En enero de 2021 en plena pandemia del COVID 19, me decidí conocer algunos sitios de lo que algunos llamamos la Patagonia profunda. Sitios que nunca había visitado. Se dice que cuanto más viaja uno, más lugares quiere descubrir. Es algo así como una extraña enfermedad y muchos aseguran que no tiene cura.
Comencé por el increíble norte neuquino, luego bajé a Bariloche y desde allí emprendí uno de los viajes más inolvidables que haya hecho por nuestro sur, me refiero a la Ruta Nacional 23, llamada Perito Moreno. Un espectacular recorrido de poco más de 600kms, que une la cordillera de los Andes con la costa atlántica en la provincia de Río Negro.
Yo hice el recorrido inverso, porque en realidad la RN23 nace en la Ruta Nacional 3 a unos pocos kms al sur de Las Grutas y termina en un cruce con la RN40 en Dina Huapi, a pocos Kms de Bariloche y sobre el lago Nahuel Huapi.
Dina Huapi, fue un lugar de pioneros dinamarqueses, de ahí su nombre. Además del famoso lago, uno de sus atractivos es el Cerro Leones, un viejo volcán, que tiene las espectaculares Cuevas de los Leones, una de las más lúgubres que yo haya visto. Las había conocido en 1986 cuando junto a mi gran amigo, El Ruso Garrote, participamos de un Campamento organizado por nuestra escuela. Por curiosos e inquietos, y además por ser los dos mayores del grupo, fuimos elegidos para entrar junto a uno de los profes. Entramos solo a una de las tres cavernas, la que tiene una boca exterior muy grande que se va achicando y a la cual finalmente se accede por un diminuto túnel, arrastrándose varios metros, luego la cueva se amplía.
El lugar es alucinante, gracias a nuestras pobres linternas pudimos ver en el fondo un manantial que forma un pequeño lago subterráneo. Duramos menos de 5 minutos ahí. Solo pensar que tenía que volver a cruzar ese túnel me daba pánico. Estar en las entrañas de un antiguo volcán, me hizo descubrir que tenía un grado de claustrofobia mucho mayor que el que había imaginado. Juré no entrar nunca más.
Este lugar fue ocupado durante más de 8.000 años por pueblos originarios y las pinturas rupestres en su exterior datan de más de 1000 años de antigüedad. Era la primera vez que veía algo así.
Volver a este lugar 35 años después, fue un buen comienzo para mi espíritu aventurero. Seguí en mi fiel Sandero Stepway, por un hermoso camino de ripio, que recorre las últimas estibaciones de la precordillera antes de adentrarse en el desierto rionegrino. Como a mí me gusta la historia ferroviaria y este camino basicamente va copiando el recorrido de las vías del Tren Patagónico que une Viedma con Bariloche, decidí entre otras cosas visitar todas sus estaciones.
A unos 30kms de Bariloche, encontré el Paraje Los Juncos aunque se llama Perito Moreno. La estación es hermosa, de piedra y en buen estado de conservación. Inmersa en un apacible paisaje rural que ya comienza a mostrar la belleza agreste de la zona. Se puede visitar la Laguna Los Juncos, que paradojicamente… se quedó sin juncos hace tiempo. Con más de 100 especies diferentes, es un buen lugar para quienes disfrutan del avistaje de aves.
Durante el trayecto crucé las vías de un lado al otro y tomé dimensión de lo faraónico de la construcción de esta línea férrea. De las pocas que sobrevivió cuando en los 90’s el ferrocarril casi cerró todos sus ramales. La provincia de Río Negro por suerte se hizo cargo y la mantuvo.
Mas adelante, ya sobre asfalto, luego de pasar el puente sobre el Río Pichileufu, se llega a un pueblo ya bien consolidado llamado Pilcaniyeu. Su estación de tren, en este caso no es toda de piedra, pero mantiene el estilo Patagónico.
