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Gerardo Burton: todo poema es político

Diego Rodríguez Reis
Por Diego Rodríguez Reis
Un hombre que abarca una multitud de registros con su mirada: el periodismo, la investigación, la música, la pintura, la política y la religión.

Hasta bien iniciada la década de los dos mil, yo solamente había leído algunos poemas de Gerardo Burton, sueltos, desasociados: no es la lectura que pide, necesita, exige su poesía. Conocía, obviamente, su obra periodística: él formaba parte de la exigua constelación de personas que escribían sobre literatura y cultura general, además de entrevistar a escritores y escritoras, en artículos que mi yo adolescente recortaba y coleccionaba en prolijos archivos.

Una tarde, una amiga mía me prestó, de prepo, el libro Radiofotos. Como rúbrica, me leyó in situ el tremendo poema “fuego en la meseta”. Reconocí al instante mi deber poético: tenía que leer en profundidad ese texto. Luego, la tarea fue buscar sus libros anteriores, recitarlos, disfrutarlos, estudiarlos. La lectura de su obra poética profundizó la admiración que ya le profesaba. El tiempo nos juntó en ferias y congresos, pero esa es otra historia. Hoy, me toca hablar del universo compuesto por las obras completas de este complejo y tremendo autor: Gerardo Burton, nacido en Núñez, hincha conspicuo de Platense, neuquino por adopción.

Poemas iniciales – Ediciones Botella al Mar, 1979

Las obras completas de Burton dan inicio con el poemario tautológicamente titulado Poemas iniciales, que publicó Ediciones Botella al Mar en 1979 (año en que vine precisamente al mundo, sabrán los lectores disculpar el declarado carácter autorreferencial de estas columnas). Tanto este volumen como los dos siguientes, Con la esperanza delante y Dieciocho poemas azules para María (ambos publicados por Ediciones de la Unidad, en 1981) fueron leídos por mí en clave de diálogo estrecho dictadura, esa zona oscura de nuestra historia. Y no es una lectura caprichosa: Burton se encarga de dejar huellas, pistas que orientan la lectura hacia ese campo semántico.

Poemas iniciales está prácticamente ocupado, tomado por la oscuridad, los dos primeros versos declaran:

“el filo de la noche

me acerca tembloroso a la frontera”.

El telón de fondo es “nuestro silencio culpable”:

(…) “como si la sangre fuera

nada más que una ingrata mancha

en el alma del país”.

Todo escrito en pleno proceso, gente.

Con la esperanza delante es toda una declaración de principios. “Por fin el sol”, culminaba el primer volumen. Este arranca en segunda persona, diciendo:

“Como una estación de ferrocarril

cuando ya todos se han ido

así está mi alma, Señor,

debatiéndose en la soledad”.

Y aquí da una constante en la poética de Burton: la intertextualidad bíblica, que seguirá presente hasta su último libro publicado hasta hoy, Voces cerca del Cristo verde, editado este mismo año.

En las misma senda poética – mística de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, en similares tonos a los del Fijman de Estrella de la mañana (1931) y al Viel Temperley de Humana vitae mia (1969), Burton entra en conversación con el mismo Dios:

“Es una bendición, Señor,

que seas más obstinado que la muerte

si no fuera así,

¿a quién iríamos en la noche oscura?”

La noche del proceso continúa, y el amor (el Amor) presente como la luz tan necesaria:

“…la luz necesaria para seguir, amada,

para empezar todo de nuevo

porque valía solamente

el futuro que nos esperaba más allá de las paredes

del horror uniformado”.

Los juegos ocultos y corazón de aguas – Ediciones La Lámpara Errante, 1985

Los juegos ocultos y Corazón de aguas aparecen juntos, en un mismo volumen, publicados por Ediciones La Lámpara Errante, ya en plena democracia, en 1985. Dan inicio, ya desde el título mismo, a otra de las grandes claves de acceso a la obra poética de Gerardo Burton: los juegos, la  literatura como campo de experimentación lúdica.

En el libro–entrevista Los juegos desviados de la literatura (Grupo Editor Latinoamericano, 1991), Héctor Libertella se pregunta: “¿No se parece al ir y venir de distintos géneros o registros que se miran de frente en la entrevista profesional, y que en la sesión de diván empiezan a borrarse mutuamente la cara? (…) La literatura sería, acaso, un poco eso y mucho su fuga: el arte de lo contingente por naturaleza”. Yo agrego: el arte de lo contingente trabajado.

