Ad image

Dos mujeres enamoradas de nuestro caballito de mar

Sergio Sarachu
Por Sergio Sarachu
La especie ha sido declarada "Monumento Natural" y despertó la pasión científica de estas dos investigadoras ubicadas en San Antonio Oeste y en Mar del Plata.

El hipocampus patagonicus, entre otros lugares de nuestro mar, vive en las costas de San Antonio Oeste y Mar del Plata. Allí también residen las dos biólogas que lo estudian, lo preservan y lo han hecho el centro de su vida científica.

A metros de donde habita el caballito de mar patagónico, vive la bióloga Lorena Storero, que pertenece a la Escuela de Ciencias Marinas de la UNCO en esa localidad rionegrina de San Antonio Oeste y al CONICET. También la bióloga Gabriela Pujol, en Mar del Plata, centró su estudio en nuestro hipocampus, al que encontró en el puerto, en ese fondo marino donde se puede hallar de todo.

Las características de esta especie que está siendo protegida por organismos de gobierno, además del alerta permanente que difunden desde la ciencia, tiene particularidades que son para enamorarse. Su pequeño tamaño, su fragilidad en el fondo marino y ese orgullo del macho de ser el que se “embaraza” porque es él quien tiene a su cargo la reproducción de la especie.

En Río Negro

Como publicáramos en nuestro portal a fines de enero de este año, los municipios de Mar del Plata y San Antonio Oeste lo han declarado como Monumento Natural, a través de la Ley Nacional 22351 que es considerada como la máxima protección que pueda dársele a una especie para su conservación y bienestar. Paralelamente, los legisladores rionegrinos Facundo Montecino Odarda (FdT) y María Liliana Gemignani (JSRN), impulsaron un proyecto para que se declare como “especie protegida de fauna silvestre en el Mar Territorial Provincial”.

Las iniciativas buscan “la protección y conservación de esta especie tan particular, (ya que) los informes muestran que en la bahía de San Antonio se ha constatado una retracción de su hábitat. Esto se debe al desarrollo industrial, urbanístico y turístico de la región. Así también como diversas amenazas como la pesca furtiva entre algunos factores a destacar”.

Al respecto, Storero señaló que en la región marítima de San Antonio Oeste se descubrió una población estable “aunque ya se encuentra más desperdigada” y que también se hallaron ejemplares en la zona de Puerto Madryn y en Mar del Plata.

Aquí compartimos la charla que tuvimos con ella, en directo desde San Antonio Oeste:

En Mar del Plata

El periodista Franco Spinetta habló con la otra bióloga dedicada al estudio y preservación del caballito de mar, Gabriela Pujol, y publicó esa charla en la revista Lugares del diario La Nación. Allí contó que “cuando a Gabriela Pujol le informaron sobre la posible existencia de una población de caballitos de mar en la costa de Mar del Plata, pensó inicialmente que se trataba de otra broma común entre pescadores y buzos de la ciudad costera. Uno de esos mitos que se cuentan en reuniones sociales y que todos consideran, aunque no lo mencionen abiertamente, como meros inventos. “Era como un chiste interno, siempre alguno decía que había visto a un hipocampo, pero nadie le creía”, dice Gabriela, sin contener la risa. Pero esta vez era diferente. La información provenía de un investigador vinculado al descubrimiento de un colega suyo, Diego Luzzatto, el biólogo que identificó y describió en 2004 una nueva especie, el Hipocampus patagónicus, que habita en las costas de San Antonio Oeste, en la provincia de Río Negro.

Storero (Izq.) y Pujol (Der.) unidas por la pasión científica y la investigación de nuestro hipocampus.

Un año antes, en 2003, Gabriela había comenzado a trabajar en el Museo Municipal de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia, con la misión de reestructurar el acuario. Pero esta bióloga formada íntegramente Mar del Plata, buzo profesional científico, ya tenía en mente un proyecto completo destinado a la investigación, divulgación y exhibición, en especial con las colecciones biológicas asociadas a la zona. “Desde ese momento, comenzamos a bucear con mayor frecuencia en la costa de Mar del Plata en busca de los caballitos de mar”, relata.

