La imagen de Guillermo Aliaga recorrió el mundo y se le atribuyó el miedo y los padecimientos que sufrieron nuestros soldados. Sin embargo, en ese momento se encontraba herido y acababa de enfrentar a 250 paracaidistas ingleses. Mirá la historia real
La foto del joven que en ese momento tenía 20 años se impulsó desde Gran Bretaña y se replicó en Argentina como un símbolo de un “pobre chico de la guerra” por la recuperación de nuestras Islas Malvinas. Fue uno de los iconos que se utilizó para victimizar y restar valor a nuestros combatientes. Muchos años después afloró la verdad sobre él y sobre el momento en que se realizó el registro.
Guillermo Aliaga, el muchacho de la fotografía, era en ese momento quien lideró al grupo de 32 combatientes que enfrentó a 250 paracaidistas británicos en una de las batallas más crueles que tuvo la guerra: la llevada a cabo en Pradera del Ganso.
En estos días, Atilio Rubén Calbucura (lector de Pasó Hoy y multiplicador en su página de Facebook de la verdadera historia sobre nuestros Veteranos en Malvinas) fue quien reprodujo un texto muy valioso, firmado por Pedro Griffin y publicado originalmente en el sitio “Historias y armamento bélico”.
Allí se recuerda que Aliaga era “cadete de cuarto año del Colegio Militar de la Nación, prematuro subteniente en comisión y jefe de 32 efectivos que en Darwin-Pradera del Ganso, enfrentó hasta agotar municiones a 250 paracaidistas británicos”.
“Durante las jornadas del 27 y 28 de mayo de 1982 –dice el texto- la guarnición mixta de Ejército y Fuerza Aérea Argentina se baten en dura lucha contra la Brigada Paracaidista del British Army, que con formidable apoyo aéreo y naval asalta las posiciones argentinas en el que es el primer movimiento terrestre tras el desembarco del 21 de mayo en Bahía San Carlos, dentro de su plan de reconquista colonial de las Islas Malvinas y demás posesiones coloniales británicas del Atlántico Sur”.
Tras indicar que “en esas jornadas, resulta elocuente el relato sobre el Subteniente Aliaga de la 3ª Sección de la Compañia C del Regimiento de Infantería 8 del Ejército Argentino”, se incluye un texto del escritor Oscar Teves, «La Sección Aliaga en la defensa de Pradera del Ganso»:
“- ¡Mi subteniente, Marini está herido! – alcanzó a escuchar Aliaga.
Sin dudarlo mucho y pensando en que su hombre estaba totalmente descubierto; el oficial reptó hasta el conscripto y trató de taparle la herida del estómago de la cual manaba bastante sangre; al mirar a su costado vio que otros dos soldados, Naif Anis Hassanie y Luis Cepeda, lo habían seguido hasta allí. Rodeados los cuatro de decenas de impactos; Aliaga pudo arrastrar con mucha dificultad a Marini hasta que cayeron dentro de la protección del puesto de comando de la Sección.
El herido, bajo el shock producto de la situación; gritaba que se iba a morir y el subteniente lo contradecía en un intento de infundirle calma; aunque en su interior éste pensara que ninguno de ellos iba a quedar vivo. Uno de los soldados que se encontraba allí y que tenía la tarea de brindar los primeros auxilios a su malherido camarada; lo miraba fijamente y no hacía nada; Marini lo recriminó:
– ¿Qué esperás para vendarme?
Poniendo una nota tragicómica al momento, el otro respondió:
– Es que tengo miedo de lastimarte…
Pero a esta altura el cabo Bossetti y el soldado Marini no eran los únicos heridos: también Allende estaba fuera de combate y; a pesar de que su lesión era de escasas dimensiones; la esquila que lo afectó había seccionado su médula espinal impidiendo su movilidad.
La Sección estaba completamente aferrada al terreno por el intenso fuego británico y; sin posibilidades de ejecutar cualquier movimiento, los soldados argentinos comprendieron que no tenían más alternativa que seguir disparando.
Las balas enemigas se concentraban sobre todo en la posición de la ametralladora MAG; a la que los ingleses trataban de silenciar infructuosamente hasta el momento; y sus servidores podían ver como el terreno a su alrededor se llenaba de impactos.
