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El blog de historias patagónicas que resiste a fuerza de calidad

Sergio Sarachu
Por Sergio Sarachu
A punto de cumplir 13 años, con 400 artículos de historia patagónica, el blog Bahía sin fondo es un sitio obligado para conocer nuestro pasado.

Pasión y seriedad son las dos llaves que desde 2010 mantienen abierto un sitio creado por Patricio Donato y donde todas las habitaciones tienen un riquísimo material histórico de la región.

Se van a cumplir 13 años desde la apertura al mundo a través de internet del blog Bahía sin fondo que creara Patricio Donato con artículos de investigación sobre la región patagónica. En estas horas, señaló con orgullo que el lugar llegó a las 400 notas publicadas y surfeó miles de batallas. Entre ellas, la aparición y competencia de otras alternativas de comunicación, como el apogeo de las redes sociales, los portales digitales y la vida de noticias y publicaciones subordinadas a los algoritmos de la inmediatez.

La plataforma de blogs fue de las primeras que fueron habitadas por aquellas personas que buscaron comunicar contenidos, ofrecida en forma gratuita como sitio en Internet y que no requirió de mayores conocimientos en las cuestiones del tránsito digital. Con la rapidez de la tecnología (a una velocidad de la Fórmula 1 para mucha gente), fue desplazado de la consulta diaria por otras herramientas veloces y voraces que a su vez dejaron de lado también la lectura profunda, el texto cuidado y la investigación seria.

¿Cómo hizo este investigador y docente universitario para mantener vigente a un lugar apedreado por ese vértigo de la digitalización cotidiana? Él no lo dice, pero seguramente ha sido con las llaves de la pasión y la seriedad con que mantuvo abierta esa puerta para ingresar a las 400 publicaciones sobre la historia patagónica.

En su reciente artículo sobre este acontecimiento, nos recordó que en el próximo 24 de julio, el blog Bahía sin fondo cumplirá sus primeros 13 años y que en su nacimiento, una especie de presentación formal del sitio, confesó por qué el nombre: “la elección del nombre tiene un doble significado. El primero es un homenaje a la Patagonia, a «mí Patagonia», a esa que vivo y viví (si bien ahora no resido allí en forma permanente, vuelvo siempre que puedo). El otro es el concepto de infinito, de ausencia de límites. Mi idea es trasmitir, a través de este blog, ideas, vivencias, historias, noticias, y otros asuntos de interés”.

Además de reflejar la actividad del blog en estos casi 13 años, Donato también incluyó su propio recorrido personal en cuanto al ritmo y característica de las publicaciones y un dato no menor: el nacimiento desde el blog del libro “El vapor Kaiser”. “Quizás lo más relevante de todo eso –indicó- fue el libro sobre el vapor Kaiser, publicado en diciembre de 2021, que nació en este blog muchos años antes, y que se fue conformando con el material de las notas del blog más algunas otras fuentes no publicadas”.

Siempre es bueno reconocer estas pasiones y publicaciones serias que no abundan hoy en la virtualidad cotidiana, especialmente porque sacan a superficie los temas que dan población a nuestra Patagonia. Por eso, ¡felicitaciones Patricio Donato!

Y para festejar este acontecimiento entre Pasó Hoy y el blog Bahía sin fondo, queremos compartir una nota que también nos hermana, ya que (como él lo dice en el artículo) fue incentivada a través de una emisión que tuvimos en el ciclo Fotos con Historia con Diego Promenzio, cuando emitíamos el programa por AM 550 y el canal 24/7 Noticias de Neuquén.

Cabo Raso: fantasmas y enigmas de un pueblo desaparecido

Así es el título de la nota publicada el 22 de noviembre de 2020 por Patricio Donato en el blog Bahía sin fondo, que aquí compartimos en su totalidad:

Hace unos años escribí una nota dedicada a los misterios de la Patagonia, que comenzaba diciendo que la región ha sido, y todavía es, un lugar donde mito y realidad se confunden. Ya sea por su inmensidad, la soledad, la lejanía o por los relatos de los primeros exploradores y aventureros que se internaron en ella, la región patagónica evoca sensaciones misteriosas. Las historias de campo, los rumores de pueblos y las noticias perdidas en viejos diarios conjugan un brumoso paisaje de medias verdades o silencios inoportunos. El misterio, como ya hemos visto en este mismo blog, puede presentarse como una luz en el cielo, un esquivo submarino, una tumba sin identificación o un desembarco furtivo al amparo de la noche. Y también puede presentarse como un pueblo fantasma, un enclave abandonado con historias que tienen de todo un poco. Ya hablamos, hace tiempo, de Puerto Lobos y Bahía Cracker, dos parajes solitarios donde alguna vez existió el germen de una población. Hoy los quiero invitar a viajar hasta un lugar un poco más al sur, hasta el punto medio de la franja costera chubutense, a un lugar llamado Cabo Raso.