Pilcaniyeu, de unos 800 habitantes, nació en lo que era la intersección de las rastrilladas, esas huellas de caminos indigenas que actualmente son la RN40 y esta RN23. En sus comienzos, hubo muchos inmigrantes sirios libaneses, mal llamados turcos. Se ven en varios de los pueblos de esta zona, algunas construcciones con esa impronta. Incluso nombres de hoteles como Jalil o una despensa Abdul, por ejemplo. Me quedé con ganas de visitar el antiguo Bar LA ARMONIA, que se veía muy interesante, lamentablemente estaba cerrado. Este primer tramo de ruta es hermoso. Aun se observan paisajes montañosos.
40 km más adelante, casi abandonando la precordillera de los Andes se llega a Comallo. Cuenta con un lindo arroyo y unos alrededores muy interesantes para turismo aventura. Lo más destacado es el Parque del Centenario, un espacio para actividades culturales y recreativas, muy moderno, que contrasta demasiado con la arquitectura del pueblo. Su pequeña y pintoresca estación, de chapa acanalada pintada de blanco, aún conserva su antigua campana, y la clásica sala de espera. Posee el típico cartel con letras corpóreas, de colores fuertes para la selfie del visitante. Hace pocos años, hallaron restos fósiles del cráneo del ave más grande del mundo (60 cm). Ahora están en el Museo Paleontológico de Bariloche.
La ruta comienza a amesetarse, aumenta el viento cuando más al centro de la provincia me encuentro y éste forma los insoportables “serruchos” en el ripio. Entonces uno ahí debe desacelerar y el viaje puede resultar algo lento y monótono para el que no ama la estepa. Pero siempre recuerdo ese viejo dicho de Don Atahualpa, que decía, “para el que mira sin ver, la tierra es tierra nomás”.
Siempre en dirección oeste-este, llegué a Clemente Onelli, uno de los pueblos más pequeños de la Línea Sur. El nombre se debe a uno de los personajes más importantes de la historia de la Patagonia, un italiano, científico, naturalista, geógrafo, arqueólogo, paleontólogo, zoólogo, botánico, explorador y escritor. Fue Director del zoológico de Buenos Aires.
Este pueblo supo tener 500hab antes de los ´90 y se dedicaba a la ganadería. Al cerrar el ferrocarril perdió su población. Actualmente no llegan a 200. Tiene una de las estaciones más pequeñas de la Línea Sur, y el paisaje que lo rodea es muy lindo. El pueblo se ve un poco venido a menos, con varias casas abandonadas. Ojalá la provincia se ocupara un poco más de este icónico pueblo, que con poco podría mejorar mucho.
Son interesantes estos sitios, un oasis para quien se anima a esta travesía por el desierto rionegrino. Con 40 grados encontrar una Coquita fresca fue una salvación. Siempre quise conocer Onelli, famoso por la publicidad de Telefónica donde un policía hablaba desde la primera cabina del pueblo. No la ví. Era una foto que quería tener. Hace ya hace 7 años tiene señal de celular e internet.
50kms más adelante llegué a Ing. Jacobacci, uno de los ingenieros que realizó esta tremenda obra. Antes se llamaba Huahuel Niyeu. Es la principal ciudad de la línea Sur o Región Sur Rionegrina como se la llama ahora. Tiene unos 7000 habitantes. En estos lugares, un poco perdidos y desconocidos, uno suele preguntarse, ¿de qué vive la gente?.
Mayormente se dedica a la ganadería, a la cría de ovejas, chivos, incluso se sigue practicando la trashumancia como medio de subsistencia. La gente con la que conversé me demostró su orgullo y felicidad por vivir allí, que ese era su lugar, que ahí nacieron, y ahí morirán. Por supuesto hay mucho empleado estatal y se nota que la población se va avejentando. Los pibes se van a estudiar y no regresan y en los campos se necesita menos gente.
Durante largo tiempo fue cabecera de “La Trochita” que unía Jacobacci con Esquel, en Chubut. Y si bien ahora ya no se realiza ese mítico viaje, en 2021 el Trencito comenzó un pequeño recorrido hasta Ojos de Agua. 50kms atravesando la estepa rionegrina.
