“Comisario ya detuvimos al homicida, era el “manco” Díaz nomás” se apresura en notificar el sargento Jesús Sánchez al hasta entonces todopoderoso comisario Diego Ritchie.
Río Gallegos amanece conmocionada con un brutal asesinato, registrado en las afueras de la pequeña capital. La víctima era una mujer llamada Dominga Quiroga, ama de casa, ultimada luego de “ataque de celos” de su pareja el jornalero chileno Juan de Dios Díaz, más conocido por su apodo: “el manco”.
“Catorce puñaladas comisario, de no creer, hasta coincidió con el número del día. Impresionante el cuadro que nos encontramos”, concluye el sargento. El jefe Ritchie sigue pensando y comenta “fíjese la paradoja, la vino a matar el día de los enamorados, justamente casi como un sin sentido”.
El sargento Sánchez asiente mientras le da vueltas a las coincidencias de la fecha ignorando lo de la celebración del “Día de los enamorados” o ”Día de San Valentín. “Y eso como es..? inquiere, curioso.
El comisario Ritchie, considerado un “duro” en la cuestionada policía territorial es un hombre que pese a todo, ha leído acerca de la historia. Sabe que se avecinan momentos conflictivos, ya que en el país los anarquistas que han copado la conducción de los sindicatos agitan en pos de conquistas laborales y sociales.
“Ya le cuento sargento, ya le cuento cuando termine con este artículo el diario “La Unión” que tiene datos interesantes. Se habla de la cantidad de habitantes que tiene ahora Río Gallegos. Pasamos los cuatro mil quinientos habitantes y sabe, estos homicidios van a crecer. A mayor cantidad de pobladores, mayores serán los conflictos”, dice como profetizando.
“Bueno, parece que este hombre perdió la cabeza y la mató, como la leyenda del “día de los enamorados”. El sargento Sánchez no es romántico, pero sí curioso y rápidamente pregunta sobre la historia. Dígame comisario como es eso”.
Ritchie sonríe. Se siente un erudito hablando ante el subalterno. “Vea Sánchez la cuestión es así “El Día de San Valentín es una de las fechas más famosas en el mundo. La celebración típica está rodeada de corazones rojos, regalos costosos, pedidos de matrimonio y cenas románticas. Pero pocos saben cómo nació esta festividad.
Como casi todas las costumbres del siglo XXI, nació en la Roma antigua y la religión jugaba un papel muy importante en ese momento. En el año 270 (después de Cristo), los romanos identificaban a un dios para cada cosa: el dios del amor, el dios del vino, el dios de la lluvia; pero no al que se reconoce actualmente como Dios de todas las cosas. Y justo en el tránsito hacia el monoteísmo, surgieron grandes desavenencias.
Cuando el emperador Claudio II se dio cuenta de que los soldados que enviaba a la guerra se dividían en dos clases, comenzaron los problemas. Estaban los hombres solteros y los casados; los primeros no tenían conflicto para ir a combate, pero los otros siempre estaban a la espera de regresar a casa con su familia, situación que irritaba al dirigente.
Claudio se puso furioso cuando supo que había un sacerdote casando a los soldados bajo el ritual cristiano y ordenó que lo mataran. Para ello designó a Asterius, su lugarteniente más importante.
El clérigo era Valentín, quien oficiaba los casamientos escondiéndose del gobierno, sobre todo en las fechas del 14 de febrero, día en que se celebraba al dios Lupercus, amo de la fertilidad.
Asterius, que no creía en Dios, retó a Valentín para que curara a una de sus hijas, que sufría ceguera. Valentín dijo que haría el milagro investido con el poder del Señor y lo intentó, pero las cosas dieron un giro inesperado, y el sacerdote se enamoró de la chica.
Antes de pedir la ejecución, Claudio II quiso convertirse al cristianismo, pero su gabinete lo rechazó profundamente. Y ante la situación que se dio con la familia de Asterius, el emperador tuvo que encargarle el trabajo a otro soldado, quien decidió decapitarlo. Por eso, se dice que Valentín perdió la cabeza por amor.
En la víspera de su muerte, el sacerdote mandó una nota de despedida para su enamorada y la firmó diciendo «Tu Valentín». De ahí surgen las cartas de amor que se envían en estas fechas. Siglos más tarde se sumaron las joyas y los chocolates.