Un viejo cartel de vialidad provincial que nos indica que hemos llegado a la localidad de Cabo Raso. Si fuera como en las películas norteamericanas, en la parte inferior seguiría con la leyenda «Población: 0».

Breve historia de Cabo Raso

Según cuenta Andrés Jozwicki en su libro «Historia de los puertos de Chubut», el nacimiento del pueblo de Cabo Raso se produce a partir de la llegada de Ricardo Fischer a la zona, quien establece el casco de su estancia a 20 km de allí. En 1899 construye un galpón de chapa en la costa del cabo para resguardar la zafra de su producción (plumas, cueros y lanas). En 1900 llega Eduardo Mitche, quien funda la estancia «La Berna», y de esa forma el pueblo empieza a tomar forma incipiente en torno a la demanda de estas nuevas estancias. En ese mismo año, el 25 de diciembre, comienza a operar la oficina de telégrafos, en una porción de terreno donada por el mismo Fischer. Estos pequeños hitos fundacionales fueron colocando, de a poco, el nombre de Cabo Raso en los mapas.

Publicidad de la estancia «Berna» aparecida en el semanario Golfo Nuevo del 8 de enero de 1944. Como nota al margen, tema para otra nota, toda la zona comprendida entre Rawson, Comodoro Rivadavia y la Ruta Nacional Nº3 está llena de estancias que fueron creadas por familias alemanas. Eso generó y alimentó muchas historias sobre la presencia de agentes alemanes durante la Segunda guerra Mundial

Los barcos que cubrían las rutas entre Buenos Aires y los puertos patagónicos no se detenían a menudo en Cabo Raso, y cuando lo hacían, descargaban su carga en barcazas hasta la playa. De hecho los pobladores del lugar se quejaban a menudo de la falta de servicios marítimos. Sin embargo, esto no fue obstáculo para que la Fragata Sarmiento recale en el lugar en 1901, durante su segundo viaje alrededor del mundo. En 1925 se puso en servicio el faro de Cabo Raso.

Rara fotografía donde se aprecia el trabajo de carga de un barco en Cabo Raso. En la playa se puede apreciar una especie de pasarela para arrastrar la carga. Foto extraída del libro de Andres Jozwicki, «Historia de los puertos de Chubut»

Para el año 1910 en Cabo Raso ya se podía encontrar un Juzgado de Paz y una oficina de Registro Civil, pero aún no lograba tener un servicio de policía estable, con idas y venidas de agentes de policía y una comisaría precaria. Según el censo de población de los territorios nacionales de 1912, que fue realizado por el Ministerio del Interior, en Cabo Raso había 138 habitantes. En el mismo censo se califica a la población de Cabo Raso como rural, lo cual indica la naturaleza incipiente del pueblo, que en la práctica se trataba de un centro o punto de encuentro de diferentes estancias.

Una poco conocida foto de Cabo Raso, circa 1910. Fuente: «La educación en el Chubut 1810-1916», de Sergio Caviglia. [Aclaración 23/11/2020: según comentarios de algunos lectores, esta foto más bien podría corresponder a Camarones en 1910].
Fotografía de Cabo Raso (circa 1922). Fuente: Facebook Fotos antiguas del Chubut.

La educación en Cabo Raso

La educación fue un problema que nunca terminó de resolverse por completo en Cabo Raso. Según los datos extraídos del trabajo de Sergio Caviglia, «La educación en el Chubut 1810-1916», un censo escolar realizado en Chubut en 1900 reveló que de 366 niños en edad escolar había unos 186 que no asistían a clase por las faenas agrícolas y las ocupaciones domésticas. En el caso particular de Cabo Raso, se habían censado 3 niñas y 7 niños entre 6 y 14 años (60% argentinos y 40% españoles), de los cuales solo tres estaban alfabetizados (no aclara si varones o mujeres). Extendiendo el área del censo hasta abarcar Camarones y Punta Atlas, el número de niños en edad escolar trepaba a 27, con lo cual se concluía que no valía la pena establecer una escuela por la relación entre niños y área (hay casi 100 km entre Punta Atlas y Camarones, con Cabo Raso a mitad de camino). Unos años después, en 1903, aparece una nota en el diario La Nación del día 27 de noviembre, en donde se habla del alarmante número de analfabetos y la falta de escuelas en Cabo Raso y Camarones, entre otros poblados de Chubut.