En Jacobacci hice escala y dormí en un pequeño hotel. Recorrer esta ruta en enero es muy duro, muchísimo calor. Caminé el pueblo y visité la estación, la que había conocido en 2015 junto a Juan Cajarville, nieto de uno de los Jefes máximos de La Trochita. Ya conté esa anécdota. Su abuelo y su padre, Carlos, vivieron en las casas que el ferrocarril le daba al personal y pudimos visitarlas en aquella oportunidad. Interesantes viviendas ferroviarias construidas con durmientes, bien conservadas.
Todos los pueblos de esta ruta están muy ligados al ferrocarril. Históricamente fue el principal vinculo con las grandes ciudades, sin embargo, el asfalto va ganando terreno. La región tiene ese atractivo de “paisaje rural patagónico” con vistas interminables, cielos infinitos, vegetación de estepa y muchos restos fósiles arqueológicos y paleontológicos.
Desde Jacobacci también surgen varios desvíos. Desde ahí uno puede dirigirse al Alto Valle en el norte, o hacia el Sur y llegar a Esquel después de pasar por Ñorquinco y El Maitén. También hacia Gastre, en la meseta del Chubut.
75kms más al este llegué a Maquinchao. Noté que este pueblo supo tener un pasado más floreciente que el actual, quizás allá por mediados del siglo 20, con una gran comunidad sirio libanesa. El Centro Social Libanés y la arquitectura de algunas viviendas reflejan esa inmigración. Si bien veo sus construcciones muy deterioradas, como en casi todos los pueblos de esta ruta, le auguro un buen porvenir a corto plazo. Imagino que el asfalto, vía de unión entre los puertos de Chile y San Antonio traerán la prosperidad necesaria. También, en esta zona creció mucho el turismo rural en los últimos años. Capital Provincial de la Lana donde se hace una gran fiesta en febrero cada año, tiene el récord de ser el lugar mas frío de la Argentina (continental, claro). En el ´91 registraron -35 grados. Ni hablar del viento.
En Maquinchao tuve la suerte de charlar con personal del Ferrocarril, ellos me contaron sobre el funcionamiento del ramal, me mostraron el viejo instrumental ferroviario, las radios, los sistemas de comunicación, los sellos, relojes, los libros de actas, libros de quejas (era de la década del 40 y aún no se había llenado, así que el servicio debe haber sido bueno). Justo en ese momento llegó la “Autovía”, un pequeño vehículo a motor, muy precario que circulaba por las vías, entre Jacobacci y Maquinchao. Con él revisan las vías y llevan pequeñas encomiendas. Mi sensación es que esa gente ama su trabajo y está muy contenta por el renacer de La Trochita. Ojalá se recupere del todo, sería increíble que vuelvan a tener ese servicio turístico y social. Es un patrimonio único que no se debe perder.
Por supuesto ofrece mucho más, como la laguna Ñe Luan y un arroyo que brota de la piedra; cuevas y pinturas rupestres, el arroyo Maquinchao o el paraje El Caín, ya en el borde de la mítica Meseta de Somuncura.
El siguiente es uno de los pueblos más pequeños, Aguada de Guerra de poco más de 120 habitantes, aunque supo tener más. Se ven muchas construcciones abandonadas de un pasado mejor y también su pequeña estación de tren de chapa acanalada, pintada de blanco. Me indignó ver que quienes dirigen los destinos de este país, no tienen un gramo de cerebro. La Ruta debe tener unos 8 metros y muy poco tránsito al menos por ahora, pero alguien decidió que era necesario hacer un tremendo puente peatonal para cruzar de un lado al otro del pueblo.
En un pueblo con tantas necesidades básicas, alguien desde otra ciudad, decidió que la prioridad era un gigantesco puente peatonal que debe tener unos 200m de recorrido, para no cruzar una ruta casi desierta de 8m. Apuesto que nunca nadie lo cruzó a no ser para sacar una foto desde arriba. Esa mala elección de prioridades me molesta mucho. Seguramente si hubieran preguntado a la gente de allí qué necesitaban, el puente no hubiera figurado ni en el puesto 100. Me fui enojado.
