Un detalle exhaustivo de lo que pasó el 29 de marzo de 1951 en la mina San Eduardo, en este artículo del portal Más Neuquén. Llegó a tener una población de 5500 habitantes.
La explosión del 29 de marzo de 1951 marcó para siempre la vida de los vecinos de San Eduardo, un campamento minero cuya importancia social puede reconocerse en virtud de haberse constituido en un asentamiento poblacional de magnitud y por ser una activa fuente laboral en un período signado por la inexistencia de otras alternativas.
San Eduardo estaba situado a pocos kilómetros de Curaco y Balsa Huitrín, a unos 80 kilómetros de Chos Malal. Se trataba de un floreciente pueblo que contaba con unos 5.500 habitantes, escuela, plaza, cancha de fútbol. La población creció alrededor de la explotación de un recurso natural y cuando éste se agotó sólo quedó inseguridad, frustración y el exilio en busca de trabajo.
La mañana del 29 de marzo una explosión de gas metano dejó como saldo seis víctimas fatales y numerosos heridos, pero además marcó el comienzo de la desaparición de un pueblo. Luego de la explosión y del lento pero implacable desmantelamiento del campamento muchos obreros fueron obligados a buscar otros destinos.
La mina de San Eduardo fue una de las principales estructuras de carbón (asfaltita) del norte de la provincia. Desde mediados de la década del cuarenta, en Agosto de 1945, el Poder Ejecutivo Nacional interviene los yacimientos explotados por capitales alemanes (San Eduardo era uno de ellos) producto de la tardía declaración de guerra de nuestro país a la Alemania Nazi. Esto mejoró las condiciones de laborales y de vida de sus trabajadores notablemente.
Los hechos
El 28 de marzo de 1951, Luis Bossola, jefe del Servicio de Minas a cargo de la administración y explotación de la mina San Eduardo por ausencia del administrador Roberto De los Ríos, recorrió junto con el Capataz General Minero, Juan Banicevich, las labores de la veta Santa Teresita.
Durante el trayecto observaron que en el nivel 5, la veta de asfaltita había desaparecido. Supusieron que se debía por algún acuñamiento. Decidieron entonces la realización de perforaciones en una de las chimeneas con el fin de comunicar con el nivel 4.
Mientras tanto, en el nivel 7 se había suspendido la explotación por la presencia de ácido sulfhídrico que provocaba molestias en la vista de los trabajadores. Por este motivo, se determinó que se debían realizar tareas de mantenimiento en bombas y cañerías para mejorar el sistema de ventilación de ese nivel.
También en el silo 4 del nivel 4, lugar donde se estaba recuperando la asfaltita del techo, se observaba que estaba quedando una pequeña pestaña de mineral de unos dos metros de largo sin extraer. Se veían en las paredes de la caja, rajaduras y colgantes que hacían peligroso la tarea de los trabajadores. Muy cerca de la pestaña y apoyado en ésta, había un gran bloque de piedra que hubiera podido provocar deslizamientos y derrumbes cuando se sacaba el carbón. Por ese motivo, Luis Bossola autorizó a Juan Banicevich, en presencia del capataz Luis Alberto Morales, a realizar tres barrenos con una carga no superior a medio cartucho de dinamita, por única vez. Las medidas de seguridad indicadas fueron las habituales: Disparar al finalizar el turno de trabajo; asegurar la evacuación previa de todos los obreros exceptuando al responsable de los tiros y a un ayudante, que ubicándose en lugar seguro, podrían salir con facilidad; cuando no hubiese polvo en suspensión, efectuar el mojado y ventilación del lugar.
Durante el turno de las 22.00 a las 6.00 hs. del día siguiente, los trabajadores no pudieron barrenar por desperfectos en el compresor de aire, lo que obligó a emplear toda la energía disponible para el bombeo.
La mañana del 29 de marzo de 1951 ingresó a la veta Santa Teresita la cuadrilla del segundo turno – de 6.00 a 14.00 hs – formada por un capataz de turno, Luis Alberto Vásquez, el guinchero Luis Matus, quien trabajaría en la primera galería ayudado por dos desenganchadores, Crescendo del Carmen Barros y Domingo del Carmen Fuentes, quienes efectuarían el empuje de vagones de las vagonetas hasta los silos. Tres vagoneteros se ubicaron en la galería cuatro: Durbal Hilario Costanzo, Berrido Fuentes y Víctor Manuel Jara; junto con Adolfo Sánchez, enganchador de vagonetas. También en este nivel José Agustín Vallejos y José Rodolfo Jara, picadores en el silo 4, acompañaban al perforista Homero del Carmen Valenzuela. En el nivel 5, trabajaban Jorge Víctor Bravo, perforista y Antonio Fuentes, como vagonetero. En los niveles 5 y 6, Francisco Solano Contreras y en el 7, José Antonio Carreras, se hicieron cargo de las bombas.