La primera y rudimentaria escuela llegaría en 1909, de la mano de un poblador local. Según se declara en libro de «La educación en el Chubut 1810-1910»:

El poblador y constructor José María Elgorriaga edificó una casa de piedra en 1909, que resultó el edificio de la Escuela Nacional N° 92, donada por suscripción pública al Consejo Nacional de Educación, casa de piedra, pisos y cielorrasos de madera, fue también construida la casa habitación del director y la familia.

El primer maestro fue don Perfecto Fernández, Luego don Manuel Ayllón (en 1914) que llegó de la escuela boer de Colonia Escalante, ocupó por años el puesto de director. La enseñanza primaria estuvo luego a cargo de una escuela ambulante en razón de que el número de alumnos no justificaba una escuela de carácter permanente.

En 1914, según un nuevo censo escolar, en Chubut había 4467 niños, de los cuales 1925 estaban escolarizados y 2542 eran analfabetos. En el caso particular de Cabo Raso se reportaban 19 niños inscriptos en la escuela Nº92.

En la edición del sábado 30 de julio de 1921 del semanario Golfo Nuevo (Puerto Madryn), se publicó este resumen de un decreto del gobierno que creaba nuevos pueblos y colonias agrícolas y pastoriles en Chubut, entre las cuales se hallaba Cabo Raso.

El ocaso de un pueblo

Cabo Raso nunca llegó a tener una masa crítica de población como para sostenerse. Posiblemente haya llegado a contar con unos 200 habitantes en su mejor momento. Si bien tenía estafeta de correo, juzgado de paz, telégrafo, escuela y almacén de ramos generales, su existencia dependía de las estancias que lo rodeaban y de la ruta que unía la provincia siguiendo la línea de la costa. Por ello, cuando la traza de la Ruta Nacional Nº3 se corrió al oeste, para unir Trelew y Comodoro Rivadavia con una extensa y monótona recta, comenzó la cuenta regresiva para Cabo Raso. La nueva ruta evitaba el zigzagueo por los barrancos de la estepa y los cañadones hasta el mar, y de esta forma el pueblo quedó lejos de todo. Camarones, un poco más desarrollado en aquel entonces, pudo escapar al destino, a pesar del desplazamiento de la ruta, y logró prosperar y conservar su identidad de auténtico pueblo patagónico. Pero Cabo Raso no pudo, y lentamente sus pobladores comenzaron a migrar, y las pocas instituciones publicas que habían llegado comenzaron a partir, entre las cuales se hallaba la estafeta postal, que fue cerrada en los años setenta.

La última pobladora de Cabo Raso se llamó Mercedes Finat, y era la propietaria del almacén de ramos generales “La Castellana”. Según algunas fuentes, Mercedes Finat no salió del pueblo durante más de 30 años y todos los días de su vida fue la encargada de pasar, ad honórem, el parte meteorológico de la zona hacia la capital de la provincia. Mercedes Finat se negó a partir, como el resto de los pobladores de Cabo Raso, y murió allí, en soledad, en 1985. A partir de entonces el pueblo solo sería frecuentado por ocasionales viajeros y pescadores, y por los fantasmas del pasado.

Baliza de Cabo Raso, hoy en día abandonada y en desuso.

Cabo Raso hoy

Para llegar a Cabo Raso no queda otra opción más que tomar el camino de la Ruta Provincial Nº1, ya sea desde el norte o desde el sur. Si el recorrido se hace desde el norte, desde Rawson, lo primero que vamos a encontrar es la pingüinera de Punta Tombo, donde casi medio millón de pingüinos hacen sus nidos, se reproducen y crían a sus pichones. Si en lugar de entrar en Punta Tombo seguimos rumbo al sur, nos vamos a encontrar a unos 55 km con una amplia bahía con playa de pedregullo y un cabo rocoso y bajo: el Cabo Raso. En los alrededores se extiende la estepa patagónica, y no es raro ver choiques, guanacos y maras cruzando por la ruta. En cuanto al pueblo, lo que quedan son las ruinas de las casas , a los costados de la ruta, que pasa por el medio. Hace unos años no había nadie, con excepción de algún ocasional pescador solitario. Hace unos pocos años se estableció un emprendimiento de alojamiento que acondicionó las ruinas de algunas de las casas y que intenta volver a la vida al fantasmal sitio. Entre las decenas de historias que seguramente nos pueden contar esas ruinas hay algunas que quiero rescatar muy brevemente en esta nota, tal como les contaré a continuación.

Algunas imágenes de los restos de las casas de Cabo Raso, en enero de 2017. Actualmente se han reciclado algunas de ellas para un emprendimiento turístico.

