Ad image

La desafiante Patagonia profunda de Mamuel Choique

Diego Promenzio
Por Diego Promenzio
La historia, la belleza agreste, el potencial de un pequeño pueblo que sorprende en el sur de Río Negro.

Durante el verano de 2015 realicé mi viaje más largo por Patagonia, la disfruté por más de 9500 kilómetros mayormente en solitario, salvo la parte final donde subí a un mochilero Juancito Cajarville, de Bragado, gran viajero y con quien a lo largo de estos años hemos forjado una gran amistad.

Parte de esa inolvidable experiencia consistió en vivenciar juntos el Viejo Expreso Patagónico, más conocido como “La Trochita”, en el trayecto chubutense “Esquel – Nahuel Pan – Esquel”, incluyendo el regreso en la mismísima locomotora gracias a la amabilidad del maquinista. Emocionados por tan increíble experiencia, dejamos Esquel con la idea de recorrer parte de la RP 23, incluyendo los pueblos donde antiguamente transitaba el mítico tren sin saber demasiado que nos depararía el itinerario ya que era nuestra primera vez en esa zona.

Poco a poco nos íbamos alejando cada vez más de la cordillera en dirección al centro de la provincia de Río Negro. Durante el trayecto cruzamos una y otra vez la trocha angosta del viejo ramal hasta llegar a Ñorquinco, conocida como la puerta de entrada a la Línea Sur rionegrina desde el sudoeste. Pero había un puntito negro en mi mapa de papel (soy de la vieja escuela, no me gusta el GPS) que me llamaba y me llamaba. Nunca había sentido hablar de ese paraje y hasta me parecía mal escrito, “MAMUEL CHOIQUE”. Y como a mí me gusta visitar sitios alejados y desconocidos de lo que se denomina como la Patagonia profunda, sentí que esa era la oportunidad para descubrirlo.

Me gustan estos paisajes, esa soledad patagónica, de vientos impiadosos, calor de locos, de suelos esqueléticos arenosos, pedregosos, rocosos, cuya vegetación dominante es la estepa arbustiva, con matas sin hojas, o con hojas muy pequeñas, mayormente espinosas. Mucho coirón, mata negra y en zonas más húmedas algún calafate o molle, donde entre los arbustos crecen algunas gramíneas y hierbas muy buscadas por el ganado que con tal de comer algo son capaces de pincharse hasta el…

Esta zona árida y desértica de nuestro país, esta tierra tan singular, con la energía poderosa de los desiertos, de aire purísimo, cielos inolvidables y silencios tan hondos que devoran hasta la respiración, hechiza a muchas personas de una manera inentendible para quien no sabe apreciarla. Tierra de leyendas, inhóspita, donde uno se siente el primer ser humano en recorrerla, lo que para un aventurero es una sensación inigualable.

El turismo masivo suele elegir el hermoso paisaje cordillerano de bosques, flores, ríos, lagos y glaciares por sobre la gran meseta y la estepa rala, pero ésta sigue enamorando a viajeros intrépidos que se animan a salirse del camino mas gastado en los mapas. Ni el mismísimo Darwin pudo explicar el porqué de esa fascinación cuando se preguntaba así mismo: «¿Por qué entonces, y esto no sólo me ocurre a mí, estas áridas y desoladas tierras se han retenido de manera tan firme en mi memoria?». Por supuesto yo tampoco he encontrado la respuesta…aún.

De Ñorquinco, temprano en la mañana salimos rumbo noreste por la polvorienta Ruta 6, aunque llamarla ruta es un halago inmerecido, que sinceramente le queda demasiado grande. Prefiero llamarlo Camino, que es una palabra que me gusta mucho más que ruta. Puedo asegurar que mi auto sufrió la experiencia inversamente proporcional a lo que la disfrutamos nosotros dos.

Cruzamos el Río Chico, cuya localidad tiene uno de los puentes ferroviarios más lindos del ramal de La Trochita. Fotografiamos flora y fauna, sobre todo lagartijas, maras, mulitas y decenas de caballos cabalgando libremente por esas mágicas inmensidades, en una escena que nunca deja de maravillarme.

Luego de poco más de 50 kms, a lo lejos se divisa el pequeño poblado que tanto me llamaba desde mi mapa: Mamuel Choique, llamado así por un pequeño arbusto, leñoso, espinoso y de hojas muy pequeñas.

Al costado del camino, un viejo cartel pintado a mano le da la bienvenida a los visitantes, que intuyo no son muchos. Es un lugar muy alejado de lo que es el circuito turístico tradicional.

Mi mapa y ese viejo cartel nos invitaron a entrar y conocerlo. Y si bien luego cambiará radicalmente, mi primera impresión no es buena. Me da mucha tristeza ver tantas formaciones abandonadas de La Trochita, en algunas de las todavía visibles vías frente a la estación. El clima implacable va ganando la batalla a los viejos vagones de metal y madera, que aún sabiendo que la suerte está echada, resisten estoicamente. Tanto patrimonio en vías de desaparición, tanta desidia, tanto desprecio hacia tan noble medio de transporte da bronca. Es casi una síntesis de los últimos 100 años de historia argentina.