En Los juegos ocultos comienzan a asomar la infinidad de recursos poéticos que conforman “la paleta Burton” (llamémosla así): la pregunta retórica, el uso de las cursivas,  las sangrías de diversas extensiones, la aparente ausencia total de signos de puntuación apenas rota por una solitaria y corajuda coma, que llena de interrogantes sintácticos todo el poema. Y hay más: los versos iniciales en mayúsculas de los poemas sin títulos, las interjecciones, los paréntesis, los guiones, los números. Es que Burton escribe con todo el teclado.

Esta etapa involucra su llegada a Neuquén a mediados de los ochenta:

NEL MEZZO

del caminn

se fue a la Patagonia”,

dirá en un poema de Tranvía 4 años después, citando los primeros versos de la Divina Comedia, que dan a entender bíblicamente que el poeta tiene treinta y cinco años de edad al iniciar el peregrinaje.

Un poema quiero seleccionar de este océano, de Infierno sin umbral (Ediciones Último Reino, 1989), que se adelanta un cuarto de siglo a los Relatos salvajes de Damián Szifrón:

“¿CUÁNTO AGREGARÁS A LA ESPERANZA, OJOS DESLUMBRADOS?

Olvida los relatos, los salvajes relatos del mundo

un paisaje vano se abre a tus pies, acaso tus manos

merezcan conquistarlo

lugares para creer se necesitan

y tú los ofreces”

Aire de penumbras (Ediciones Último Reino, 1995), único libro publicado por Burton en los noventa, amén de las participaciones en antologías poéticas, revisita y afina estos recursos: los poemas se alargan, a lo Whitman, a lo Juanele; de hecho, el texto se deja leer como un solo y extenso poema.

Hay dos elementos sonoros y vistosos en los poemas de está década que amamos odiar: la luz y la sed:

“queda la sed

un río carnal en el aire

que la luz horada

labios de sombra sacian en esa arena celeste

una sed desconocida”

Y:

“el vacío, la ausencia

son sólo las orillas de la luz”.

Los dos mil inician con Corazón perdido, un poema afiche tatuado de citas declaradas e invisibles de Charly García y Luis Alberto Spinetta (la música, las canciones son otras de las constantes en la poética burtoniana.

SPOILER ALERT. La obra cierra con unos versos que anuncian el título de una obra venidera:

“en la madrugada vigilan

fogonazos estallidos

de un país sin cáscara: expuestas heridas

de labios que no cierran

(el subrayado es mío).

En una entrevista hecha por Rolando Revagliatti, Burton recuerda: “Yo trabajé en un diario que recibía radiofotos. Y eso me sirve para hablar de dos oficios, el de poeta y el de periodista. Y uno tercero: el de fotógrafo, que no soy, pero me atrae. Es la dimensión plástica, de arte plástica que puede tener la poesía”. Y agrega: “El título de Radiofotos es un guiño, un homenaje a los viejos sistemas de transmisión de información”.

Radiofotos – Ediciones Último Reino, 2004

En Radiofotos (Ediciones Último Reino, 2004), se despliega todo el esplendor textual y semiótico de la poesía de Burton: a las citas de libros clásicos, de textos religiosos, de canciones, a todos los recursos que convierten al poema en un objeto icónico (dada su particular y profunda iconicidad), se le suman ahora las fotos, alrededor de (y desde) las cuales el poema nace y gira:

“sólo una fotografía

blanco y negro en el aire frío de la tarde

un cementerio, la procesión”

El caos ciego de las guerras en Medio Oriente (que hoy vemos recrudecer) y otras muertes tanto o más incomprensibles acá nomás, en la meseta patagónica:

“el señor no es mi pastor

no el señor

por favor es mi pastor

el pastor no, no, ay, por qué a mí

qué voy a hacer

es mi pastor

silencio y llantos

en la barda

cuando atardece, cenizas y humo…”

Como leemos en la contratapa de Cantares de Junio (Ediciones del Dock, 2021): “Los poemas recogen fragmentos, escombros, detalles, miradas, gritos mudos, mampostería material e inmaterial, consignas políticas, citas de documentos oficiales y de letras de canciones populares: ésas son las fuentes”. Parafraseando a Cervantes, podríamos decir que Burton escribe hasta con los papeles rotos de la calle.

“Estos poemas son, en cierto modo, un cuadro cubista”, dice Burton en la “Nota” preliminar al libro: “Pretenden asomarse a la realidad desde todos los planos a la vez”. El tópico del volumen son los bombardeos de la Plaza de Mayo por parte de aviones de la Marina de Guerra y la Aeronáutica, el 16 de junio de 1955. Tema de profundo contenido histórico, social y político: además de cantares, merecen el título de crónicas.

