Puerto Madryn, y pasando por Puerto Deseado hasta Ushuaia. Luego Punta Arenas, Calafate, Chaltén y de allí hasta el Lago del Desierto donde, como muchas veces que viajo en soledad, subí a dos mochileros. En este caso, Gisela Meshler (de Ceres, Santa Fe) y Juan Cajarville (de Bragado, Bs. As.). El encanto del camino, las historias íntimas que uno cuenta, la música que desinhibe, el paisaje que enamora… es un coctel que genera rápidamente una amistad que de otro modo sería muy difícil lograr en unos pocos cientos de kilómetros. Tres días de viaje bajo estas condiciones lograron esa magia, que subsiste hasta el día de hoy.

Al llegar a Esquel, por falta de tiempo Gisela decidió seguir a dedo hacia Santa Fe, y Juan optó por quedarse conmigo. Mi idea era vivir la experiencia del famoso Expreso Patagónico, un antiguo y ya mítico tren a vapor más conocido como La Trochita, y a él le había gustado la idea. Durante el viaje me había contado que su abuelo había vivido en la Patagonia y trabajado en el ferrocarril, pero no sabía ni siquiera dónde.

En la Boletería nos dicen que el tren está por salir pero que… “no hay más boletos” disponibles. Es miércoles y el próximo tren sale el sábado. No podía quedarme tantos días, me sentía frustrado porque era la tercera vez que me pasaba lo mismo. Ya pensaba que La Trochita no era para mí.

Nos quedaríamos igual a ver la ceremonia de partida, una hora después. Para hacer tiempo hasta la llegada del tren, entramos en la pequeña sala del Museo del Ramal. Curioseando entre tantas reliquias veo que hay un antiguo Libro de Actas del tren abierto en una página cualquiera. Por alguna extraña razón, la leí entera, incluso hasta quién la había firmado. No sé por qué, pero algo hizo que yo me fijara en esa firma y ese nombre casi ya ilegible por el paso del tiempo. Al leerlo juro que se me iluminó la cara. ¿¡Quién creen que era el que firmaba ese acta!?.

Un tal ¡JUAN ALBERTO CAJARVILLE!

Todavía sin poder creer lo que estaba leyendo le pregunto:

– Oíme Juancito… ¿tu abuelo se llamaba Juan Alberto?

– Síííí… ¡¿cómo sabes?!

– Pedazo de animal (usé otro término), en el acta de este libro dice que tu abuelo era el Jefe máximo de La Trochita…!!!!

– ¿¿En serio??, me responde más incrédulo que yo.

– …Y sí… bolú…!!!!

– Esperá, lo llamo a mi viejo, me dice.

Carlos Cajarville, su padre, desde Las Grutas donde vive actualmente, le confirma la data. Y para colmo Juan agrega:

– Aguantá que llamo a mi abuelito.

–  Jodeme que está vivo!!!!!?????

– Sí, claro…

– Nahhhhh a vos te mandó el cielo.

Habla con su abuelo quien muy emocionado por la situación, y al enterarse que no teníamos boleto, le pide que pregunte quien era el empleado más viejo que pueda encontrar ahí en la Estación. Esa persona resultó ser el Maquinista, quien además tenía grandes recuerdos del abuelo de mi compañero de viaje. Según A (por razones obvias no voy a dar el nombre y apellido) Don Juan Alberto Cajarville, era casi un prócer del Ramal. Una de esas personas que le hizo mucho bien al tren y que sembró una semilla, que muchos hicieron germinar. Hoy todos quienes trabajan allí aman incondicionalmente a este tren, que se sostuvo a lo largo de los años, más por ese amor que por el apoyo estatal que ha recibido a lo largo de la historia.

Mágicamente A, nos consiguió los pasajes: “¡El nieto de Cajarville no puede no viajar, y vos viajás también…!”. Cosa que me alegró totalmente. “Vayan en un vagón común a la ida, que a la vuelta los traigo en la locomotora”, nos dijo A.