Un poblado humilde, de “alrededor de 250 habitantes” me asegura uno de ellos. En su no más de 7 u 8 manzanas irregulares, se ven dispersas construcciones de adobe, fachadas sin revocar, una áspera cancha de futbol con el travesaño de madera quebrado y atado con una improvisada soga de tela, caballos atados a la sobra de los pocos árboles. Hay muy poca vegetación. Muy pocos árboles, sería importante un cambio en este sentido. Se notaba que el lugar estaba progresando a pesar de todo. Incluso me enteré hace poco que a partir de 2017 el paraje tiene gas a partir de que la provincia implementó el Plan garrafón, el cual permitirá tener inviernos menos duros y todo lo que ello implica. También a partir de ese año Mamuel Choique cuenta con internet. Lo cual no es poco.

Mamuel Choique, además de la Estación, hoy reconvertida en Museo por el trabajo personal de un lugareño, ofrece a pocos cientos de metros, una pequeña sierra con pinturas rupestres de muy fácil acceso y de increíble valor por lo bien conservadas que aún se encuentran. Quisimos recorrer sus dos “highlights”.

En el Museo nos recibió un antiguo operario del ahora inactivo ferrocarril, que, por supuesto había conocido a Don Juan Alberto Cajarville, el abuelo de Juan mi copiloto mochilero, que había sido jefe de La Trochita hasta fines de los ´80.

El desordenado pero muy interesante museo, como era de suponer, poseía una importante cantidad de diversas piezas ferroviarias. Herramientas, faroles, señales, tickets, fijaciones “cabeza de perro”, pero también y en una suerte de homenaje al “Cambalache” de Discépolo, una gran diversidad de otras cosas: máquinas de escribir, radios, ruedas de carreta, discos, piedras, juguetes, herraduras, marcas de ganado, que se mezclan con carteles, una boleta electoral con la foto del Riojano más famoso y el Cabezón de Lomas de Zamora, un antiguo diario anunciando la muerte del General, botas de gaucho, latas de galletas con su ventana circular transparente, botellas, máquinas de coser, cornamentas, botas de vino y hasta un viejo Winco. No encontré ni la Biblia, ni el Calefón, ni el sable sin remache, aunque quizás no busqué bien.

El viejo operario, no tan viejo de edad, junto a un gaucho amigo, nos contaron algunas historias del lugar y nos alentaron a visitar las Pinturas Rupestres en unos montes cercanos, a menos de 2 kms del pueblo.

De fácil acceso, el lugar es conocido como LA PIEDRA PINTADA. Antiguo Santuario donde se pueden apreciar las distintas etapas de este arte aborigen que han dejado su huella de pinturas rupestres, ese arte testimonio de estilos de vida. Algunas son mucho más antiguas (pinturas milenarias, nos dijeron) que otras más nuevas, contemporáneas con la época de la llamada Conquista del Desierto porque ya se ven jinetes entre otros dibujos más elaborados.

Este sitio y tantos otros ninguneados incluso por las propias Direcciones de Turismo, bien merecen una visita, conocer sus patrimonios, su gente y sus historias, que las tienen y muchas. Si lo explotan bien, el turismo y sobre todo el Turismo Aventura a través del descubrimiento y exploración del entorno natural, puede ser una alternativa económica, una buena fuente de ingresos que mejore la calidad de vida de su gente, que hoy día aún depende de la actividad ganadera casi en exclusividad.

Aconsejo a todos a salirse de las rutas principales, a tomar caminos en apariencia menos atractivos. Si uno activa sus cinco sentidos y sobre todo si abre su corazón, les aseguro que las experiencias y las historias pagarán con creces esa decisión.

La verdad me quedé con ganas de conocer más y mejor este lugar, incluso interactuar con algunas otras personas, pero teníamos poco tiempo y debíamos seguir.

El viaje continuó hasta Ing. Jacobacci, desde donde tomamos la mítica RP23 de la Línea Sur rionegrina hasta Las Grutas donde nos esperaba Carlos, papá de Juan, con un gran asado. Al día siguiente, mi viaje culminó en mi querida Bahía Blanca.  

¡Hasta la próxima amigos…!

Aprovecho esta nota, ahora que el poblado tiene internet, para intentar ponerme en contacto con algún habitante de la localidad a fin de proponerles participar de un proyecto socio cultural que estoy realizando con un grupo de amigos de Bahía Blanca, mi ciudad. Podrán enviarme un mensaje a dpromen@gmail.com

ATE
Compartir este artículo
Seguir:
Arquitecto, bahiense y apasionado por los viajes, la naturaleza y la fotografía. Ha recorrido varias veces toda la Patagonia. Fue el creador del espacio Fotos con Historia que se emitió por la radio AM 550 y el canal 24/7 Noticias de Neuquén. Fundó una biblioteca en el Faro del Fin del Mundo en la Isla de los Estados ya partir de esa idea impulsa y dirige el proyecto “Sembrando Bibliotecas” que tiene el objetivo de fundar una biblioteca en cada provincia argentina. (https://www.facebook.com/proyectosembrandobibliotecas/) Además, tiene un canal de Youtube (https://www.youtube.com/@fotosconhistoria-diegoprom7270/) donde se pueden ver los videos con los relatos de viajes por la Patagonia y el mundo.
Dejanos tu comentario