El Cementerio de Cabo Raso

Como buen pueblo, Cabo Raso tiene su cementerio, emplazado en el mismo cabo y mirando hacia el océano. Sorprende, por lo menos a mi, su tamaño y su buen estado de preservación. Después de ver los destrozos ocasionados en el pequeño cementerio de Puerto Lobos, y de escuchar las historias sobre los daños ocasionados en el cementerio viejo de Puerto Pirámides, me sorprendió gratamente hallar éste en muy buen estado. Allí se encuentran sepultados algunos de los antiguos pobladores de Cabo Raso, aquellos que decidieron no irse, como la última pobladora, Mercedes Finat. También podemos encontrar la tumba de Finn Olsen, el propietario de una estancia en las cercanías de Cabo Raso, que fue vinculado, aparentemente sin ninguna prueba, de haber colaborado con agentes nazis en la región durante la Segunda guerra Mundial. Una historia que trae reminiscencias de las historias de misteriosos submarinos alemanes desembarcando personas y cargamento en los días finales de la Segunda Guerra Mundial. Seguramente se trate de un mito más, pero en aquella soledad, con la única compañía del viento y las olas que rompen sobre el cabo, no es difícil imaginar que algo así pudo haber pasado.

El cementerio de Cabo Raso se encuentra bien preservado y transmite una melancólica paz al entorno. En primer plano se ve la tumba de Mercedes Finat, la última pobladora de Cabo Raso y al fondo, hacia la derecha, la de Finn Olsen.

Un extraño resabio del proyecto Cóndor

Si hay algo que uno no espera encontrar en un sitio como este es un emplazamiento de prueba o lanzamiento de misiles. Pero la Patagonia siempre nos sorprende, y en el medio de esa inmensidad y soledad nos encontramos con una curiosa construcción de forma trapezoidal, que actualmente se encuentra reacondicionada como un alojamiento. Dicha estructura, que desentona claramente con el paisaje y con el resto de las casas en ruina, formaba parte de un sitio de pruebas que, supuestamente, se iba a usar para ensayar el celebre misil Cóndor II, que fue desactivado durante la década menemista por presiones del gobierno norteamericano. Nunca sabremos la magnitud de los ensayos que se iban a realizar en Cabo Raso, quizás la historia le hubiera deparado un inesperado futuro en la industria aeroespacial. En lugar de eso, quedó un curioso búnker y la anécdota de una de las tantas cosas que la Argentina dejó en el camino por desidia o por malicia.

El búnker de Cabo Raso, una inesperada construcción en la solitaria costa patagónica.

El pesquero Chubasco

Lo que no puede faltar en un lugar de la costa patagónica como Cabo Raso es un naufragio. No se trata de uno antiguo ni, por suerte, de una historia trágica, pero se trata de un pecio y es muy accesible para los ocasionales visitantes. Se trata del pesquero Chubasco, de Mar del Plata, que zozobró por culpa de una fuerte tormenta en marzo de 2002. La tripulación fue rescatada a tiempo, y la furia del mar arrojó al Chubasco sobre el mismo Cabo Raso, partiéndolo en dos partes, las cuales quedaron sobre la restinga rocosa.

Vista de babor del pesquero Chubasco, con el puente de mando en primer plano.

Palabras finales

Cabo Raso es un pequeño resumen de historia y naturaleza patagónica. Forma parte de un circuito costero que ha permanecido detenido en el tiempo desde la primera mitad del siglo XX. Sobre el trazado de esa fascinante ruta provincial Nº1 el tiempo se ha detenido, y salvando el desarrollo turístico que ha representado Punta Tombo, o la supervivencia de Camarones, que ha sabido entrar al siglo XXI sin renunciar a ser un auténtico pueblo patagónico, el resto de la ruta y sus paisajes parecen sacados de una película antigua. Cabo Raso resume esa sensación a la perfección, con el atractivo peculiar de ser un pueblo fantasma, con paredes silenciosas y misterios susurrados por el viento. Si bien en los últimos años hay un intento, desde lo turístico, de resucitar a Cabo Raso, a través de un emprendimiento comercial, el lugar sigue teniendo ese encanto magnético que tienen los parajes alejados. La soledad, el viento, el paisaje, la historia… y el mar, siempre el mar, moldeando la geografía del cabo. Creo que se acabaron las palabras para describir las sensaciones que me evoca ese lugar, al que debo una nueva visita en cuanto pueda escaparme para ese lado. Nos vemos en la próxima entrada.

P.S.: Esta nota la tengo en mente desde enero de 2017, cuando visité el lugar por primera vez, pero por diversos motivos la abandoné y retomé sin éxito desde entonces. La entrevista a Diego Promenzio en el programa de Sergio Sarachu a principios de este mes terminó por darme el empujón necesario para ordenar las ideas y armar este texto que he tratado de resumir aquí.

ATE
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Periodista y escritor (autor de las novelas "Arde La Colmena" y "Un hijo de tres madres", además de varios libros de poesía. Neuquén. Editor.
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