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«El arriero va» ¿es de Yupanqui o de una mujer?

Redacción
Por Redacción
"El arriero va" ¿es de Yupanqui o de una mujer? Se cumplen hoy 116 años de su nacimiento. Foto: Télam

A 116 años del nacimiento de Atahualpa Yupanqui, su inmensa obra se resume en la popularidad de sus canciones y entre ellas la que se transformó en un himno de protesta y ha sido grabada en todo el mundo y por músicos de diferentes géneros: El arriero va. En la Argentina, basta nombrar a cientos de folcloristas y a la banda de rock Divididos, que llevó el tema a nuevas generaciones. Este 31 de enero, el día del que era su cumpleaños, también se abren nuevas perspectivas sobre su legado y el gran trabajo que realizó con su compañera de vida.

Su hijo, Roberto “El Colla” Chavero, dedicó gran parte de sus 75 años a mantener viva la memoria de su padre y poner en valor a su madre, Nenette Pepin Fitzpatrick, quien escribió varias de las melodías más célebres de Don Ata.

Es que Nenette, la concertista francesa que fue la segunda mujer y compañera de Atahualpa durante gran parte de su vida, escribió varias de las melodías más conocidas del artista como “El arriero va”, “Luna tucumana”, “El alazán”, “Indiecito dormido”, “Chacarera de las piedras”, “Vidalita tucumana”, “Zamba del otoño”, “Guitarra dímelo tú”, entre otras. Ella usaba el pseudónimo de Pablo del Cerro (Pablo porque ella se llamaba Antonietta Paule y del Cerro porque fue en ese rincón de la Argentina donde ella encontró su lugar en el mundo).

Fitzpatrick nació en 1908 en la isla Saint Pierre y Miquelon, territorio francés de ultramar ubicado en la costa Atlántica de Canadá. Por ser una colonia francesa, al nacer Nenette obtuvo la ciudadanía de aquel país. Durante su infancia se mudó a Francia junto a su familia donde comenzó sus estudios de piano y en 1926, cuando terminó la secundaria, desembarcó en Argentina y estudió en el Conservatorio Nacional de Música. Conoció al reconocido cantautor en un concierto de música folklórica en Tucumán en 1942 y cuatro años después comenzaron a convivir.

En palabras de Roberto Chavero, su hijo, Nenette era “puntillosa”. “Cuando escuchaba una interpretación o una zamba o chacarera sin asidero regional, carentes del rasgo particular que cada paisaje imprime a aquellas obras que lo traducen, reaccionaba con una observación clara y detallada. Valoraba por sobre todo lo auténtico de las obras”, detalla.

Por otra parte, “El Colla” rememora las canciones que Yupanqui llevaba más cerca de su corazón y señala cinco temas que estaban entre los favoritos de su padre, que son «Tierra querida», «Hay leña que arde sin humo». «La Humilde», «Sin caballo y en Montiel» y «Coplas de Baguala».

«Alguna vez me comentó mi tata que no comprendía que el público prefiriera tanto a ‘Luna Tucumana‘ y no a esta zamba (refiriéndose a ‘Tierra Querida’). Yo tenía 15 o 16 años. Tal vez lo hizo para que comprendiera el mensaje que había en ella. Recorrer los paisajes de su tierra para traducirlos en canciones”, destaca Chavero hijo.

Héctor Roberto Chavero (Atahualpa Yupanqui), nació el 31 de enero de 1908 en Juan A. de la Peña, un pueblito bonaerense cercano a Pergamino. Atahualpa renovó la música argentina con un estilo personal que hacía foco en las costumbres del hombre común. Murió el 23 de mayo de 1992 en Nimes, Francia, acompañando a una delegación de artistas argentinos. Su obra es extensa, profunda y está siempre vigente.

La historia de El Arriero

Todo lo que cuenta Atahualpa en sus memorias lo hace poéticamente. Como el recuerdo de la historia que dio origen a “El Arriero va”, inspirada por el dicho de un gaucho lugareño que iba arreando unas cuantas vacas por una finca anteña.

“Fue en esos tiempos que me tocó ir cazando por los montes boscosos de Anta, en Salta, aunque a mí nunca me gustó cazar. Sería más o menos hacia el año 44. Comencé el camino en los cerros de Raco y seguí por el Alto de Anfama hacia Tafí del Valle, tomé el sendero de los valles y fui a dar en Lumbreras, cerca del río Piedras, doce leguas adentro de Ruiz de los Llanos. Qué sé yo si era el 44. Hará de esto una temeridad de años. Se me ocurrió meterme en la estancia de los Matorras, sobre los mismos cerros de Anta. Allá estaba con mi amigo el ‘Mushinga’ Ruiz Huidobro, asando una corzuelita recién cazada, cuando pasó un hombre arreando hacienda. Junto a nosotros había un puestero, cuidador del cerro (en esa clase de estancias, los cerros tienen cuidadores) al que invitamos a almorzar para que nos disculpara el hecho de haber cazado en la zona”, recordaba Atahualpa.

“Estábamos a la orilla de un río chiquito y pasó un paisano arreando una tropita de veinte vacas. Iba yendo por la costa de una sendita sin alambre. Punteaba un novillo viejo y los demás lo seguían, mansos. Se llamaba el arriero Antonio Fernández. Le decían ‘don Anto’, según lo supe cuando el cuidador del cerro lo reconoció y lo saludó con sus buenos días. ‘Buenos días, buen provecho’, contestó el hombre. Nosotros no habíamos comido todavía así que lo del ‘provecho’ nos sonó a insinuación. ‘Bájese don Anto’, le dijimos. –No –dijo él. Ya voy a venir más tarde en todo caso. Voy llevando esta hacienda para la finca. -¿Y por qué anda tan apurado? –le preguntamos. Encogiéndose de hombros el arriero contestó: –’Es que tengo que andar no más. Ajenas culpas pagando y ajenas vacas arreando’. Se me pegó el refrán y ahí mismo lo anoté en unos papeles que llevaba en las alforjas. A partir de aquellos versos fui desovillando los otros: ‘Las penas y las vaquitas / se van por la misma senda / Las penas son de nosotros / las vaquitas son ajenas’. Así nació la canción ‘El arriero’, mientras casi de contrabando estábamos asando una corzuela”, rememoraba Atahualpa Yupanqui el origen de esta obra, registrada bajo el título de “El arriero va”, con música de Nenette Pepin Fitzpatrick (Pablo del Cerro) y la letra de Héctor Roberto Chavero.

ATE
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