Bueno, se podrán imaginar mi alegría, nuestra alegría. Para Juan fue una forma de pagarme CON CRECES que lo llevara en auto tantos días.

Tras 18 kilómetros surcando un paisaje soñado y a puro bocinazo, la bestia metálica llegó a la pequeña comunidad aborigen mapuche de Nahuel Pan, donde termina este breve recorrido turístico. Allí se detiene durante poco más de media hora, donde uno puede tomar algún refresco, visitar un pequeño museo o comprar artesanías.

Antes de emprender el regreso, nos pegamos a la locomotora con la intriga de saber si finalmente “A” cumpliría su promesa de volver con él, cosa que por supuesto hizo.

La suerte quiso que después de tantas veces que se me había negado, termino, entre comillas, manejando el legendario tren, en un viaje, que ya en ese momento supe que sería inolvidable. Entramos de noche a un Esquel iluminado, al calor del fuego infernal que mueve esta serpiente de hierro, tocando la mítica bocina de La Trochita. Por un instante me sentí ese maquinista que de niños todos soñamos ser. Una experiencia sin igual.

Pero la suerte seguía de nuestro lado y esta experiencia no terminaría en la Estación de Esquel. Estábamos por llegar cuando “A”, el motorman, nos dice:

– Los saludo ahora porque estoy apurado, tengo que ir a trabajar.

– Como que tenés que ir a trabajar?, le digo.

– Síi, tengo una parrilla cerca de la estación. Si quieren, vayan y me esperan ahí. Mi señora los irá atendiendo.

Obviamente merecíamos festejar. Comimos super bien y encima nos hicieron un precio bárbaro. Una noche redonda.

Al otro día decidimos cambiar el itinerario, en vez de ir hasta San Martin de los Andes y de ahí rumbo a Bahía Blanca que era nuestro plan original, optamos por seguir conociendo la historia de La Trochita, ya que para ese momento no nos interesaba otra cosa. Y terminaríamos el viaje en la casa del padre de Juan, en Las Grutas.
Asique partimos, otra vez en auto. Hicimos una parada obligada en Cholila, para conocer la vieja estancia donde habían vivido Butch Cassidy, Sundance Kid y Etha Place, los viejos bandoleros norteamericanos que robaron un banco en Río Gallegos y se escondieron por un tiempo en esta zona. Luego llegamos a El Maitén, uno de los puntos principales del ramal. Un poblado que a partir del tren pasó a tener un marcado perfil ferroviario. En esta ciudad se encuentran los talleres y depósitos principales de las locomotoras, hoy lamentablemente bastante venidos a menos. La actividad esta sostenida por entes provinciales y ya no nacionales desde hace rato. El Maitén, es conocido a nivel mundial por ser capital del “Viejo Expreso Patagónico” y es un buen lugar para conocer buena parte de la historia de este ferrocarril.

Tomamos la vieja traza de la Ruta Nacional 40 hasta Ñorquinco, ya en la provincia de Río Negro. Un pequeño pueblito de no más de 500 habitantes que supo de tiempos mejores cuando funcionaba en su totalidad el ramal de este tren que traía mercaderías para toda la población. Épocas en las que había grandes estancias en la zona con muchísimo ganado y además era atravesado por la Ruta 40 original. A partir del cierre del ramal y del cambia de traza de la mítica 40 se vino declinó fuertemente su actividad económica. Hoy poco a poco está volviendo a crecer. No tiene hoteles ni hospedajes, o al menos en ese 2015. De casualidad pudimos conseguir una familia que tenía un departamentito en el fondo de su casa que nos ofreció dormir allí, en nuestras bolsas de dormir obvio. Al día siguiente madrugamos para salir por la Ruta Provincial 6, rumbo a Jacobacci. Grande fue la sorpresa cuando al querer cargar nafta nos enteramos que sólo atienden de 10 a 12 hs, lo cual es lógico ya que solo consumen sus habitantes, casi no existe el turismo. Así que nada…a esperar.

