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Identificaron un ave que hace 25 años va y viene de la Patagonia al Ártico

Redacción
Por Redacción
Las aves migratorias hace unos 28 mil kilómetros por año entre los extremos del continente para reproducirse y alimentarse. Para su investigación, se los identifica con banderillas y anillos en sus patas.

Fue identificado con anillos en 1998 en Río Negro y se lo vio hace unos días en Estados Unidos. Además de ser longevo, lleva unos 700 mil kilómetros recorridos.

El playero rojizo viaja todos los años unos 28 mil kilómetros entre Tierra del Fuego, San Antonio Oeste, Estados Unidos y el norte de Canadá, en el Ártico. Es el proceso que tiene de migración para reproducirse, alimentarse y hasta cambiar el color de su plumaje. Se lo puede ver en el extremo sur de la Patagonia, de color gris, siendo muy joven. Luego hace escala en Río Negro, para casi duplicar su tamaño con la alimentación de la zona. Posteriormente, inicia su vuelo directo a Estados Unidos para llegar a Canadá, adonde nidifica y se reproduce. Y luego vuelve hacia nuestro sur argentino.

Este es el proceso migratorio anual que las investigaciones científicas han confirmado a lo largo de los años, aunque nunca se había encontrado un ave identificada con anillos que tuviera unos 25 años.

Se lo vio en Delawere, Estados Unidos, hace unos días. En esa observación, aún posee una banderilla anaranjada en la pata derecha y un anillo azul y otro de metal, en la izquierda. En la convención de científicos para la identificación de las aves analizadas, esa banderilla corresponde al país (Argentina) y su ubicación a la altura de la tibia, al lugar donde se la marcó (San Antonio Oeste).

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Ave insigna

Dentro del continente americano, el playero rojizo (Calidris canutus rufa) es considerada como el ave insignia dentro de las migratorias que utilizan el corredor Atlántico, debido a que realiza el viaje más extenso al unir el Ártico canadiense con el sur de Tierra del Fuego, realizando unos 32 mil kilómetros al año. “En junio tienen que estar en el Ártico donde tienen la oferta de alimento disponible, ahí se reproducen y luego emprenden el vuelo hacia el sur”, cuenta Luciana Musmeci, bióloga e investigadora del CONICET en el Instituto de Diversidad y Evolución Austral (IDEAUS, CONICET), especializada en el estudio de la conservación de aves playera migratorias.

La científica describe al playero rojizo como una máquina perfecta diseñada para volar. Son aves de tamaño pequeño, que vuelan muy alto, prácticamente al límite con la anoxia, y que aprovechan los grandes vientos hacia el sur y hacia el norte para ser impulsados. “En estos vuelos enormes que realizan, los sitios donde paran durante sus migraciones funcionan como estaciones de servicio en las que necesitan reabastecerse de alimento. Tanto cuando van hacia el sur, como cuando vuelven hacia el norte, suelen parar en las mismas zonas aunque no siempre coinciden en las dos migraciones, pero por lo general coinciden los sitios de paradas en una migración y en la otra”. Como dato destacado de estas migratorias del Atlántico, hay registros de vuelos de 8000 kilómetros sin parar, realizados en solo seis días, que unieron un sitio cercano a la frontera entre Uruguay y Brasil con Carolina del Norte en los Estados Unidos.

Paradas locales

En la Argentina, el playero rojizo suele detenerse en la zona en la costa de Buenos Aires, (área de Samborombón y Punta Rasa), en San Antonio Oeste, (Provincia de Río Negro), en Península Valdés y en el Parque Interjurisdiccional Marino Costero Patagonia Austral (Provincia de Chubut) y en el estuario de Río Gallegos (Provincia de Santa Cruz), antes de llegar al lugar donde se congrega la mayoría de estos playeros, en el extremo migratorio en Tierra del Fuego, tanto del lado argentino como chileno, más precisamente Bahía San Sebastián y Bahía Lomas, respectivamente. Al trabajar en el Centro Nacional Patagónico (CENPAT) de Puerto Madryn, Musmeci estudia los playeros rojizos durante su estadía en Chubut, puntualmente en Península Valdés: “Allí comen principalmente una almeja que se llama Darinas solenoides y en algunas playas incorporan también algunos poliquetos y crustáceos. Ellos encuentran la comida insertando el pico muchas veces por segundo en el sustrato y pueden detectar los cambios de la presiones alrededor de las presas. Entonces, cuando hay una almeja enterrada se genera una fuerza diferente y el ave con su pico la detecta, incluso puede estimar el tamaño aproximado de esa almeja para evaluar el costo beneficio de ingerirla”, explica la investigadora.

