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El río y un lago corrieron dos veces a un pueblo en Neuquén

Sergio Sarachu
Por Sergio Sarachu
Los traslados forzosos implicaron grandes pérdidas materiales y afectivas de los pobladores, según se observa en los testimonios. Con base en esa historia, actualmente se trazan proyectos históricos y turísticos.

La construcción de las grandes represas hidroeléctricas implicó reasentamientos de poblaciones y también la generación de pueblos que luego fueron abandonados.

Un fortín instalado cerca del río Limay y luego una pequeña población asentada en lo que hoy es el lago Ramos Mexia de El Chocón, fueron “corridos” por el agua hasta llegar a la actual ciudad de Picún Leufú. La historia neuquina y de otras regiones de la Argentina tiene huellas de este tipo de situaciones cuando el diseño de obras hidroeléctricas implica la generación de lagos artificiales para abastecer la demanda de esas centrales.

En este marco de asentamientos que debieron ser trasladados, también se inscriben las que fueron poblaciones transitorias erigidas para la vida en el lugar de quienes trabajaron en la construcción de las represas, junto a sus familias. Una vez terminadas las obras, esos asentamientos desaparecieron.

Pero el caso de Picún Leufú tiene además del necesario corrimiento por la expansión del lago de El Chocón, otro antecedente de desplazamiento forzoso, al correr peligro por las constantes crecidas del río Limay, hace más de 140 años. En este recorrido por la historia de la ciudad que actualmente cuenta con 3600 habitantes y se ubica a la vera de la Ruta 237, a 140 kilómetros al sur de la capital neuquina, recurrimos a dos fuentes de información para conocer el detalle de este pasado poco común.

En principio, hablamos con la actual Subsecretaria de Turismo de Picún Leufú, Cynthia Rivera, sobre las características históricas y de riqueza turística que tiene la ciudad, cuyo diálogo compartimos en este video:

Además del testimonio de la funcionaria municipal, también incluimos parte del trabajo científico realizado por los investigadores Alejandro Omar Balazote y Juan Carlos Radovich, que publicaron un artículo en los “Cuadernos de Antropología” del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, (INAPL).

En ese trabajo científico, dado a conocer en el año 2000, se recordó que “el pequeño pueblo neuquino de Picún Leufú fue la primera localidad de la región Comahue en sufrir un proceso de reasentamiento forzoso debido a la construcción de una gran represa hidroeléctrica. En efecto, hacia comienzos de la década de 1970, la construcción del complejo El Chocón-Cerros Colorados, denominada entonces “la Obra del Siglo”, motivó el reacomodo de la población urbana y rural de dicha localidad debido al llenado del embalse artificial “Exequiel Ramos Mexía”, generando una serie de impactos cuyos alcances se extienden hasta el presente.  Sin embargo, Picún Leufú varias décadas antes, ya había experimentado una serie de traslados de su planta urbana, cuyos recuerdos permanecen en la memoria colectiva de su población”.

La investigación sobre la historia de Picún Leufú, que en lengua mapuche significa “arroyo del norte”, comienza cuando “el coronel Enrique Godoy crea el Fortín Picún Leufú el 1 de diciembre de 1882. Al año siguiente, el 17 de diciembre de 1883, el mismo militar ya promovido al grado de general, decide reemplazar el nombre de la localidad por el de “Cabo Alarcón”, en homenaje al suboficial del Ejército, que durante las acciones militares llevadas a cabo contra los aborígenes de la región, murió durante una misión de correo. Desde aquel momento dicho fortín con una dotación de 20 hombres se constituyó en un paso obligado hacia la Cordillera de los Andes”.

“La localidad contaba con escuela, un palomar militar, comisaría, registro civil/juzgado de paz, almacén de ramos generales, herrería, carpintería, fábrica de carros, etc. Entre los primeros pobladores, algunos de los cuales ya se encontraban en la zona hacia 1897, había, además de indígenas y criollos, españoles, italianos, chilenos, uruguayos y vascos/franceses. Algunos de ellos se habían desempeñado como militares durante la campaña de exterminio llevada a cabo contra los indígenas. La mayoría de los pobladores de origen europeo, se dedicó a la ganadería en predios de cierta extensión, mientras que los migrantes criollos provenientes de Chile en su mayoría, se concentraron principalmente en parajes cercanos como Limay Centro, Paso Aguerre, El Sauce y Cerro León, dedicándose a la pequeña producción doméstica agropecuaria, complementada con el trabajo asalariado en los establecimientos ganaderos de la zona”.

“En el año 1912 ocurrió la primera relocalización de población e infraestructura como consecuencia del traslado de la escuela local, la comisaría y el palomar militar, produciéndose el decaimiento de la importancia del lugar al quedar reducido a un establecimiento ganadero y un local de comercio. Ello se debió principalmente a que algunos propietarios de la zona comenzaron a alambrar sus “propiedades”, es decir a delimitar las tierras que reclamaban como propias, en una época signada por la confusión e imprecisión en la demarcación y tenencia de los predios. Algunos testimonios atribuyen el traslado al problema de las frecuentes inundaciones que el área sufría. El traslado del centro de servicios se realizó a una distancia de 18 kilómetros al oeste de la desembocadura del arroyo Picún Leufú”.

