De su valor en el trabajo rural al ataque a la hacienda, de la mascota cariñosa a la leyenda urbana, de las fiestas populares a su ingreso desde el norte de la Patagonia. “El mejor amigo”, tiene su día.
Una parte de la ciencia indica que llegaron a la Patagonia hace unos diez mil años, de la mano de los primeros pobladores del extremo sur de nuestro continente. Otra parte sostiene que ingresaron desde el norte, acompañando a los españoles en su “conquista” americana. Lo cierto es que el perro adonde fue llegando, despertó amor y lealtad para con sus amos, destreza en la caza o el trabajo rural y especialmente, una compañía doméstica en las extensiones patagónicas.
Lo que ha significado el perro en las distintas comunidades que habitaron y habitan nuestra región tiene extremos que van desde ser enterrado junto a un niño, en un respeto y valoración funeraria, de acompañamiento en la muerte, hasta un perro neuquino, callejero al que un peluquero tiñó su cola de verde para que no se lo llevara la perrera.
En el caso de aquel hallazgo científico, en la nota “La tumba del niño y su perro que impactó en la ciencia patagónica”, publicada por Pasó Hoy, se dan a conocer esos aspectos históricos de la llegada de los canes a nuestra América y a nuestro sur, además de los aspectos de consideración y afecto que las antiguas comunidades daban a sus mascotas, reflejadas en esa tumba de ese menor con su animal, encontrada en La Pampa.
Además de ese recuerdo en la capital neuquina del perro urbano que se hizo famoso en las calles céntrica por su cola verde, encontramos en muchas localidades un personaje similar, una mención popular y hasta esculturas y monumentos que eternizan esa presencia, en algunos casos haciendo homenaje a un perro en especial o en otros valorando su colaboración en las tareas rurales.
Así es el caso del monumento que se encuentra en la plaza Fontana de Trevelin (Chubut) donde un grupo de vecinos pidieron al escultor Tomás Schinelli que hiciera una obra en hierro para valorar al perro callejero que se transforma en comunitario y querido por el pueblo. Pero además, que apunta a concientizar a la población sobre la importancia de las castraciones y la protección de los animales, ya que fue idea de la organización local “Voluntarios por las Castraciones” la colocación de esa escultura.
El mensaje de la organización fue “no más perros callejeros, ni comunitarios, no más abandono, no más muerte, no más maltrato, no más enfermedades, no más mordeduras, no más accidentes. Sí al control de la población canina y felina, sí a las castraciones por ser económicas, éticas y eficaces para los municipios, que son quienes deben garantizarlas”.
Otro homenaje al perro callejero encontramos en Bahía Blanca, en la plaza Payró, al lado del Teatro Municipal. Ese lugar era uno de los más frecuentados por «Cachirulo», un perro callejero y popular y que invita a reflexionar sobre todos aquellos animales que buscan un hogar. La iniciativa fue de los vecinos, junto a Mapa ONG, la Escuela de Artes Visuales y el municipio bahiense, para recordar a uno de los perros más queridos de Bahía Blanca que se hizo famoso caminando por el centro de la ciudad o por la Universidad del Sur.
Otro de los monumentos que encontramos en la Patagonia está ubicado en la localidad de Fitz Roy (Santa Cruz) donde se recuerda al peón rural y al perro ovejero, en un símbolo de reconocimiento hacia las tareas que se realizan en la producción ovina, característica de buena parte de los campos del sur argentino. Allí, a metros de la oficina de Turismo de la localidad, está la escultura en cemento con el cartel “Tributo al peón rural y al perro ovejero, Don Adolfo Moreira”. Esa compañía en el trabajo rural también se observa en el monumento de ingreso a la localidad del norte neuquino Las Ovejas, donde junto a un gaucho a caballo, cinco ovejas y un cordero, encontramos a un perro conformando la postal de la vida campesina de esa región.
Existen muchas más esculturas en la región y el país donde se homenajea al perro, ya sea en su faceta urbana como en las tareas de campo, pero también en las últimas décadas el abandono y su vuelta a los orígenes silvestres, ha generado un problema muy peligroso, tanto en las ciudades como en las zonas rurales. Esa situación, abordada profundamente por el biólogo Martín Monteverde, desde el Centro de Ecología Aplicada de Neuquén (CEAN), en la nota “Drama en Patagonia: “los perros sueltos se vuelven lobos”, publicada por este portal.
El ataque a personas o a la hacienda en los campos es un flagelo en la Patagonia y no es culpa del perro sino de los seres humanos que los abandonan y los animales recuperan hábitos silvestres, se indica allí.
La utilización de perros en otras actividades, como en la caza del jabalí en La Pampa y Río Negro, también despertó polémica al punto de que los organismos judiciales de ambas provincias debieron pronunciarse en cuando a esa utilización de galgos en la cacería deportiva.
Pero hablando de perros, no podemos dejar de lado cómo ellos también aportan su destreza para otras actividades, como las relacionadas con la detección de drogas tras el adiestramiento de las fuerzas de seguridad, en las tareas de rescate o lo que realiza nuestro querido “Darwin”, desde Villa La Angostura, con Alex Tersoglio y su hija Kenya. El Basset Hound entrenado por Alex para la detección de varias especies en peligro de extinción, como el huillín, el visón, las tortugas patagónicas (especial trabajo realizado en San Antonio Oeste), entre otras especies hace que sea requerido por científicos especializados en el estudio y la biología de estas especies, a las que se agregan otras indirectamente como aves afectadas por los animales nombrados.
Cada persona tiene un perro en su vida, seguramente. Y también cada localidad, donde no sólo se puede hacer un monumento sino también una festividad comunitaria, como es el caso de Tecka (Chubut), donde en el mes de febrero se realiza la Fiesta Provincial del Perro Ovejero. Allí, la gente de campo de la región se encuentra para disfrutar de diferente tipo de actividades, pero especialmente para homenajear el trabajo rural. El perro es el centro de la fiesta popular y por ahí anda, en medio de la polvareda, ladrando a los que corren, bailan o simplemente traen a su mente ese animal que forma parte de su vida.
En la Argentina, el Día del Perro se celebra el 2 de junio, en recuerdo a Chonino, un can adiestrado de la Policía Federal que fue baleado al atacar a dos delincuentes, en el año 1983. La celebración mundial, es este 21 de julio, es un acuerdo entre los países para la toma de conciencia sobre el cuidado, abandono y maltrato que suele sufrir los animales.