Catalogado como remolcador y luego como buque de salvamento por la Armada Argentina, partió de Río Grande con ese objetivo humanitario ante una emergencia en la Antártida. Lo que sucedió con la embarcación, la lista de tripulantes y una emotiva carta donde se compara la situación con el ARA San Juan, en esta entrega de historias de nuestra Patagonia.
La tragedia del remolcador “Guaraní” de la Armada Argentina, dejó un saldo de 36 tripulantes muertos o desaparecidos. Todo se inició el 14 de octubre de 1958, al darse la orden de asistir a una misión de apoyo ante la emergencia médica en la región antártica.
A mediados de octubre de ese mismo año en el Destacamento Naval Melchior de la Antártida Argentina, el médico de la Dotación anual tuvo que realizar una intervención quirúrgica de urgencia al Cabo 2º Mario Oliva, quien sufrió un ataque de apendicitis.
Debido a que el nivel de antibióticos, suero y otros elementos existentes, estaba por debajo del margen de seguridad, requirió para su tratamiento plasma y medicamentos, para lo cual se destacó un avión DC-4 de la Aviación Naval, el CTA-2, quien cumplió la misión con pleno éxito al arrojar paracaídas con ocho bultos sobre la Base Melchior, de los cuales se logran recuperar siete.
Cabe destacar que el vuelo -directo entre Río Grande-Melchior-Río Grande– comandado por el Capitán de Corbeta Eduardo Ruíz, es de por sí una proeza, dadas las condiciones climáticas, la época y el estrecho lugar de la isla donde se debía entregar la carga.
Para prestarle apoyo logístico y meteorológico a la operación aérea desde el pasaje de Drake (estrecho que separa el Continente Antártico del Continente Americano), había zarpado el 14 de octubre el buque de salvamento ARA Guaraní que revistaba en la Estación de Salvamento de Ushuaia desde 1954.
El día 15 de octubre este buque soporta un fuerte temporal a diez millas al suroeste de Isla Nueva e informa que busca refugio en dicha isla para reparar una avería en una tapa escotilla, por la cual entra agua en la zona de popa y máquinas.
Una comunicación posterior, que se interrumpe abruptamente, es el último contacto del Guaraní, ubicado siete millas al sur del cabo Hall, en la península Mitre, en la Isla Grande de Tierra del Fuego.
Inmediatamente se dispone la búsqueda con dos aviones de la Armada Argentina DC-4, dos Catalinas, un Avro Lincoln de la Fuerza Aérea (B-025) y otro avión de Aerolíneas Argentinas, los destructores San Luis y Cervantes, el buque de salvamento Diaguita, las fragatas chilenas Covadonga e Iquique y además para completan la infructuosa búsqueda patrullas terrestres en busca de sobrevivientes.
En medio de pésimas condiciones climáticas, el 19 de octubre uno de los aviones afectados a la búsqueda transmite las novedades sobre el avistamiento de dos grandes manchas de aceite a unas 220 millas de la zona del accidente.
El Gobierno Argentino había comprado al ARA Guaraní en 1946 junto con el «Charrúa», del cual era gemelo, habías sido construido en Marietta Manufacturing Co., de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial y su matrícula de origen era ex US Army LT817.
A su llegada se lo califica como remolcador, hasta que en 1954 lo recalifican como Buque de Salvamento, asignado a la Estación de Salvamento Ushuaia, pero anteriormente opera en socorrer a distintos buques en emergencia, entre ellos al transporte «Patagonia» en 1948; al mercante «Montreal» en 1951; el «Río Santa Cruz» en 1952; la búsqueda infructuosa del «Lucho IV» en 1952.
La totalidad de los tripulantes desaparecidos en el naufragio son:
Capitán de Corbeta Gerardo ZARATIEGUI
Teniente de Navío Jorge E. PALET
Teniente de Fragata Nelson E. PATTERLINI
Teniente de Fragata Edgardo R. CABRAL
Teniente de Fragata Juan C. SANGUINETTI
Teniente de Fragata (médico) Elías TANUS
Suboficial Primero Domingo TASISTO
Suboficial Primero Julio AGUIRRE
Suboficial Primero José C. ROMERO
Cabo Principal Fernando A. DÍAZ
Cabo Principal Pascual Américo GRAGNANIELLO
Cabo Pedro T. PEREYRA
Cabo Sinbaldo QUIÑONES
Cabo Orlando MEINARDI
Cabo Luis MOYANO
Cabo Francisco ALFONSO
Cabo Salvador SUÁREZ
Cabo Marcelo T. SPIAZZI
Cabo Ramón PALACIO
Cabo Julio C. GARCÍA
Cabo Carlos A. SERBINI
Cabo Leonel H. CRUZ
Cabo Jorge DRUETTO
Cabo Tomás R. TORRES
Marinero Francisco PIMIENTA
Marinero Armando NEME
Marinero Héctor QUINTEROS
Marinero Oscar A. VERA
Marinero Andrés VIQUERA
Conscripto Jorge H. GOGORZA
Conscripto Jorge B. JACOB
Conscripto Oscar LA MARCA
Conscripto Salvador GILABERT
Conscripto Tomás CABRAL
Conscripto Juan B. ALARCÓN
Conscripto Hermenegildo ENCINAS
Stella Maris Romero tenía diez años cuando ocurrió la tragedia, es hija del suboficial José C. Romero, una de las víctimas de la tragedia. Escribió en 2017 (ante la desaparición del submarino ARA San Juan) una sentida carta que su hija subió a las redes sociales y se multiplicó al punto de ser publicada por medios regionales y nacionales.
