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Extremo: en la Antártida noches de 19 horas y 20 grados bajo cero

Redacción
Por Redacción
De las 13 bases que tiene la Argentina, siete permanecen en actividad durante todo el año. (Fotos: Cocoantar)

Cómo se vive en esas condiciones de tiempo. Qué se hace en las bases argentinas.

En estas horas, las noches son las más largas del año y sólo hay algo de claridad a entre las 11 y las 15. Las temperaturas tienen un promedio de 20 grados bajo cero y los vientos pueden llegar a los 120 kilómetros por hora. Familias, equipos científicos y personal militar vive en esas condiciones en las 13 bases argentinas que están en nuestra Antártida. De ese total de asentamientos, siete permanecen habitadas durante todo el año.

Las condiciones extremas del continente antártico requieren una preparación especial para evitar situaciones de depresión, soledad y congoja que puede generar sobre todo la falta de luz solar y, para ello, el Comando Conjunto Antártico (Cocoantar) cuenta con un equipo de 14 psicólogos que interviene en la previa y realiza un seguimiento permanente durante la estadía de las dotaciones, a partir de un convenio con el Ministerio de Salud.

En esta etapa del año, en la Base Conjunta Esperanza hay al menos unas cinco horas de luz, pero en la base Belgrano 2 –ubicada 1.500 km más al sur- se vive en noche cerrada durante cuatro meses consecutivos . La crudeza de la denominada “noche polar” regala, sin embargo, el espectáculo de las auroras polares en verano.

Debido a que las condiciones de habitabilidad allí son similares a las que viven los astronautas en el espacio (falta de luz y convivencia en lugares estrechos), científicos de la Agencia Espacial Europea –a través de un convenio con Italia- hicieron en décadas anteriores estudios sobre la dotación asentada en esa base. También en el pasado se usaron camas solares para atenuar los efectos de la ausencia de luz solar, pero hoy la falta de vitamina D se reemplaza por un complejo vitamínico.

“La llegada del invierno es un motivo de alegría porque desde el punto de vista psicológico la gente piensa que llegamos a la mitad del camino”, destaca a Télam el jefe del Cocoantar, general de brigada Edgar Calandin. El 21 de junio, además, es el Día de la Confraternidad y en la isla 25 de mayo donde está la Base Carlini se invita a integrantes de bases de otros países para celebrar entre todos la “aparición” del sol, el comienzo del fin de la noche polar.

En la Base Esperanza, las siete familias que llegaron en abril para sumarse a la dotación de esta campaña –en total 61 personas- dicen que ya se acostumbraron a las noches largas y que no sintieron un impacto negativo. Cuentan que el trabajo y el estudio (en niños, niñas y adolescentes) ocupan gran parte de sus días y que en las horas libres, especialmente en los momentos de luminosidad, aprovechan para caminar, tomar mate o cafecito sentados a la intemperie y jugar con la nieve con trineos, culi-patín o haciendo muñecos.

Las mujeres que este año acompañan a sus esposos transmiten el entusiasmo de estar viviendo una experiencia única y reafirmando la soberanía argentina en la Antártida. Noemí Coronel, incluso, dice entre risas que no le alcanza el tiempo para hacer todo lo que planea. Ella, Lorena Alvarado y Victoria Menéndes trabajan en LRA 36 Radio Nacional bajo la coordinación de Juan Benavente, donde este año están realizando varias innovaciones. En tanto, Ariadna Cordero y Raquel Novakoski lo hacen en la Escuela Provincial Nro 38, equipada con tecnología de avanzada.

“Las horitas de luz las disfrutamos un montón y también las noches calmas son hermosas. Lo que podemos extrañar es a los parientes que tenemos allá, pero la tranquilidad que tenemos acá es muy linda”, dice a Télam Ariadna. “Nosotros vivimos una experiencia de nevadas en 2021 en Cosquín, que la disfrutamos un montón, pero fueron tres días. Acá convivimos con la nieve todos los días, es parte de nuestra vida”, agrega Raquel. Ambas reconocen la dificultad de caminar en el hielo –que les ha valido varias caídas y resbalones- y de acostumbrarse a “escuchar” el silencio.

A Lorena el cambio tampoco la afectó, “el tema de que los días sean cortos no lo sentí como un impacto negativo para nada”, especialmente por la rutina de actividades que desarrolla. “Es como que perdés la noción de que estás en la Antártida, claro que cuando abrís la ventana todos los días nos regala un paisaje diferente”, suma Victoria. “Decís ¡qué hermosura dónde estoy! Una cosa es contártelo y otra que lo mires con tus propios ojos”, coincide Noemí.

Es que el lugar “superó las expectativas”: Ver las estrellas como nunca antes, tener el privilegio de contemplar un parhelio (un fenómeno óptico poco común donde varias imágenes del Sol se reflejan en simultáneo en las nubes) o recibir la inesperada visita de un esbelto y elegante Pingüino Emperador.

Todas coinciden en que sus hijos e hijas se adaptaron bastante bien. Tienen clases por la mañana y la tarde a cargo de una pareja de docentes fueguinos. Los adolescentes que hacen la secundaria o nivel universitario a distancia también pasan tiempo en el gimnasio de la base y todos deben cumplir varias tareas domésticas que permiten la vida allí y el cuidado del medio ambiente, esencialmente el uso responsable del agua y la clasificación de residuos. Además, diariamente un integrante de la familia va a retirar las comidas que realizan los cocineros de la base, a excepción de los domingos que cada uno cocina en casa.

Las actividades de la Base Esperanza no se detienen salvo que haya condiciones climáticas demasiado extremas (tuvieron récord de -38 grados en julio del ’75 y de ráfagas de 342 km/h en enero de 2018). Pero a veces ni siquiera por eso ya que si se produce congelamiento en el sistema de calefacción o de drenaje cloacal se entra en un nivel de supervivencia y “toda la base deja lo que está haciendo y se aboca a esto porque se tiene que solucionar inmediatamente sea de noche, de madrugada, domingo o feriado”, subraya a Télam el teniente coronel Gustavo Cordero Scandolo, jefe de la base.

La vida individual y familiar que realiza durante la semana el personal militar y civil de la base (que también incluye una pareja de médicos y un sacerdote), se combina con el esperado encuentro conjunto de cada sábado, cuando la pizza y la cerveza son una tradición. Gracias al módulo hidropónico, pueden incluir la variedad con rúcula o a veces hamburguesas con lechuga (una posibilidad reciente ya que hasta hace poco la alimentación en la Antártida no contaba con verduras frescas). La cena se ameniza con música y campeonatos de pool, ping-pong, truco y PlayStation, en las que –obviamente- todos muestran sus destrezas.

Mañana también se realizará un encuentro especial de Bienvenida a la Confraternidad Antártica, para aquellos que están por primera vez en el continente. Con diplomas y varias sorpresas, según anticipa el jefe de la base.

“Vale la pena todo el esfuerzo que hicimos”, sostienen las mujeres, incluso el largo viaje con sus familias desde Buenos Aires hasta la base Esperanza y el estrés de los preparativos previos. A partir de ahora, las noches largas se irán acortando y con el correr de los meses la luz solar se irá imponiendo hasta ocupar la mayor parte del día. Entonces tendrán que acostumbrar el reloj biológico para dormir bien, pero ese será otro desafío.

Con información propia y de la Agencia Télam.-

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