Para ese entonces el combate estaba siendo sostenido por alrededor de quince soldados, que eran los que se habían ubicado con frente al avance inglés.
De pronto, los proyectiles de las armas pesadas enemigas comenzaron a caer con mucha precisión. Algunos disparos anteriores habían caído en las cercanías, por lo que Aliaga supuso que podían ser propios pero eran; evidentemente, los que estaban usando los ingleses para centrar la posición.
Las municiones estallaban al costado de los pozos provocando el levantamiento de pedazos de turba y otros elementos del terreno; que caían sobre los soldados pegándoles en sus cuerpos y cascos.
Cuando podían levantar la cabeza, veían que los ingleses efectuaban algunos cambios de posición intentando acercarse a la loma y una infernal lluvia de balas; superior al volumen recibido hasta entonces, se transformó en algo casi insoportable.
No era posible ver dónde tenían colocadas los ingleses sus ametralladoras pero; con seguridad, estas armas estaban ubicadas en alguna otra elevación dominante, lo que les permitía batir a los soldados del Regimiento 8 sin dificultades.
En medio de todo ese fuego; el subteniente Aliaga alcanzó a divisar a una fracción enemiga que formada en línea avanzaba desde el mar; es decir, por el frente izquierdo de la posición.
En ese sector existía una pequeña playa con varias rocas distribuidas en su superficie; justamente en la desembocadura de un arroyo de escaso cauce, en donde la barranca típica del lugar veía interrumpida su continuidad.
A los gritos intentó avisarle a los sirvientes de la MAG para que concentraran el fuego sobre esa tropa pero; como el estruendo de varias explosiones y el fuego de armas automáticas impidió que sus advertencias sean oídas, decidió llegar hasta ese pozo.
En el momento de salir del suyo, el oficial sintió un impacto en el cuello y la sangre comenzó a manar por la desgarrante herida; cayendo inmediatamente hacia adelante. Sin saber quién era el que lo hacía, fue arrastrado de regreso hasta el puesto de comando.
El subteniente Aliaga, pese a la pérdida de sangre producida por su herida; no llegó a perder el conocimiento aunque el shock había menguado sus fuerzas y tampoco podía articular palabra…”.
Continúa el texto de Pedro Griffin, afirmando que “la primera foto fue distribuida por la BBC británica durante la guerra de las Islas Malvinas y circuló profusamente dentro y fuera de Argentina. La gramsciana idea era -y es-, por lo menos en Argentina, transmitir la imagen de un soldadito derrotado, un pobre «chico de la guerra» al que llevaron obligado. Pero siempre hay una historia detrás de cualquier imagen, que es la verdadera, que va más allá de la propaganda bélica y no tiene nada qué ver con intenciones, versiones y manipulaciones.
El combatiente herido retratado en la imagen principal es el cadete de cuarto año del Colegio Militar de la Nación, que egresaron como subtenientes “en comisión” el 7 de abril, Guillermo Aliaga, de 20 años. La foto fue tomada después de que, al frente de 5 suboficiales y 27 soldados, el 28 de mayo de 1982 enfrentó a dos Compañías de paracaidistas británicos -cerca de 250 hombres- del 2 Para, unidad de élite del British Army, en Pradera del Ganso.
Tras doce horas de combate, sin posibilidades de relevo, sin municiones, con varios de sus soldados heridos y también herido él en el cuello, tuvo que rendirse. Aliaga y sus subordinados -ninguno de ellos perdió la vida- se ganaron la admiración de sus adversarios, que los trataron con respeto y brindaron asistencia a los heridos.
En junio de 2019, Aliaga fue entrevistado por dos muchachos del Movimiento Jóvenes por Malvinas. Lo describieron como «una excelente persona, cálida y humilde». Se había retirado con el grado de teniente y se recibió de abogado. Por eso, cuando vean su foto, no se dejen atrapar en la red de la desmalvinización.
Es obvio su estado shock, que está extenuado, dolorido por su herida y resignado o, quizás, furioso. No es la imagen de un chico derrotado. Es el retrato de un valiente soldado que defendió la Patria; Patria que esos desmalvanizadores no tienen y que jamás defendieron ni están dispuestos a defender, mucho menos poniendo la cara y el pecho en una guerra”, finaliza el texto.