La carta completa
«Ahora que les dieron la «sorpresa» a los familiares del A.R.A San Juan, quisiera expresar algo de todo lo que tengo «atragantado». Tengo 69 años y soy hija de uno de los náufragos del A.R.A. Guaraní, un remolcador que estaba en «reparaciones» en el puerto de Ushuaia y salió a «prestar apoyo» a un avión que realizaba un traslado sanitario desde la Antártida en medio de una tormenta infernal.
Nunca volvieron, «desaparecieron». Mucho para contar, octubre de 1958. Lo que me asombró en esta oportunidad es que en todos estos años el sistema no cambió; los mismos discursos, los mismos «protocolos». Hubiera sido más fácil decirles ante el primer síntoma de avería «emerjan y diríjanse al puerto más cercano» y no «continuar el derrotero a Mar del Plata». Sí? No lo sé. En aquel entonces, fue «hay que prestar apoyo al avión», y cuando el avión retornaba, el Guaraní, maltrecho e insignificante, salía con una dotación de 36 tripulantes, mi padre el mayor, 33 años de edad.
Me asombró la similitud de los discursos, la siembra de esperanzas que nunca se realizarán. 1958: no descartamos que estén a la deriva. 2017: no descartamos que estén en superficie. 1958: tal vez estén refugiados en una de las tanta cuevas costeras hasta que amaine el temporal. 2017: tienen oxígeno por x días y están preparados para esa contingencia. 1958: no vamos a dejar de buscarlos. 2017: los vamos a buscar hasta que los encontremos. 1958: están desaparecidos. 2017: están desaparecidos. etc. etc. etc. e incoherencias como decir que cuando el submarino rola, el aceite se corre y suelen pararse los motores.
Compramos un submarino para defender nuestra soberanía cuando el mar está planchado? La solidaridad de las armadas a nivel mundial es digna de destacar; igual sucedió en aquel entonces con la tecnología con que se contaba; y aunque se insultaran con los marinos chilenos cuando se encontraban en el estrecho, la armada chilena también salió a buscarlos. El tiempo tapa todo. Y como el sistema y el protocolo lo manda, vendrán las misas de «cuerpo presente» con un cajón disfrazado de negro, y la declaración de héroes, el ascenso al grado inmediato superior, certificados, honores, etc. Me parece ver a mi madre peregrinando por oficinas; no hay cuerpo no hay muerto, no hay muerto no hay viuda, no hay viuda no hay pensión, porque hay «presunción de fallecimiento» y eso lleva años.
Ojalá eso ya no suceda. El estado sigue siendo el mismo, y la educación, salud y seguridad siguen dándose sin sentido de patria, tanto en gestión, distribución y uso; la responsabilidad es de todos. Parece ayer cuando desmantelaron los astilleros, cuando el mundo traía a nuestros diques secos a reparar sus barcos por la calidad del servicio, cuando los egresados de las escuelas de operarios de la armada eran una garantía de saber y hacer. Cuando dejaron morir al I.A.M.E, Córdoba vio morir la industria nacional. La Armada tenía laboratorios desde donde salían medicamentos de primera calidad. Demasiadas similitudes en 59 años; las viudas volverán a rehacer sus vidas pero la cicatriz las acompañará de por vida, son jóvenes.
Ojalá no haya niños «mayorcitos» y sí pequeños como mi hermana que tenía 45 días, sin recuerdos vívidos, olores, expresivas miradas. ojalá los encuentren aunque sea muertos, porque hacer un duelo mirando el mar no sirve para nada; para una madre el dolor es insuperable, y para un hijo que jugó, hizo los deberes y amó como amé yo a mi padre, es un duelo prendido con alfileres. Con mis 69 años tengo la esperanza que las generaciones que eduqué siendo docente, sean ciudadanos incorruptibles, que trabajen por este bendito país sin robar nada, sin mentir y jugarse por la libertad y la verdad.
Que la paz cubra a todas aquellas familias que dieron esposos, hijos, nietos que en silencio y desinteresadamente ofrendaron sus vidas por nuestro país trabajando hasta en las condiciones más precarias, con sentido de Patria.
Muchos sitios informativos insisten en posicionar a Río Gallegos como base operativa para el Operativo Humanitario a la Antártida. Sin embargo, luego de evaluarlo, las autoridades navales optaron por la Base Aeronaval de Río Grande, en Tierra del Fuego, desde donde despegaron los aparatos. El del Remolcador Guaraní es otra tragedia que se añade a otra sumamente importante como la del Rastreador Fournier, hundido en los canales fueguinos, que dejó un saldo de 77 muertos. La mayoría de las víctimas no pudieron ser rescatadas, pereciendo en el naufragio de 21 de septiembre de 1949, luego de haber zarpado desde Río Gallegos.