Cuando realizan estos vuelos extensos, las aves pierden prácticamente la mitad del peso pero tienen la capacidad de llegar a las paradas migratorias y duplicarlo nuevamente luego de comer. Como ejemplo, la bióloga destaca que, en Península Valdés, estudiaron que un Playero Rojizo come un promedio de 8000 almejas por día para recuperar su energía.

Problemas poblacionales

Como todas las aves migratorias, el playero rojizo está expuesto a las amenazas que encuentran a lo largo de su ruta migratoria, tanto en las paradas de alimentación y descanso, como en sus extremos de invernada o reproducción. Al estar sumamente especializados para volar, necesitan tener el alimento disponible al llegar a cada lugar: “El sitio de parada migratoria más importante antes de llegar al Ártico es la Bahía de Delaware, en Estados Unidos, donde comen los huevos de los cangrejos bayoneta (Limulus polyphemus). A principios de la década del 2000 se habían empezado a extraer esos huevos como cebo para pesquerías y también les habían encontrado una utilidad farmacológica, entonces, cuando llegaron los Playeros Rojizos, no había la disponibilidad necesaria para alimentarse”. Ese hecho en particular produjo una abrupta caída de la población que ya venía con una tendencia a disminuir desde la década del ‘90. Se estima que la población de Playeros Rojizos que migra hasta el sur de Sudamérica actualmente es menor a 9000 ejemplares.

En este contexto, es importante y necesario el trabajo de protección que se realiza a lo largo y ancho del continente: “En aves migratorias siempre los esfuerzos de conservación tienen que ser integrados tanto a lo largo de toda su ruta como en los extremos migratorios. Se continúan realizando trabajos para disminuir la caza ilegal de las aves playeras en países del Caribe y norte de Sudamérica, como Surinam, donde, entre otras especies de aves, se han capturado playeros rojizos. Ellos unen todo el continente y están expuestos a las amenazas vigentes en cada sitio. Entonces, para conservar estas aves hay distintas estrategias y organizaciones, pero siempre se trata de trabajar en red y cada uno aportar su granito de arena desde donde está hacia la conservación”, finaliza Musmeci.

A 25 años de aquella identificación

La bióloga rionegrina Patricia González indicó que la observación del ave anillada en San Antonio Oeste se dio en la bahía de Delawere : “Vieron que tenía una banderilla anaranjada -cuyo color indica que fue anillada en nuestro país, Argentina-y que estaba ubicada en su pata derecha, a la altura de su tibia, que es la posición que indica el lugar dónde se la marcó. En este caso, en nuestra bahía de San Antonio. También tenía un anillo azul muy viejo, en la pata izquierda abajo (tarso), además de un anillo de metal en la tibia izquierda”.

“La banderilla se notaba pequeña y lisa, como las anteriores a 2001, año en que comenzaron a utilizarse banderillas con inscripciones alfanuméricas. Por otra parte el anillo azul era simple, como los utilizados por nosotros en 1997 y 1998, a diferencia de los de años posteriores que fueron en forma de espiral.  Originalmente, además, tenía un anillo rojo que perdió” relató la científica.

La identificación que se realiza a estas aves migratorias “permite monitorearlas a través de su migración y conocer más acerca de la especie. Por eso, cuándo fue visto en EE.UU, se supo que este pájaro años atrás había sido anillado en San Antonio, por el estilo, color, y la altura de esa ‘banderilla’ de identificación” contó González.

“Este playero nació en 1997, o incluso antes, en el Ártico de Canadá, y por lo tanto tiene al menos 26 años. ¡En este tiempo voló entre Tierra del Fuego y sus sitios de reproducción en el Ártico una distancia equivalente a un viaje de ida a la Luna, retornando a la Tierra y partiendo nuevamente! Son cifras récords para la especie” sostuvo la investigadora.

“Estamos frente a una noticia maravillosa- destacó- porque este pájaro es un sobreviviente a la gran declinación de principios de siglo, que llevó a su población a ser declarada en peligro de extinción crítico” detalló González.

Vienen desde Tierra del Fuego, dónde mantuvieron su plumaje gris, no reproductivo, que luego comienzan a mudar por el rojo con el que se los verá más tarde. Se preparan para su reproducción. El cortejo previo, el apareamiento y la posterior nidificación se dará en el Artico de Canadá.

En San Antonio, antes, descansan y se alimentan para duplicar su tamaño, y prepararse para un vuelo en el que viajarán más de 6000 km sin parar, hasta que realicen su próxima escala.

La novedad fue celebrada por los biólogos, que a lo largo de la ruta de migración trabajan para preservar la especie, actualmente en peligro de extinción. La declinación de estas aves es notoria incluso en esta localidad. Antes,  en su paso hacia el Ártico, arribaban a San Antonio en bandadas de 20.000 ejemplares, y ahora los pájaros que integran esos grupos rondan los 1.300.

ATE
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