El ambiente era bastante hostil en la escollera norte del puerto marplatense. Además de ser una especie esquiva y difícil de avistar, existía un elemento adicional: la poca visibilidad y la temperatura del agua. “Lo interesante de este caso es que este animal está asociado a lugares prístinos, pero aquí está viviendo dentro del puerto, donde se encuentra de todo en el fondo, incluso lápidas”. Y agrega: “Esta especie es muy difícil de ver, no sólo porque están en bajas densidades, se camuflan con el fondo y permanecen quietos”.

Mientras miles de turistas disfrutaban de las playas, o soportaban temperaturas bajo cero en invierno, Gabriela y su equipo se sumergían en las profundidades del Atlántico hasta que finalmente encontraron un grupo de caballitos de mar. “Posteriormente pudimos confirmar que se trataba de la misma especie descubierta por Diego en el sur, mediante análisis de biología molecular”, revela.

Una vez que confirmaron que se trataba de una población estable, comprendieron que debían tener cuidado, ya que los caballitos de mar son una especie codiciada y de alto valor. Si anunciaban su presencia así sin más, corrían el riesgo de que los sacaran para venderlos en el puerto.

El monitoreo les llevó dos años, entre 2008 y 2009, un trabajo que luego se extendió en el laboratorio. Antes de dar a conocer la noticia, que estaba garantizada para tener un gran impacto, el Museo de Ciencias Naturales comenzó a trabajar en la protección del caballito de mar. Se presentaron ante el Concejo Deliberante de la ciudad y solicitaron que se lo protegiera como Monumento Natural. La normativa se aprobó en 2010. “Me presenté en el recinto para solicitar su protección. Cuando se dio a conocer su presencia en Mar del Plata, causó sensación y nos hicieron entrevistas de todo el mundo”, recuerda Gabriela.

Monumento natural

¿Por qué es importante su protección? Un Monumento Natural es cualquier animal, planta o manifestación de la naturaleza (incluso un volcán) que, debido a sus características, rareza, belleza, importancia educativa o por ser una especie emblema, merece un grado de protección especial. Algunas subespecies del caballito de mar está en peligro de extinción a nivel internacional. “A nivel internacional están protegidos”, enfatiza. Son pocos y se sabe poco sobre ellos. La investigación aún está en curso. “El Hipocampus patagónicus está considerado como vulnerable”, amplía.

“Aquí hay una realidad”, advierte Gabriela. “Hay muchas cosas que están desapareciendo antes de que nos demos cuenta. Reconozcámoslo”, indica. Los caballitos de mar tienen características biológicas que los hacen muy vulnerables a los cambios físico-químicos, a la sobrepesca, la pesca incidental, la captura para la medicina tradicional china y el acuarismo. En muchos lugares se venden como souvenir, por ejemplo, en los países asiáticos está relacionado con la fidelidad y es un regalo que se les hace a los recién casados. Es una especie que se reproduce poco y no migra. “Si destruís el lugar donde están, destruís esa población, ya que no pueden desplazarse”, agrega.

Una vez que obtuvieron la protección para la especie, comenzaron a llevar a cabo una campaña de concientización intensiva, utilizando al caballito de mar como emblema. “Empezamos a trabajar con escuelas, docentes y grupos de protección del patrimonio. Y realmente funcionó muy bien. La gente se asombra, no puede creer que haya caballitos de mar aquí. Y esta especie genera un atractivo especial”, comenta.

Lo que fascina a Gabriela de este animal es su ritual de apareamiento y su forma de reproducción. Es algo único y fascinante. El macho es el que se embaraza, la hembra deposita los huevos en una bolsa incubadora que fertiliza. Dentro de esa bolsa, los embriones se implantan y se produce un intercambio de fluidos. En un momento determinado, se produce el parto. “Eso es increíble, es muy raro en la naturaleza”, dice maravillada.

Una vida ligada a la ciencia y la investigación

Gabriela asegura que no había posibilidad de que su vida no estuviera ligada al mar. Su primer acercamiento a ese mundo “desconocido” fue a través de las enciclopedias de Jacques Cousteau. Cada semana esperaba ansiosa la llegada de un nuevo volumen de la enciclopedia. Ese día era una fiesta. “Además, luego empezaron a llegar los videos y fue una locura total. Nací con esta conexión con la naturaleza y, más específicamente, con el mar, ya sea para bien o para mal”, recuerda.

ATE
Compartir este artículo
Seguir:
Periodista y escritor (autor de las novelas "Arde La Colmena" y "Un hijo de tres madres", además de varios libros de poesía. Neuquén. Editor.
Dejanos tu comentario