Mas adelante encontré uno de los pueblos más grandes y prolijos de la Línea Sur, Los Menucos, famoso por la producción de piedra laja, festeja su gran Fiesta Nacional de la Piedra Laja, que suele atraer a más de 10 mil personas. Asímismo es un nodo importante porque conecta el norte de Chubut con el Valle de Rio Negro y sobre todo es una importante entrada a la Meseta de Somuncura. Un lugar único en el mundo, con características especiales, con fauna y flora endémica. Es una zona de muy dificil acceso que es posible recorrerla solo con vehículos especiales y preparados. Un viaje que me debo.
Sigue Sierra Colorada, región de mesetas escalonadas y pequeñas sierras rojizas. Lamentablemente por el Covid, levantaron unas barricadas en su acceso que me impidieron conocerlo. Dicen que tiene alrededores muy lindos y una interesante producción de artesanías. Otra vez será.
Manejé hacia el este hasta Ramos Mexía, que debe su nombre a quien fuera ministro nacional de Obras Públicas, Ezequiel Ramos Mexía, una de las personas que más hizo por el desarrollo en la Patagonia. Zona de bardas y chacras. Visité el pueblo, y sobre todo su Estación. Tiene muchos atractivos, pinturas rupestres, y “Chenques” (tumbas indígenas).
Continuando al este me encontré a la cenicienta de la ruta, el poblado más chico de todos, apenas unas 15 casas… Nahuel Niyeu, no creo que llegue a 40 personas, aunque supo tener muchas mas, años atrás. Al fondo del pueblo vi la estación de tren, que, por alguna extraña razón, es más grande que varias otras. A pocos cientos de metros se puede ver uno de los puentes de hierro mas lindos del Ferrocarril Patagónico.
Mas adelante llegué a Valcheta, Portal Este de la Región Sur, una de las ciudades más viejas de la provincia. La llaman EL OASIS de la Línea Sur y para mí, además, la ciudad más linda del recorrido. Es una zona de mesetas escalonadas, y a diferencia del resto tiene un arroyo caudaloso que cambia la fisonomía de la ciudad, y permite las actividades agropecuarias. Tiene muchos atractivos, zonas parquizadas a la vera del arroyo con los árboles más grandes que vi en todo el recorrido, un bosque petrificado cercano, mucha producción de artesanías y “Matras” (telares), un museo regional de historia, arqueología y paleontología; lagunas, minas y es una de las entradas principales a Somuncura. Debí quedarme más tiempo, pero no pude. Económicamente es la localidad mas próspera de la meseta.
Por último, Aguada Cecilio, otro pequeño pueblo de la 23, con menos de 200 habitantes. Tuvo la mala suerte que corrieran la traza de la ruta que antes pasaba por el medio del pueblo y ahora pasa por fuera y el viajero sigue de largo. Esas decisiones que uno no entiende mucho. Aspiro a que enmienden el error. Lo más llamativo y característico del lugar es el famoso “cerrito Amarillo”, pleno de leyendas sobre la Salamanca (sitio de brujas). Muchos antiguos pobladores aseguran que es verdad asique no me animé a subirlo.
Después de poco más de 600 km, la ruta 23 termina en un empalme con la ruta 3, a pocos kilómetros de la entrada sur a Las Grutas donde ya tenía ganas de llegar porque me esperaban mis amigos, Fabio Palmucci y Juan y Carlos Cajarville.
Finalmente quiero decir que la Línea Sur, no es una travesía de grandes atracciones turísticas, aunque las tiene claro, creo que lo más interesante es su historia y el ferrocarril. Es una buena manera de conocer esa patagonia profunda, con gente con otras realidades, gente necesaria, que hace patria, que no se queja tanto como el habitante urbano.
Este viaje, me dio un baño de realidad y humildad, y me hizo caer en la cuenta que a veces uno se queja de lleno. A cuántos les vendría bien conocer cómo vive el interior más profundo del país. Ojalá los gobiernos se acordaran más de estos parajes. Quizás, cuando se termine el asfalto, pierda cierta magia como sucedió con la RN40, pero seguramente el asfalto tendrá un gran efecto desarrollador en toda la línea. Y si a eso se le suma el Ferrocarril posiblemente en unos años sea una zona mucho mas turística y con mas servicios. Potencial le sobra.
¡¡Hasta la próxima , amigos!!
te falto el apeadero de la estacion mancha blanca, entre aguada cecilio y la ruta 3