Acaba de unir el Parque Lapataia en Ushuaia con Tres Lagos en Santa Cruz, unos mil kilómetros, recorriendo escuelas rurales. Con la vida a sus pies, este hombre no para.
La lógica y la historia del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) indica que los ingenieros agrónomos se especializan en la agricultura y los veterinarios, a la ganadería. Pero hay excepciones, como también lo es alcanzar a ser consultor internacional del organismo y apasionarse por caminar y correr los caminos de la Patagonia, a los 73 años.
Pero Daniel Rearte todo lo puede hacer posible. Es ingeniero agrónomo y desafiando esa lógica y esa historia, se transformó en un experto en ganadería llegando a ser referente internacional sobre carnes, en el INTA. Durante su extensa carrera en el organismo, nunca ocultó sus pasiones: el club de sus amores, Newell´s Old Boys de Rosario y palpar la naturaleza a través de las caminatas o carreras.
Así, cuando la jubilación llegó a su vida, se puso como meta alcanzar la cima del Aconcagua y en la preparación, su cuerpo y su mente vieron que el alimento en ese paso de la vida laboral a la de no tener horarios, era caminar y correr. Y lo cumplió, participando de maratones internacionales en el desierto de Sahara, en el Himalaya, en el Amazonas y en el Polo Norte. “Mi objetivo no es correr por lugares exóticos sino conocer los lugares de mi planeta”, explica cada vez que se lo consulta sobre sus metas.
“Las ultra maratones son como volver al origen: el hombre transitando escenarios naturales, buscando amalgamarse con ellos, en donde lo importante no es la velocidad sino la gestión del esfuerzo”, contó Rearte. Y agregó: “Vos en una maratón de calle sabés que salís y, salvo que te lesiones vas a llegar, antes o después pero llegás, en cambio en éstas, el abandono está a la vuelta de la esquina, porque todo tiene que darse”.
“Para alcanzar el arco de llegada lo importante es gestionar cuatro cosas: el descanso, la alimentación, la hidratación y la mente”, dice.
“Yo busco maratones en donde pueda tener conexión con la naturaleza pero también con la gente, las comunidades, sociedades que viven allí”, explicó Rearte, que en más de 20 años corriendo ha hecho, por ejemplo, la ultra por el desierto del Sahara con calor agobiante (260 km en seis días) o la del Polo Norte entre hielos y nieve. Ha corrido al pie del Himalaya y por el Amazonas. “Para mí, la selva fue la más extrema porque fue donde no llegué a la meta y terminé en un hospital por las altas temperaturas y humedad”, reconoció.
“Kilómetro por kilómetro, de a poco, porque no es difícil, se puede ¡Si yo empecé a los 50!, pero hay que ir de a poco, informarse del lugar en dónde vas a correr, saber cómo es, porque en definitiva son lugares donde vive gente, no son imposibles, la diferencia es que ellos están adaptados y vos no, claro”, contó Rearte.
“El error es creer que porque estás entrenándote fuerte al año que siguiente vas a correr la ultra trail de Mont Blanc que son 170 kilómetros con 10.000 metros de desnivel en 46 horas», en referencia a la competencia que atraviesa Italia, Francia y Suiza y se considera de las ultra maratones más prestigiosas del mundo.
«Anécdotas -dice- tenés en todas las carreras, pero si tuviera que destacar, la más linda fue en 2019, en Bután, un país único, budista, que está cerrado al mundo occidental, esa carrera termina al pie del Himalaya, pero en el camino, dormís en la casa de los campesinos o en los monasterios, cuando llegamos nos estaban esperando con una pelota y organizaron un partido entre los jóvenes aspirantes a monje y los corredores, un 5 contra 5 en una canchita en una pendiente, que fue de los mejores recuerdos de mi vida”.
En la Patagonia
Hace un mes comenzó la travesía de unir el Parque Lapataia (al sudoeste de Ushuaia) con la localidad de Tres Lagos, en Santa Cruz, recorriendo unos mil kilómetros. Fue “corriendo, al trote y caminando, como se podía por las condiciones geográficas y climáticas, principalmente el viento en contra”, señaló Rearte a los medios santacruceños.
Esta etapa en la vida de este ingeniero agrónomo tuvo tres objetivos: primero para “tratar de armonizar mi cuerpo a este escenario natural, teniendo que cuenta que la travesía es larga, no de 6-7 días, sino de casi dos meses”. Un segundo objetivo fue cultural, “conocer esta parte del país, los paisajes son maravillosos, pero hacerlo a través del testimonio de la gente, los que me alojan, me cuentan sus historias, la riqueza es tremenda”.
El tercer objetivo, está ligado a su pasión futbolera y la solidaridad: “Hice contacto con muchas escuelitas rurales, para conocerlas, conocer su gente y luego gestionar el padrinazgo de Newells Old Boys para una de ellas”.
“Hay que recordar -agrega- que Newells salió de una escuela, su nombre se lo debe a Isaac Newell, fundador del Colegio Comercial Anglo Argentino en 1884, el club lo fundó, entre otros, Claudio Newell, hijo de Isaac, les doy esa historia y les dejo la camiseta que usó Messi para homenajear a Maradona”.
En el último posteo de la travesía Rearte abrió su corazón: “La cabeza y el alma algo confundidos… Feliz de saber que en unos días estaré con los míos, pero ya extrañando el ripio de la banquina, el sonido del viento que aturde cuando pega fuerte y el relincho de un guanaco del otro lado del alambrado… 37 días, 1.066 kilómetros… Un ciclo que se cierra, otro que se abre, el de entender y procesar este pedazo de vida intensamente vivida”.
Dijo alguna vez: “Soy un hombre ordinario que, a veces, hace cosas extraordinarias. ¿Cómo me defino? Un hombre común que ama la vida”.
Su próximo desafío: continuar con la carrera de Historia que también empezó a cursar en la Universidad de Mar Del Plata (donde reside) y analizar la posibilidad de una segunda edición de su libro «Correr en el extremo».
Con información propia y de los sitios “Bichos de Campo”, “Señal Calafate”, diarios La Opinión Austral, El Diario Nuevo Día y La Nación.