Este paisaje polvoriento es muy interesante, uno de esos caminos como la Ruta 4 de Chubut, mucha tierra y viento, grandes piedras y con sorpresas si uno va atento. Paramos en un pequeño Paraje justamente que ni siquiera figura en los mapas, se llama A LA PASADITA, un bar en el medio de la nada, esos boliches que, si bien no son antiguos, funcionan como los de antes, un oasis para el viajero. Eso sí, me hizo acordar a Capussotto y su famoso sketch, “Uy…nos rompieron….”, en fin.

Así, nos fuimos alejando cada vez más de la cordillera y adentrándonos en la mítica meseta de Somuncura, cruzando varias veces la trocha angosta del Viejo Expreso Patagónico. Zona de caballos salvajes. No hay nada que me produzca un mayor sentimiento de libertad que ver caballos corriendo libremente en el medio de la Patagonia más profunda. Captado creo yo magistralmente en aquella famosa película de Marcelo Piñeyro, que ya es un clásico de los 90’s.

Un poco más adelante se llega a un poblado de unos 250 habitantes, llamado MAMUEL CHOIQUE, llamado así por un pequeño arbusto, aunque parezca el nombre de una persona mal escrito.

Este es un lugar muy alejado de lo que es el turismo tradicional, será por eso quizás que, a mí me interesó más aún. Un poblado humilde, con construcciones de adobe, sin revocar, con pocos, pero muy necesarios árboles. Se ve que está progresando a pesar de todo. Se encuentra al costado de la ruta provincial 6, te invita a entrar y conocerlo, porque además de tener varias formaciones abandonadas de La Trochita, también se ve la Estación, hoy reconvertida en Museo por el trabajo personal de algún lugareño, ofrece además a pocos cientos de metros, una pequeña sierra con pinturas rupestres de muy fácil acceso y de increíble valor por lo bien conservadas que aún se encuentra.

Obviamente visitamos las dos cosas. En el Museo nos recibió un antiguo operario del ferrocarril, que por supuesto había conocido a Don Juan Alberto Cajarville. Para este momento ya sabíamos que Don Juan, seguramente habría sido toda una institución, una persona muy valorada por los trabajadores, más allá de su jerarquía de “Jefe”. Solo recibimos buenos recuerdos de su persona y sinceramente creo que eso ayudó a Juancito a interesarse por conocer su historia y valorar mucho más la gran tarea que seguramente habría desarrollado su abuelo.

Visitamos las Pinturas Rupestres, en un lugar conocido como LA PIEDRA PINTADA. Antiguo Santuario donde se pueden apreciar las distintas etapas de este arte aborigen, desde algunas milenarias hasta incluso pinturas más nuevas, podría decirse contemporáneas con la época de la llamada Conquista del Desierto porque ya se ven jinetes entre otros dibujos.

La verdad nos quedamos con ganas de conocer bien este lugar, incluso interactuar un poco más con la gente, pero teníamos poco tiempo y debíamos seguir.

Pocos kilómetros adelante, nos encontramos con otra Estación del tren, una localidad muy pequeña, llamada “Ojos de Agua”, de menos de 100 habitantes. Solo estuvimos unos minutos sacando fotos por el apuro del viaje, pero creo que también es un lugar interesante de conocer, sobre todo su vieja estación, un poco venida a menos en ese momento, (2015). Hace un par de años me enteré que volvía a funcionar el tren para paseos turísticos, en el tramo Jacobacci – Ojos de Agua, lo cual obviamente iba a ser todo un acontecimiento para el lugar y seguramente le habrá hecho muy bien. Sueño con hacer el viaje en invierno…debe ser fantástico.

Finalmente llegamos a la Ruta Provincial 23, la que une Bariloche con San Antonio Oeste. La primera ciudad que encontramos fue Jacobacci. Seguramente la localidad intermedia más importante de esta ruta. Fue cabecera de La Trochita. Y acá otra sorpresa, el abuelo de Juan, en otra llamada, nos dice que vivió allí con el padre de mi compañero en una de las viejas casas del ferrocarril, que justamente estamos viendo adelante nuestro. Casas construidas con viejos durmientes, donde justamente quien ahora vive allí, fue la persona que ocupó la casa después de la familia Cajarville. Nos deja pasar y nos cuenta que la casa se mantiene tal cual estaba en aquel momento, por lo cual Juan conoce por dentro la casa donde nació su padre. Se lo notaba emocionado y yo también claro, en cierta forma me había metido en las entrañas de la historia.