Las órdenes impartidas por el Capataz General, Juan Banicevich, quien organizaba las tareas fueron:
–extraer y picar material mediante empleo de picos y tirarlo a la superficie por medio de las vagonetas y sus cargadores.
–efectuar perforaciones en la nueva chimenea del frente 13 norte, de la galería 5
–a media hora de la salida del turno a las 14 hs., previa salida del personal, efectuar los tiros en dicha chimenea, para que posteriormente el turno próximo entrante removiera y retirara los escombros.
Apenas comenzado el trabajo, alrededor de la 7.00 hs. Luis Vásquez ordenó a Luis Fuentes que pidiera aire en la sección caldera y solicitó a Primitivo Guerrero, encargado de la lamparería, los explosivos necesarios. Cuando volvió al interior de la mina, una dificultad con el compresor de aire obligó al capataz del turno a regresar a la superficie a las 7.45 hs., con el fin de que mandaran aire para barrenar. El propio Capataz Juan Banicevich ayudó a resolver el problema y, aproximadamente entre las 8.00 y 8.10 hs., pudo mandarse aire. Luis Vásquez entonces regresó al interior de la veta.
A las 8.30 hs. aproximadamente, por una solicitud del Capataz Banicevich desde superficie, el capataz del turno ordenó a los operarios Durbal Constanzo, Benicio Fuentes y Víctor Jara que subieran para descargar un camión de madera. Mientras salían escucharon que una vez realizados los barrenos en el techo de carbón del silo 4, Luis Vásquez ordenó a Homero Valenzuela y Adolfo Sánchez que se dirigieran al nivel 5, para continuar con las perforaciones, mientras comenzaba a rellenar y cargar los barrenos, en compañía de Rodolfo Jara y José Vallejos. Recuerdan que Vásquez expresó a viva voz su intención de poner seis tiros.
Minutos después, a las 8.45 hs., se produjo la explosión, seguida de incendio.
Rescate y evacuación
Inmediatamente, Luis Bossola organiza una cuadrilla de salvataje, compuesta por quince o dieciséis hombres. La misma estuvo encabezada por el mismo Bossola, los capataces Luis González y Augusto Méndez y el operario Crescendo Fuentes. Estaba pertrechada con dos máscaras, picos, hachas, sogas y piolines, presumiendo que los obreros hubiesen quedado aislados por desmoronamientos.
El grupo de auxilio rescata aún con vida al guinchero Luis Matus, cubierto hasta la cintura con maderas, quien muere pocos minutos después, y los cadáveres de los desenganchadores de la galería, Crescencio Barros y Domingo Fuentes. Pero pronto Bossola ordena la suspensión de las tareas de socorro por la intermitencia de explosiones menores. La intención de inyectar oxígeno en muy baja concentración para ayudar a los posibles sobrevivientes que se encontraran atrapados queda frustrada por la destrucción de las cañerías que había causado la explosión.
Aproximadamente una hora después de la explosión, llegó al campamento el ingeniero Pedro Alonso, inspector de Policía Minera, quien aconseja tapar una de las chimeneas para sofocar parte del fuego del interior de la veta, que se propagaba por los silos abandonados.
El jefe de la Comisión Geológica Nº 10, Enrique Masramón, es informado de lo ocurrido mientras estaba realizando tareas de exploración en unos afloramientos situados a unos tres kilómetros de la desembocadura del arroyo Tilhué en el río Neuquén, llegando a San Eduardo a las 15.30 hs., poco antes que el administrador. Este por su parte, de regreso desde Malargüe, es notificado de lo sucedido, llegando aproximadamente siete horas después de la explosión. Luego de consultar con los ingenieros Bossola y Alonso, decide la evacuación y acordonamiento policial del lugar para prevenir accidentes.
Cerca de las 20.00 hs., el operario Jorge Bravo, quien se encontraba en el nivel 5 cargando escombros cuando se produce la explosión, logra salir por sus propios medios, arrastrándose por el chiflón luego de permanecer inconsciente por aproximadamente doce horas. Auxiliado en la bocamina, informa que el bombero Contreras también intentaba salir. Una cuadrilla de salvataje, formada por los ingenieros Bossola y Alonso, los capataces José Rodríguez, Luis González y Delfín Vizacarra, logran sacarlo, herido pero con vida. Además, rescatan el cadáver totalmente incinerado de José Jara, quien estaba como picador en el nivel 4. La cuadrilla se ve obligada a retirarse por la presencia de humo. Luego, el Administrador De los Ríos y los ingenieros Alonso y Bossola, ingresan para evaluar las condiciones de las galerías a fin de intentar un nuevo avance, pero la presencia de humo pesado y llamas, interrumpe la ayuda.
A las 22.30 hs. una nueva explosión tapa el chiflón, por lo que suspenden definitivamente las tareas de socorro. En la madrugada del 30 de marzo, llega a San Eduardo personal del Cuerpo de Bomberos de la División Seguridad de la Jefatura de Policía del Territorio. Determinan que por la magnitud de los sucesos, es imposible realizar nuevos rescates.
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