La Iglesia católica, con el papa Gelasio I, santificó a Valentín como un santo que se veneraría para el culto a la fertilidad, dijo el jefe Ritchie cerrando el relato. “Al parecer, como este hombre que perdió la cabeza por celos y la mató a la Dominga”.
Un silencio pesado marcó el fin de la charla entre los efectivos policiales. Después de todo era un matiz para una noticia tan impactante como la muerte de una mujer. El comisario Ritchie siguió leyendo el ejemplar del diario “La Unión” donde se anunciaba la venta de trigo argentino a México, a partir de un acuerdo de comercio bilateral entre ambos gobiernos.
También en el mundo ocurrían otros episodios, algunos violentos como los enfrentamientos de armenios y turcos y otros no poco importantes como el cambio de calendario por parte de Rusia cuando su gobierno decidió sustituir el calendario juliano por el gregoriano, de uso mundial.
Pasó el tiempo y en el Territorio Nacional de Santa Cruz se producía la llegada del juez Ismael Viñas, muy recordado por su toma de posición ante los conflictos y reclamos sociales.
Corría el año 1919 y en el país se vivía una honda preocupación por la pandemia de la “gripe española” que había provocada múltiples muertes en Europa y que ingresara a la Argentina por el puerto de Buenos Aires. No se sabe que ocurrió en Santa Cruz, ya que como muchos Territorios Nacionales no aportaron datos sanitarios al ministerio de Salud nacional.
“Argañaraz cítelo a mi despacho al comisario Diego Ritchie, dígale que debemos notificarlo del fallo de la Cámara de Apelaciones de la Plata por el caso del “manco Díaz”. El asistente escucha y pregunta rápidamente” es obligatoria la citación señor juez..? “No amigo Argañaraz, no es obligatoria, es simplemente una gentileza de nuestra parte, indica el juez.
Al poco tiempo el comisario general Ritchie se apersona en el lugar. A decir verdad no le cae bien el juez recién venido a la ciudad. Se oyen rumores acerca de su simpatía con dirigentes anarco sindicalistas, pero sabe que no debe rebelarse. Es que los conflictos laborales están a la vuelta de la esquina.
La reunión dura unos escasos minutos quedando el jefe policial informado acerca de la situación judicial del homicida y el fallo de la Cámara que condena a Juan De Dios Díaz a la pena de 25 años de prisión.
Casi tres años más tarde, un 27 de julio de 1921, la situación se repite con una nueva citación. “De nuevo el juez lo llama, dice el sargento José Sureda al jefe policial interino comisario capitán Oscar Schwietzer, designado por el propio Hipólito Irigoyen, ante el creciente descontento social. Es un típico día de invierno helado, de nieves escarchadas en toda la capital.
Se respira un ambiente tenso, ya que la Sociedad Obrera sigue endureciendo sus medidas ante el incumplimiento de los pliegos laborales. El capitán Schwietzer tampoco profesa demasiada simpatía por el doctor Viñas, pero debe someterse a la formalidad.
“Debo informarle, dice el juez, que la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha ratificado las condenas de primera y segunda instancia. En consecuencia el detenido Juan de Dios Díaz, alías “el manco” fue condenado a 25 años de prisión con lo cual debe adoptar las medidas para que siga alojado en la cárcel de la ciudad, aunque no se descarta que pueda ser trasladado a Ushuaia, dice cortante Viñas.
El fallo de la Corte Suprema fue firmado por unanimidad por los cinco integrantes de la misma: los jueces Nicanor González del Solar, Antonio Bermejo, Dámaso Palacio, Ramón Méndez y su presidente José Figueroa Alcorta.
El militar obedece, toma la notificación y rápidamente parte hasta la unidad Penitenciaria, en el viaje el oficial Martín Gray, convertido en su asistente dice..”este es el caso del día de los enamorados, donde el hombre perdió la cabeza en un ataque de celos”..?
Casi premonitoria la frase, ya que dos meses después serían los propios efectivos policiales y gobernantes quienes perderían la cabeza provocando la mayor masacre de civiles, peones en su gran mayoría, en los acontecimientos conocidos como “la Patagonia Trágica”, que tuviera un saldo de mil quinientos muertos.
Nota: agradecimiento especial a “Mi Río Gallegos” fotos.