La decadencia de Picún Leufú como centro de importancia debido a su estratégica ubicación geográfica en la ruta entre el Alto Valle del Río Negro y la zona cordillerana, se debió al trazado de la vía férrea hacia Zapala en el centro de la provincia. Esta decisión, en lugar del trazado a través de Picún Leufú selló la suerte del poblado, el cual fue perdiendo importancia paulatinamente y en forma simultánea al crecimiento de Zapala, especialmente a partir de 1915. Hasta entonces, Picún Leufú se había constituido también como centro nodal de recepción y distribución de mercaderías producidas en la zona, como lanas, cueros y otros frutos, provenientes de las localidades rionegrinas de Mencué, El Cuy, Lonco Vaca y Naupa Huén; las cuales eran transportadas en una balsa a través del río Limay para luego ser enviadas hacia otras localidades del país como Bahía Blanca o Buenos Aires, señala el estudio.

El Limay y especialmente aquél Picún Leufú significaban una micro región que tenía a este pueblo como el centro de las actividades, a ambas márgenes del río. El 12 de diciembre de 1940 se considera la fecha de la segunda fundación del poblado, debido a la firma del decreto Nº 79.488 por parte del entonces Presidente de la Nación, Ramón Castillo. El pueblo constaba de 36 manzanas, sobre las cuales se encontraba el centro comunitario en solares donados por un particular de la zona.

La construcción del complejo hidroeléctrico de El Chocón-Cerros Colorados, como otros de la región y de la Argentina, “produjo relocalizaciones tanto en ámbitos rurales como urbanos”.

Señala la publicación que esas relocalizaciones “se caracterizaron por la compulsividad con que fueron ejecutadas dado que en ningún momento se consideró la opinión de la población afectada ni se propició su participación. Desconocemos la situación actual de los pequeños crianceros que habitaban en la zona aledaña al actual lago Ramos Mexía, aunque podemos afirmar que no se llevó a cabo ningún tipo de acompañamiento hacia estos pobladores, “ocupantes precarios de tierras fiscales” (“fiscaleros” según la denominación popular); los cuales debido a esta figura jurídica en relación a su modalidad de asentamiento rural, no contaban con ninguna protección legal. Los mismos fueron desplazados sin contemplaciones de las tierras que ocupaban, debiendo abandonar sus viviendas e instalaciones rurales”.

Testimonios

También el trabajo incluye testimonios obtenidos por la lingüista Leonor Acuña en el marco de un trabajo realizado sobre la margen rionegrina del Limay en esa zona, que son “una muestra elocuente del impacto causado sobre estos “fiscaleros” cuyo destino más probable habría sido engrosar el área marginal urbana de las ciudades del Alto Valle del Río Negro y Neuquén. La pérdida del “capital” (el rebaño) era una constante en la descripción de las pejuicios sufridos por los pequeños productores”.

Una pobladora de la zona recordó en ese trabajo de Acuña: “Mi abuela antes pagaba pastaje y tenía animales. Y así se vivía. Porque esto es todo fiscal. Pero El Chocón no trajo nada bueno.” (…) “Nosotros sabíamos tener muchas chivas, nosotros cosechábamos doscientos, trescientos, hasta cuatrocientos animales chiquitos, así, cualquier cantidad y ¿ahora? Vaya a juntarlos.” (…) “C. llegaba hasta setecientas chivas propias de él, ajuera de las mías y ajuera de las de mamá (en mediería). (…) Teníamos casi mil chivas. Teníamos angora, y anteriormente, eran chivas criollas. Y ahora cuántas quedan aquí, quedarán doscientas y algo de chivas, doscientas sesenta habrá.”

Y se agrega otro relato: “Nosotros, cuando se vinieron a hacer El Chocón, acá, R. tenía vacunos, tenía como ochenta vacunos y una majada linda de ovejas, tenía como trescientas ovejas, y entonces ocupaba todo el barrial allá donde está todo lleno de agua, (…) todo eso con las vacas, las ovejas. Todo eso era un lindo campo para este lado. Bueno, ya después vinieron a trabajar, así que ya le avisaron que tenía que salir de ahí. Teníamos puesto aquí en la costa y allá en el barrial. Entonces, ya tuvo que sacar los animales incluso las vacas tuvo que venderlas todas porque ya no tenía adónde tenerlas. Así que se quedó sin chivo, sin oveja, sin vacuno, sin nada, ¿vio? Se quedó con los puro yeguarizo, y después sí, mi mamá dijo: -´Yo no vendo ni nada. Tenga a donde tenga que ir, voy a ir con mis animales´-. Se fueron a la Aguada.(Guzmán)”.

