Es abogada, profesora, escritora y una eterna viajera que anda sola por el mundo. Heredó esa pasión de su madre y la traslada a su hija. Hermosa charla sobre la libertad de viajar.
Gabriela Dagnino trata de no dejar nada librado al azar cuando viaja. Estudia profundamente la historia, los lugares y hasta los horarios que hará en el recorrido. Pero siempre hay un imprevisto, una sorpresa “y eso es lo que hace único a ese viaje”. Si bien acepta que cada itinerario se vive tres veces: cuando se lo proyecta, cuando se lo hace y cuando se lo recuerda, ella agrega que “para mí el viaje es infinito” porque se lo puede disfrutar permanentemente y porque además, “no sólo se viaja con el proyecto de una sino con el proyecto de quienes nos precedieron”.
Le faltan muy pocos países para conocer en el mundo, sin embargo, de cada lugar se apropió de cosas materiales que atesora pero especialmente de las inmateriales que recolecta en su pasión por observar pasivamente, sin ser invasiva, de cada uno de los momentos, hábitos y costumbres de los habitantes del lugar.
Hablar con ella es llenarse de luces y libertades. Es que siempre ronda (“es más en nuestro país”, nos acota) ese miedo sobre la mujer y sobre todo la mujer que viaja sola. Y Gabriela (como tantas y tantas personas) es un testimonio de lo que es animarse a conocer lugares y gentes que sólo se pueden tener a mano cuando la soledad es una compañía y hasta un motor para relacionarse con el paisaje, las calles, las costumbres de ese mundo al que pertenecemos por un instante “infinito”, como nos dice.
Viajar es sentirse libre, aunque se deben tener los mínimos recaudos para que esa estadía, ese traslado sean seguros y placenteros. “En todo el mundo hay lugares adonde se deben tener más cuidados que otros y eso hay que tenerlo en cuenta”, pero la verdadera magia y el placer están en la interacción que se tienen con el lugar cuando se hace el viaje en solitario.
Gabriela nos dice que heredó esa pasión de viajar de su madre (que no disfrutó de los viajes como ella), ya que su padre falleció cuando era muy joven. Es más, se aventura a una teoría propia que nos impactó: asegura que, como tantas comunidades en Argentina que llegaron por el mar, ella tiene esa sangre impulsora de estar yendo y viniendo. “Yo creo que nunca bajé los pies del barco en que vinieron mis abuelos en el 1800”, nos comentó.
La realidad de otros países y continentes como el asiático, el europeo, el africano, las características de algunas religiones sobre los hábitos y costumbres de la mujer, los acontecimientos históricos que vivió por estar allí, en ese momento, los recuerdos, lo que se trae de cada viaje y ese estado de ánimo de permanecer en movimiento, que es el aire de libertad que podemos conseguir a diario, son algunos de los temas que se pueden disfrutar en esta charla, que también “fue un viaje de ida”.
¡Muchas gracias Gabriela y a quienes nos siguen en nuestros contenidos de El Diario de Vanesa!
¡Será HASTA LA PRÓXIMA!