Recorrimos la Estación e incluso la oficina de su abuelo (por fuera) y un poco la ciudad y ya seguimos rumbo directamente a Las Grutas.

Como estábamos lejos aún y lo que seguía era asfalto, decidimos viajar rápidamente cruzando casi sin parar por todas las localidades intermedias como Maquinchao, Aguada de Guerra, Los Menucos, Sierra Colorada, Ramoz Mexia, Nahuel Niyeu, Valcheta, Aguada Cecilio y de ahí ya se llega a la Ruta Nacional 3 para tomar el desvío a Las Grutas.

Nos esperaba Carlos, abogado y un increíble artista plástico, con su familia y un gran asado como forma de agradecimiento por haberle llevado el nene sano y salvo de vuelta a casa y hacerle vivir esa experiencia ferrofamiliar si se me permite el término.

No pude resistir la invitación a pasar la noche en casa de Carlos, para seguir hasta Bahía Blanca al otro día, en lo que fue el fin de un viaje increíble. Sigo en contacto con estos dos «mochileros«, finalmente Gisela poco tiempo después cumplió su sueño y se fue a vivir a Ushuaia. Juan se recibió de abogado e incluso nos hemos visitado en algunas oportunidades. Se ve que le inyecté el virus del viajero porque al tiempo se fue a vivir a Brasil y luego anduvo recorriendo Europa y África durante algunos años, aprendiendo idiomas y haciendo trabajos solidarios y voluntariados.
Un simple a un par de mochileros haciendo dedo termina en una historia increíble que te puede cambiar la vida. Además de la experiencia en La Trochita pude hacerme de dos nuevos amigos.

Creo que hay que ser más generoso en ese aspecto e invito a todos a vivir las experiencias. Se abre un abanico de oportunidades a partir de esto. Obviamente hay que tener ciertos cuidados, claro.

Subir gente en la ruta es todo un tema, generalmente solo lo hago cuando viajo por la Patagonia ya que me inspira cierta confianza y les diré que lo hago muy seguido. Alguien alguna vez me dijo que en la Patagonia todos dependen de todos y ser solidario es una característica inevitable.

Muchos amigos me han dicho que subir gente extraña es algo muy peligroso. Y en cierta forma es verdad, corrés el peligro de querer largar todo e irte de viaje por siempre, corres el peligro de conocer amigos nuevos, incluso de contagiarte el “Síndrome del Viajero Eterno”, corres el peligro de cruzarte con todo tipo de personas, diversas, interesantes, gente que te conecta desde otro lugar, con realidades diferentes a la tuya, gente que quiere escucharte y que la escuches. Y sí, también debe haber algún peligro real, pero mi consejo es: “¡no hagas caso a la tele y anímate a subir un viajero!”

Viajando por el mundo mucha gente me transportó sin conocerme. Es mi momento de devolver esos gestos.

¡¡Hasta la próxima amigos!!

ATE
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Arquitecto, bahiense y apasionado por los viajes, la naturaleza y la fotografía. Ha recorrido varias veces toda la Patagonia. Fue el creador del espacio Fotos con Historia que se emitió por la radio AM 550 y el canal 24/7 Noticias de Neuquén. Fundó una biblioteca en el Faro del Fin del Mundo en la Isla de los Estados ya partir de esa idea impulsa y dirige el proyecto “Sembrando Bibliotecas” que tiene el objetivo de fundar una biblioteca en cada provincia argentina. (https://www.facebook.com/proyectosembrandobibliotecas/) Además, tiene un canal de Youtube (https://www.youtube.com/@fotosconhistoria-diegoprom7270/) donde se pueden ver los videos con los relatos de viajes por la Patagonia y el mundo.
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