Perseguidos por la policía, quisieron echar mano a un deslizador creado por un herrero para huir navegando el Limay, aguas arriba.
Nadie sabe cómo llegó a Neuquén un grupo de marinos alemanes que huyeron de la Isla Martín García, en el medio de la Primera Guerra Mundial. Quizá lo hicieron como polizontes en los vagones del Ferrocarril Roca que llegaba a la Confluencia y continuaba hasta Zapala. Era el año 1916 y el tendido hasta la ciudad del centro de la provincia tenía dos años.
Tampoco se conoce por qué no llegaron hasta ese final de rieles si su objetivo era seguir huyendo hasta llegar a Chile. Se puede sospechar que sabían que en Neuquén había un vehículo que los podía acercar hasta la frontera a través del agua, navegando como lo sabían hacer muy bien.
Es posible que por la trascendencia nacional que tuvo el invento de un herrero neuquino, el plan de la huida incluyera hacerse de ese medio para navegar aguas arriba el Limay y llegar a Bariloche.
Lo cierto es que el grupo de marinos alemanes fue apresado cuando se disponían a poner en marcha el aparato, ya sobre las aguas del Limay (posiblemente más arriba donde hoy se pierde en la correntada la avenida Olascoaga).
El invento neuquino
Un hombre singular en la historia de la ciudad de Neuquén es Remigio Bosch que además de ser herrero de profesión (su taller estaba en la primera cuadra de la calle Perito Moreno, hoy pleno centro comercial neuquino), fue concejal socialista en 1921, concesionario del primer servicio de agua potable, construyó el primer carro recolector de residuos que era tirado por tres mulas y un activo participante de actividades sociales, comerciales y culturales en aquellos años.
Pero se destacó a nivel nacional e internacional por la construcción de un vehículo que se deslizaba sobre las aguas del Limay, con capacidad para transportar entre 15 y 28 personas e impulsado por un motor de avión.
Un artículo en el diario Neuquén, creado y dirigido por Abel Cháneton, el 8 de marzo de 1916 sostiene que “en el lejano Neuquén en las orillas del Limay, río de salvaje tradición, hombre modesto y trabajador inventó y construyó el primer hidroplano que surcará las aguas de un río argentino, dando el decisivo paso en la solución de la navegabilidad de los ríos correntosos y de lecho desigual.”
Allí se describe el vehículo de la siguiente manera: el hidroplano, consta de dos flotadores, con nueve compartimentos insumergibles, de modo que aún en el caso de averías en alguno, apenas pierde la flotabilidad. La hélice de nueve pies da mil doscientas revoluciones por minuto y es impulsada por un motor de la casa Brennan Motor Co. El aparato pesa aproximadamente mil cuatrocientos kilos. Es de fácil manejo como el de un automóvil. La dirección la dan dos timones. Aquí tenemos un excelente medio para establecer corrientes turísticas que partiendo de esta capital llegarán al majestuoso Nahuel Huapi.”
En su libro “Recuerdos territorianos”, el escritor Ángel Edelman destacó el invento de Bosch que “en una oportunidad su hidrodeslizador alcanzó los 35 kilómetros por hora, aunque esa velocidad no logró satisfacer sus exigentes metas”.
Pero el invento de Remigio Bosch (o Boch, ambos apellidos modificados en la Aduana argentina de su original Bocci, cuando ingresó desde Italia con sólo 14 años) no resultó en ese momento como medio de comunicación debido al elevado costo del combustible que hacía muy oneroso el valor del pasaje. Y quedó allí, a la vera del Limay, sólo para ser utilizado por él y su familia en recorridos cercanos durante los fines de semana.
Intento de robo
¿Los marinos alemanes que venían huyendo de Martín García en 1916 sabían de este aparato que los podía llevar hasta cerca de Chile, en el extremo oeste del Nahuel Huapi? Es posible. Por un lado porque en el mundo marino argentino e internacional el invento causó revuelo.
Y además, porque presumiblemente se bajaron del tren en la estación central a metros de la avenida Olascoaga y desde allí “bajaron” hacia el río adonde estaba guardado el hidrodeslizador.
El plan funcionó durante los más de mil doscientos kilómetros hasta llegar a Neuquén, pero no contaron con la presencia aquí de un comisario, que ya había probado la sangre de presos huyendo de la cárcel en lo que se conoce como la “masacre de Zainuco”, unos meses antes: Adalberto Staub.
Es Ángel Edelman, a fines de 1916 quien relata que “un grupo de marinos alemanes detenidos en la Isla Martín García en plena Primera Guerra Mundial logró fugarse y llegó hasta estas tierras. Ya en Neuquén, de incógnito, robaron el hidrodeslizador de Boch con la intención de propulsarse aguas arriba y poder cruzar hacia Chile por el Nahuel Huapi. La policía local, al mando del jefe Staub, en conocimiento de la llegada de los marinos fugados, les siguió la pista y fueron apresados cuando se disponían a remontar el río”.
Para tener un escenario de lo acontecido es importante saber que en esos años el río Limay podía llegar con sus aguas a bañar las cercanías de la actual multitrocha (exRuta 22) o al menos correr cotidianamente hasta las actuales calles Fava-El Chocón. Y también es importante decir que en esas épocas de población pequeña, se destacaba rápidamente la presencia de gente “de otro lugar” y de esto era notificada la policía territorial.
Con los marinos alemanes presos, el hidrodeslizador contó con una anécdota impensada en su trayectoria, hasta quedar en desuso.
Dos años después se descubriría el petróleo en la cuenca neuquina, en Plaza Huincul, y a partir de allí las rutas y caminos se poblarían de vehículos de todo tipo para el transporte, dejando de lado la posibilidad de utilizar los ríos como vías de comunicación.
Con información propia y del sitio Más Neuquén y del libro “Neuquén 100 Años- 100 Calles . Cien actores sociales que hicieron a la Historia” Autor: Profesora Elsa Esther Bezerra