Un lugar que tiene más de un siglo con automóviles que están impecables y muestran su corazón latiendo en la época que fueron el centro de la sociedad argentina. En las calles o en las carreras, cada uno de los tesoros que están a la mano en el Museo del Automóvil de la ciudad de Buenos Aires es como una escena de la película de la historia de nuestro país.
En nuestro espacio El Diario de Vanesa, nos encontramos allí con Gisela Spadafora, directora e hija de quien comenzó con el abrazo a estos vehículos impecables, llenos de historia en su exterior y con el alma a pleno, en su interior.
Ya en la época de las “cupecitas” de Turismo de Carretera (con los Gálvez probando a pocas cuadras de donde vivía Luis Spadafora), el iniciador del Museo descubrió que su cuerpo latía de una manera diferente ante esos vehículos a toda velocidad.
Su hija nos contó que además de los autos de aquel TC, lo sábados iba Luis con sus amigos a una pista de motociclismo y vehículos Midget que se hacía con polvo de ladrillo en la cancha del club Ferro Carril Oeste. A partir de allí, toda la vida de Luis Spadafora se relacionó con la compra, la restauración y incorporación de verdaderas joyas históricas, como el primer taxi-colectivo, con carrocería de madera de fresno, que es el antecesor del trasporte público de pasajeros en la ciudad de Buenos Aires. O el camioncito Chevrolet de 1932 con el que se repartía la leche en el barrio de Caballito, adonde vivían los Spadafora.
Claro que este inmenso Museo del Automóvil tiene además de las reliquias que se pueden observar en el recorrido, una ambientación muy especial donde están las representaciones humanas de la época y también los colores y las paredes de chapa de las antiguas construcciones de la ciudad, o las máquinas para la carga de combustible, o miles de objetos que agregan contenido a este placer de estar en contacto directo con el cuerpo y el alma de una época fascinante de la Argentina.
Gisela también nos contó de las historias que tienen varios de los vehículos que están allí, como el Cadillac presidencial que fue restaurado a nuevo, las cupecitas, prototipos o vehículos que corrieron los pilotos más famosos del país y también el famoso Dodge 1936 descapotable, color blanco que llegó al país desde Estados Unidos, cuando visitó la Argentina el presidente Franklin Roosevelt y luego, nada más y nada menos, fue el que utilizó Diego Armando Maradona para llegar a la iglesia en el casamiento con Claudia Villafañe.
“Ese auto tiene un aura especial, participó además en películas importantes, con la dirección de Alan Parker y la actuación de Brad Pitt (“Siete años en el Tibet”)”, cuenta Gisela.
Y así con cada uno de los casi 300 autos y motos que pueblan metro a metro este Museo del Automóvil, ubicado en la calle Yrigoyen 2265, del barrio de Villa Real, donde se puede estar horas y horas palpando y sintiendo el cuerpo y el alma de una Argentina sobre ruedas que no deja de emocionarnos.
A disfrutar el video con la charla y será ¡hasta la próxima!