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La gema de una frase

Claudio García
Por Claudio García
Un párrafo de C. G. Jung que impacta e interpela.

En su libro “Lo inconsciente en la vida psíquica normal y patológica”, publicado originalmente en 1916, C. G. Jung escribe una frase hermosa y muy profunda. Dirigiéndose a quien decide dedicarse a los estudios de la psicología y psiquiatría le pide: “…que se despoje de la toga doctoral, que se despida del gabinete de estudio y que se vaya por el mundo con humano corazón a ver los horrores de los presidios, manicomios y hospitales; a contemplar los sórdidos tugurios, burdeles y garitos; a visitar los salones de la sociedad elegante, las Bolsas, los meetings socialistas, las iglesias, los conventículos de las sectas para experimentar en su propio cuerpo el amor y el odio, la pasión en todas sus formas; y así volvería cargado con más rica ciencia de la que pueden darle gruesos tomos…”.

Soy bastante refractario de los psicólogos –creo, quizás ingenuamente, que uno tiene la capacidad de curarse de algunas alteraciones de la salud mental por sí mismo-  aunque me interesa la psicología pero por su vinculación con la filosofía, la sociología y la teoría política, al estilo –profano en mi caso- de los pensadores de la escuela de Frankfurt. Así como de Freud me ha apasionado mucho más su “Malestar de la Cultura” que los fundamentos biologistas de su psicoanálisis, en Jung me interesó el acicate que toma del pensamiento de Nietzsche para definir sus nuevas teorías rupturistas en gran medida con Freud: la voluntad de poder entendida como decirle sí al instinto y su visión de un inconsciente -al que solía denominar alma- ya no como un desván de la experiencia personal desechada por el yo racional, sino con el plus de una segunda capa impersonal o sobre personal -conocida como inconsciente colectivo- común a todas las cabezas humanas. Hipótesis que entre otras cosas sirvió para hacer aquel excelente film “Estados alterados” de Ken Rusell (y éste a la vez para hacer uno de los capítulos más brillantes de aquella formidable serie yanqui que fue Dr. House).

Encontré la frase de Jung por cierta obsesión de no sólo leer por leer, sino estar atento a párrafos o sentencias que de por sí justifican el libro, más allá del contenido general de la obra. Cavar en la tierra para encontrar, entre guijarros de tierra y roca, pequeñas gemas. Como aquel personaje, secundario, de “El enigma de París” de Pablo De Santis, que aunque tenía una aparente aversión a los libros, leía con la obsesión de encontrar la cita perfecta: “Todo libro tiene siempre frases desagradables, ideas que atacan la construcción central, palabras que tachan a las demás, y yo quiero eliminar todo eso. El camino a la cita perfecta es sinuoso y nos lleva años; pero cuando uno tiene la cita, quedan justificadas todas las desdichas que nos trae la lectura”.

Así como ese personaje, Grialet, copiaba en las paredes de su casa esas citas que le parecían perfectas, en mi adolescencia y juventud escribía en papelitos aquellas frases que me habían deslumbrado de los libros que leía, que a la vez pinchaba con alfileres en un telgopor que a modo de cuadro tenía colgado en una de las paredes de mi cuarto. Hoy, de manera más práctica, resguardo esas frases en mi computadora. Y en esos archivos personales, donde conviven frases de Marx y Nietzsche, con otras de Roberto Arlt y Sthepen King, lúcidos versos de César Vallejo y Raúl González Tuñón, con líneas más llanas pero no por eso menos bellas de Alberto Moravia y Graham Greene, se incorporó entonces ese párrafo de un libro de Jung, hermoso y profundo, como dije al principio, que tienta a la reflexión a la vez que por su claridad no habilitaría a ninguna palabra más. Pero por decir algo, alguna vez escribí en un poema que nadie me puede enseñar lo que necesito y que sólo me conoceré “en obstinadas experiencias, en la noche y los días libres que la vida guarda fuera de las casas”.

En cierta medida hay ligazón con la frase de Jung. Lo académico sí, los libros sí, la educación sí, pero sólo si uno sale “con humano corazón” a encontrarse con todo tipo de realidades y todo tipo de gente, descubrirá “más rica ciencia de la que pueden darle gruesos tomos”.

Para experimentar “en su propio cuerpo el amor y el odio, la pasión en todas sus formas” es necesario “no asustarse de partir y volver”. Porque, ya que hablamos de frases, Raúl González Tuñón diría sobre las líneas de Jung que uno debe salir al mundo para que sólo así “un paisaje o una emoción o una contrariedad nos reconcilien con la vida pequeña y su muerte pequeña” y para que un día “nos queden unos pocos recuerdos”, los que se terminan atesorando porque nos acercaron a “la sal de la vida”.

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ATE
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Escritor y periodista residente en Viedma, forma parte del equipo periodístico de la Agencia Patagónica de Noticias. Ha publicado una extensa lista de novelas, cuentos y libros de poesía. Estudió en la Facultad de Derecho y Ciencias sociales de la Universidad Nacional del Comahue.
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