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El arreo de animales en la «veranada» neuquina, en primera persona

Redacción
Por Redacción
En verano suben hacia las alturas en busca de los pastos frescos que dejó la nieve. Foto: archivo

Familias crianceras que practican la trashumancia en la provincia del Neuquén, inician entre el 20 de noviembre y los primeros días de diciembre, el desplazamiento de animales desde los campos bajos a los valles altos de la veranada cordillerana en busca de pasturas y agua para el engorde del ganado.

Esta práctica cultural se mantiene en pocos lugares del mundo y en Neuquén forma parte del patrimonio inmaterial de la provincia.

Los testimonios de trashumantes dan cuenta de las adaptaciones e innovaciones que realizan las familias para mantener esta costumbre vigente. Las declaraciones remiten a la separación del grupo familiar para que unos viajen con los animales mientras otros quedan al resguardo de la vivienda, la incorporación de viajes en camión para sumar seguridad en los traslados y la necesidad de generar arraigo en los jóvenes para mantener esta costumbre ancestral.

“Decimos que tenemos dos tiempos en nuestro ciclo de vida: en invierno y en primavera, la rotación de ciclo tiene que ver con el conocimiento de nuestro pueblo para que la flora y la fauna pueda renovarse porque los humanos generamos desequilibrio y se tiene que regenerar”, comenta la lonko Sivia Curaleo de la comunidad mapuche Gelay Co del paraje Santo Domingo.

En su comunidad hay un grupo de 17 hombres y mujeres que practican la trashumancia. “En la región estamos atravesando más de nueve meses de sequía, la crisis de agua afecta a los animales y obliga a las familias a ir a mediados de noviembre hasta abril para conseguir agua y pasturas”, comentó Curaleo.

También manifestó que “es una vida sacrificada, se aprenden nuevas prácticas, hay que incorporar conocimientos para mejorar como sector productivo y si mejora el sistema económico, mejora a calidad de vida de la comunidad”.

En cuanto a innovaciones, la lonko destacó “el control de majada, poder sacar los animales de rezago (viejos), que las hembras no queden preñadas en el retorno para evitar crías débiles, cumplir con el calendario sanitario de los animales, incorporar genética al sector productivo y a los animales de granja para poder garantizar rentabilidad y sostenibilidad dentro de la ruralidad”.

También comentó que es un desafío generar arraigo de los jóvenes, “en algunas familias solamente quedaron las personas mayores porque los jóvenes se van, se pierden prácticas culturales como esquila a tijera o el cuidado de animales porque no es rentable y no llama la atención de las familias jóvenes”.

Juan Pablo Silva vive a 20 kilómetros de Cutral Co, en Aguada del Durazno, cuenta que junto a su hijo y su yerno mueven 250 chivas, 20 vacunos y una tropilla de 12 caballos en dos jaulas de camiones. Todos se trasladan a Litrán por Pino Hachado, “mi veranada está sobre el camino que va a Villa Pehuenia”, comenta.

Ellos y los animales viajan hacia la cordillera el 20 de noviembre y regresan a fines de marzo, en una camioneta llevan lo indispensable: ropa, abrigo y enseres para comer, “si nos falta algo tenemos que ir hasta Villa Pehuenia”, expresa el criancero.

La gastronomía campesina contempla chivito, charqui o carne salada, ñaco, mote, chupilca, empanadillas, sopas, mate y vino.

Elisa Quilapi de la comunidad Quilapi de Chorriaca comenta que su marido y su hijo practican la trashumancia. Su hijo Pedro está estudiando en EPET 18 de Senillosa en tercer año y apenas termina el ciclo escolar parten hacia la veranada. “Es muy inteligente y buen compañero, nuestra meta es que termine el secundario”, expresó.

Salen desde Chorriaca hasta Cajón de Hualcupen. “Vamos los primeros días de diciembre, pero antes llevamos a las vacas para que puedan engordar”, cuenta Elisa. El viaje demanda tres días. “Luego voy yo, cruzo un río, un pantano y después de un mallín llego a mi puesto”, indica la criancera que en su bolso lleva platos, cubiertos y ropa de abrigo porque a pesar de estar en verano, “allá hace mucho frío”.

En épocas de gran sequía “sufrimos la muerte de más de cien chivas, 22 vacas y ahora estamos tirando con los animales que tenemos”, indica Elisa y agrega: “Me encanta el campo, aunque haya calor, viento, lluvia, nieve, me quedo con el campo toda la vida”.

El criancero Jorge Álvarez de Santo Domingo comenta que antes demoraba nueve días para hacer los 240 kilómetros que recorre hasta la cordillera en el límite con Chile y “ahora cargamos los animales en camión”. Su arreo está conformado por más de 200 chivos y viaja junto a sus suegros y su yerno mientras “mi señora, mis primos y mis hijas nos acompañan y luego vuelven porque no se puede quedar la casa sola”, señala.

Los ciclos de la vida ganadera en la ruralidad consideran las siguientes etapas: en invierno se reproducen los animales; en primavera se dan las pariciones, castración y señalada; en el verano se realiza el traslado de los animales a las zonas altas; con la llegada del otoño y las primeras nevadas retornan al puesto de invernada de las tierras bajas.

Con información de la Secretaría de Prensa y Comunicación de la provincia del Neuquén.

ATE
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