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El pibe nació con un pincel en los pies

Sergio Sarachu
Por Sergio Sarachu
Todas las disciplinas de la ciencia dirán que al menos hay un ser humano que puede pincelar esta belleza.

Un gol es un gol dice el fundamentalismo futbolero de cualquier país del mundo. Pero no todos tienen el mismo valor estético, sentimental o de belleza extraterrestre. El tránsito de la pelota hacia la red, la circunstancia de juego, el valor en el resultado final, entre tantas características que pueden hacer de un simple gol, un momento histórico.

En la leyenda del deporte existe una larga lista de ejemplos donde clubes de fútbol rememoran eternamente una conversión realizada por un jugador que significó un triunfo determinado, al igual que muchos países con tradición futbolera también lo hacen con integrantes de sus seleccionados.

En ese marco de emoción, recuerdo y deporte, los goles entrañables y hasta imposibles, forman parte del sabor del fútbol. Pero hay otros, que además de cumplir con esas condiciones, tienen un elemento más: la belleza, el arte, “el éxtasis de los dioses”, aseguraría un relator.

Esos goles o jugadas que incluyen la destreza de las piernas, la velocidad, el desafío a las leyes de la física o la gravedad, la imposibilidad terrenal hecha simpleza. Quizá la ciencia forense diría “suma ductilidad en las extremidades inferiores” o la RAE un típico “dícese de la conversión realizada a través de técnicas extraplanetarias” o la semiótica “conjunto de signos y elementos que no se pueden explicar en los idiomas conocidos en el mundo”.

El golazo de Lionel Messi a los 23 minutos del primer tiempo al equipo de Nashville (como tantos de él) pueden ser analizados por cualquiera de las ramas de la ciencia y hasta en forma interdisciplinaria para intentar descifrar cómo lo hizo. Uno imagina un gran laboratorio con personas con delantal blanco disecando cada instante del movimiento del cuerpo, de los rivales, del balón, del arquero y en cada uno de los cuadros de esa película, una belleza sin igual y un rastro de inhumanidad.

El desplazamiento del cuerpo en velocidad, la medición de la distancia y la fuerza para impactar la pelota, la eliminación de obstáculos para alcanzar el objetivo, el sector del balón en el perfil externo para lograr una curva que tenga destino en la esquina superior izquierda del ángulo recto formado por los palos del arco, el temblor de pánico y escalofrío de una red que nunca fue sacudida de esa manera, la sincronización de vista, mente, recuerdo, carrera, observación periférica y golpe del pie. Todo eso y mucho más estudiado por cientos de personas sobre una mesa de laboratorio para explicar si un humano puede hacerlo posible.

Y la conclusión: al menos hay uno en el mundo que lo hace y lo hizo al minuto 23 del primer tiempo formando parte de un equipo rosado, norteamericano y multimillonario, un 19 de agosto de 2023.

Y no es la plata que gana y hace ganar, la camiseta que viste, el nivel de esa liga o la calidad de los rivales. De esas pinceladas de arte extraterrestre hay cientas en la trayectoria de este pibe que supera a la media humana en la práctica del deporte que más apasiona al mundo.

Un gol es un gol para el ojo terrenal. Lo de Messi disloca la ciencia y el lenguaje. Pone en jaque al equipo de neuronas que nos dan sentido y sentimiento, las sube a la tribuna para hacer reverencias ante el impacto del arte.

ATE
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Periodista y escritor (autor de las novelas "Arde La Colmena" y "Un hijo de tres madres", además de varios libros de poesía. Neuquén. Editor.
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