Otro criancero de la zona fue entrevista en esa investigación y señaló que “¡Uh! ¿Usted sabe el día que yo vine de Neuquén? (…) pasó un año, porque no pude venir y vine un día y encontré un puente flotante que había aquí cuando recién se empezó El Chocón. Y acá, del bajo, la Villa Temporaria. Usted sabe que a mí, cuando yo vi el puente, eso, me quiso agarrar como una deseperación así, qué sé yo. Porque yo a esto lo conozco como la palma de mi mano. Tanto de aquí y del otro lado y de este lado y ya vi todo cambiado. ¿Usted sabe? ¡Qué desesperación jue para mí ver todo esto así! ¿Usted sabe lo que es? Yo nunca pensé que yo me iba a emocionar una cosa así, que me iba… Yo no dije nada, ¿vio? Porque mi hermana dijo: -Vamos, vamos-.” (…) “Cuando vine, estaba el destacamento y el puente flotante y los camiones que iban, que venían (…) da pena de ir a ver eso. Qué sé yo, para mí jue algo increíble de lo que vi, porque nunca pensaba… (…) Porque, anteriormente, cuando empezaron a hacer el estudio, yo venía cada tanto y vi todo el estudio que hicieron, (…) que le hicieron al río, a la tierra, ¿vio? Perforaban al medio del río esas máquinas, todo eso vi yo, ¿vio? Pero ya cuando pasó un tiempo, cuando vine, estaba todo hecho. Así que… ¿Usted sabe lo que es venir y ver todo distinto? Usted ve eso para allá y después de aquí a un año que venga y que sea otra… Más, que nosotros lo hemos criado acá. Usted veía esa barda allá todo lleno de chivas, muchos animales. Y después, venir y no ver nada y ver todo un pueblo. Era… ¡Ay! ¡Cuando llegué! ¡Ay, Dios! ¡Qué triste! Jue una tristeza para mí… No fue alegría que me dio, ¿vio? A mí no me dio una alegría de ver eso un pueblo, sino jue una tristeza, y de ver todas las bardas acá, todo hecho pedazos, ya, todo distinto.” (…) “Está todo dado vuelta. (…) Ahí había islas. ¿Cuántos islotes ocupábamos nosotros para meter los animales? Y cuando vine estaba todo lleno de agua y no había nada. Incluso, ande estaba la casa de nosotros, ni se veía. Estaba hasta arriba de agua. Imnagínese lo que sería para mí, ¿no? Yo no dije nada, pero… Me la aguanté. Casi me ha dado ganas de llorar. Qué sé yo. Que se termina lo natural, lo que uno ha visto en su vida y después, todo al revés, distinto…”.

A estos testimonios también se agrega el contenido de una encuesta realizada por el COPADE (Consejo de Planificación y Acción para el Desarrollo neuquino) momentos previos a la relocalización por la construcción de la obra de El Chocón. En esa consulta “para medir la valoración de la población en cuanto a opciones ante la relocalización, se les planteó un cuestionario durante un relevamiento en el cual se les interrogaba con la pregunta “-¿a dónde les gustaría irse a vivir?-”, ante la cual les ofrecieron 3 opciones con el siguiente porcentaje de respuestas: 1) “quedarse donde vive ahora”: 54%; 2) “ir al pueblo nuevo”: 36% y 3) “irse a otro pueblo o ciudad”: 10%. Puede apreciarse, según los porcentajes señalados más arriba, que más de la mitad de la población deseaba permanecer en el mismo lugar, a pesar de la inminente inundación del pueblo. Esto llevaría a inferir que dicha manifestación expresaba el descontento de quienes hacía poco tiempo se habían enterado de su futuro destino ante el cual no tenían muchas alternativas para elegir”.

“Se trataba evidentemente, de un porcentaje esperable de respuestas debido al escaso acompañamiento brindado a los afectados, tanto en términos de comunicación como así también en cuanto a acciones compensatorias y readaptativas concretas. Por otro lado, el cuestionario mencionado no reflejaba las opiniones diferenciales de los afectados según su sector de asentamiento o sus características ocupacionales. Este error se debe a la frecuente tendencia de considerar a las poblaciones afectadas como homogéneas, sin considerar los aspectos diferenciales de las mismas, los cuales suelen ser imprescindibles de tener en cuenta a la hora de delimitar afectaciones y planificar acciones tendientes a reducir riesgos y minimizar impactos”, indica el estudio.

Además de tener siempre vigente este pasado, las acciones comunitarias y municipales en Picún Leufú también buscan potenciar el turismo a través de la zona costera del lago y los aspectos históricos que hacen de esta población un lugar de los más queridos de la zona norte de la Patagonia Argentina.

ATE
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Periodista y escritor (autor de las novelas "Arde La Colmena" y "Un hijo de tres madres", además de varios libros de poesía. Neuquén. Editor.
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