También será el eje temático de Heridas que no cierran (Ediciones Espacio Hudson, 2017), donde el texto se torna polifónico y enlaza las voces de mujeres asesinadas, de los propios femicidas y letras de canciones que adquieren alcances insospechados y terribles: Burton además decidió incorporar esta vez, luego del asesoramiento legal y los permisos requeridos, las fotos de los perpetradores de los crímenes: «Recordé que una vez (…) los organismos de Derechos Humanos empapelaron el obelisco con las caras de los desaparecidos, y a partir de eso pensé que podíamos hacer algo aquí con las caras de los femicidas», comentó en una entrevista nuestro poeta.

Heridas que no cierran – Espacio Hudson, 2017

He alterado el orden estrictamente cronológico, me he salteado un par de publicaciones. Una, Nunca un bolero, publicado en el 2007: maravilloso texto que me atrevería a calificar de experimental (sus versos son prácticamente monosilábicos, aún cuando las palabras no lo sean, ya que Burton corta la palabra y la continúa en el verso subsiguiente), sino fuera porque como hemos venido atestiguando, toda su obra merecería ese adjetivo. Dos, Obra junta, la compilación de toda su poética publicada, que la Secretaría de Cultura y Turismo de la Municipalidad de Neuquén editara ese mismo año de 2007. Y tres, el impecable Tranvía 4 (Ediciones Con Doble Z, 2013): un volumen que opera al interior de la obra de Burton como una suerte de sinfonía de todo su arsenal de recursos, “una relectura histórica en tiempo de tango”, como bien lo señala el propio autor en su “Advertencia”. Yo digo que Tranvía 4 se deja leer (se deja escuchar) como un buen disco. Rescato y comparto un verso futbolero límpido, del poema “platense”: “el fútbol copió el marrón del río: barros y gramilla, musgo en el pavimento”.

El último libro de este catálogo es Voces cerca del Cristo verde. Los poemas que lo componen fueron publicados en forma artesanal en el año 2001: por ello figura como coedición entre la cebolla de vidrio ediciones (que dirige el propio Gerardo Burton) y Ediciones con Doble Z. Fiel a sus procedimientos, es un texto construido como “un diálogo entre poemas, fragmentos de cartas y mensajes grabados que pertenecen a Raúl Rodríguez, Carlos Di Pietro, Juan Isla Casares y Jorge Adur”. Los cuatro fueron desaparecidos por la dictadura cívico–militar entre junio del ’76 y junio del ’80.

“entre sueños de tinieblas y gárgaras de metralla

¿dónde los ojos inocentes?

¿dónde los cuerpos del río?

nunca el plata fue tan rojo”

Obra Junta – Mun. de Neuquén, 2007

En la antigüedad clásica griega, Aristóteles definió a la Política como “todo asunto o actividad concerniente a la polis”, que a su vez era la ciudad–estado modelo, cuyos rasgos esenciales eran la extensión territorial reducida, la autonomía (independencia política) y la autarquía (independencia económica). Burton es un poeta político, porque su poesía (su poiesis) se ocupa de asuntos que conciernen al ser ontológico, pero sobre todo al animal social, y a su relación con la ciudad, la cultura y la historia (la lectura de la historia).

Burton se ha autodefinido alguna vez así: “Yo soy poeta pero vivo de la prosa”. Periodista de raza, dos tomos suyos han quedado fuera de este catálogo: los ensayos de La piedra y la raíz. Reportaje al nuevo mundo (Espacio Hudson, 2013) y las notas de investigación Crónica del subsuelo. El petróleo en Neuquén (1918-2013) (Ediciones con Doble Z, 2017).

Gerardo Burton abarca una multitud de registros con su mirada: el periodismo, la investigación, la música, la pintura, la política y la religión. Cada nuevo libro suyo es un ensayo de reconstrucción que nace de una mirada profunda, comprometida y generosa del universo.

ATE
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DIEGO RODRÍGUEZ REIS. Escritor. Editor–Corrector. Profesor en Lengua y Literatura. Diplomado Superior y Especialista en Ciencias Sociales con mención en Lectura, Escritura y Educación. Ha sido becado en Narrativa por la Fundación Antorchas y por el Fondo Nacional de las Artes. Ha publicado varios volúmenes de poesía y narrativa. Textos suyos han integrado publicaciones impresas y digitales de Argentina, Chile, Brasil, Colombia, México, Estados Unidos, España y Alemania. Ha participado, como autor, co–autor, corrector o editor, en la publicación de más de setenta obras de ficción y no ficción; y se ha desempeñado como jurado en diversos concursos, nacionales e internacionales. Formó parte del Centro Editor Municipal de San Martín de los Andes e integró el Consejo Directivo del Fondo Editorial Neuquino. Actualmente vive en la ciudad de Villa La Angostura. Dicta Talleres de Escritura Creativa. Dirige, junto a Cecilia Fresco, el sitio La zona (crítica y ficción).
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