El periodista que tuvo la información antes que nadie. Cómo fue la charla con Héctor Magnetto. Qué reacción tuvo el expresidente Raúl Alfonsín. Qué le pidió el gobernador Alvarez Guerrero. La crónica histórica de quien vivió en carne propia un hecho trascendental.
(Por Omar Nelson Livigni) Paradojalmente, quien fue corresponsal de Clarín durante casi 30 años consecutivos -que hoy escribe estas líneas-, responsable de la primicia del traslado de la Capital Federal a Viedma, se notificó prematuramente de la inmediata resistencia que ya empezaba a gestarse contra ese proyecto en los más altos niveles del establishment y de los factores de poder de la Argentina.
Ese aviso premonitorio pronóstico de lo que final y fatalmente se cumplió, me fue adelantado por el contador Héctor Magnetto, CEO del Grupo Clarín y, uno de los empresarios más poderosos e influyentes del país.
La conversación con el alto directivo se llevó a cabo en el tercer piso del edificio de la calle Piedras, nivel desconocido por los corresponsales o simples integrantes de la redacción central. Estuvo presente en ese diálogo el licenciado Saturnino Herrero Mitjans, secretario de Relaciones Institucionales del Grupo Clarín.
El contador Magnetto destacó el mérito por haber conseguido la primicia del año, y sin ningún rodeo me informó que “en adelante la tarea en el tema del traslado, debía circunscribirse al envío de noticias o comentarios que reflejaran concretamente el inicio y adelanto físico de los edificios del futuro centro político-administrativo previsto”.
Esa frase dejó traslucir su posición negativa sobre el proyecto de la Casa Rosada que explicitó diciendo que “el traslado de la Capital Federal a Viedma no se concretaría”, no aportando razones para que eso ocurriera.
Además, quedó claro que Magnetto personificó una recomendación empresaria por sobre cualquier otra consideración periodística, porque en caso contrario, como corresponsal, hubiera tratado ese tema con el secretario general de redacción Marcos Cytrynblum, o el subsecretario Joaquín Morales Solá.
Esa inusual escena despertó la curiosidad de algunos colegas porteños, entre ellos la de Martín Sivak, autor de la obra en dos tomos “Clarín, el gran diario argentina: una historia”, quien se comunicó con mi domicilio en Viedma, para verificar los hechos ocurridos, tal como fueron apuntados en esta página.
Todos estos acontecimientos y la repercusión que alcanzaron en los diversos medios de difusión del país, provocaron molestias y un cierto revulsivo clima interno en el círculo íntimo del propio presidente y los altos niveles dirigenciales del oficialismo, que no alcanzó notoriedad hacia afuera pero sí se pudo apreciar durante la apresurada reunión a la que llamó Alfonsín en la residencia de Olivos con la presencia de ministros y figuras del radicalismo.
Durante el cónclave de ese domingo 3 de abril, hubo generalizados cuestionamientos de los presentes hacia el proyecto, por el encriptamiento de la idea que evitó la participación de la dirigencia. Puso fin a ese inesperado debate el propio Alfonsín, golpeando la mesa con cercano bastón presidencial y afirmando con voz firme: “Señores, la nueva capital será una realidad”.
Ese dato y otros permitieron afirmar que la estructura del radicalismo y sus principales figuras retacearon o negaron el decidido apoyo que requería Alfonsín para llevar adelante aquel gigantesco desafío, actitud que después se percibió con claridad en los principales dirigentes de la oposición y en el accionar de los factores de presión gravitantes de la Argentina.
Testigo de esa situación fue el Dr. Julio Rajneri, entonces ministro de Educación de la Nación, quien hizo referencia a ese ignorado capítulo de los entretelones de aquel momento, en una charla abierta que brindó en el Centro Municipal de Cultura de Viedma, auspiciada por el periódico “La Calle”.
Según fuentes bien informadas también corrieron la misma suerte pero no sobrepasaron los límites de las cuestiones “ultra reservadas”, otros proyectos que Alfonsín guardaba celosamente incluidos en un denominado “Plan Patagonia” que no alcanzaron mayor conocimiento público como la provincialización del ex territorio nacional de Tierra del Fuego -que después concretó Carlos Menem– una serie de radicación de empresas en la región patagónica con desgravaciones impositivas, la conversión de la entonces Capital Federal en provincia con la anexión del Conurbano bonaerense, que se llamaría Provincia del Río de la Plata y se propiciaba una reforma constitucional que recién se llevaría a cabo en 1994.
En cuanto al traslado a Viedma, precisamente Álvarez Guerrero -el único de los gobernadores depositarios del secreto- fue quien levantó el velo sobre el asunto tan sensible. Lo hizo inexplicablemente durante una reunión conjunta de los gabinetes de ministros de las provincias de Río Negro y Misiones, también de administración radical, en la ciudad capital del estado litoraleño. Uno de los presentes trasladó el dato al corresponsal local de Clarín, quien lo remitió de inmediato a la redacción central.
El breve relato de lo sucedido descomprimió la indescriptible tensión contenida que viví durante muchos días, -desde fines de marzo- esperando la prioridad de la publicación, que recién se produzco cuando el chequeo de la noticia resultó posible y proveniente de una fuente oficial.
Consultar al quincenario viedmense “La Calle” -que apareció entre 1979 y 1989- hoy será una manera de encontrarse con editoriales o comentarios que expresaban con fuerza el profundo compromiso y las esperanzas de quienes escribíamos espiritualmente movilizados por aquel discurso de Alfonsín, desde los balcones del ministerio de Economía.
El en esos ajetreados días el breve y nervioso diálogo que mantuve con Morales Solá fue de pocas palabras. “Mañana salimos con tu primicia, irá en tapa y páginas interiores”, comentó. Esa jornada fue la del 13 de abril de 1986 y resultó una mañana frenética que desató un memorable disgusto del presidente Alfonsín quien al abordar la lectura de los diarios se encontró con el título de “Clarín” que decía: “Analizan el traslado de la capital federal a Río Negro”. El secreto había sido develado.
En ese camino de grandes dificultades que planteó la crisis del gobierno radical asistimos a la disolución del ENTECAP, señal que la ilusión fue girada al archivo, aunque la ley que creó el Distrito Federal estuvo vigente durante varios años hasta que resultó excluida del Digesto Nacional, sin ninguna declaración formal, hasta que recién en el 2007 el diputado Héctor Recalde solicitó su derogación. En ese contexto, la grave situación económica del país y la hiperinflación, llevaron a las elecciones de 1989 y a la salida apresurada del presidente Alfonsin del gobierno.
Pasados los años, una tarde de verano llegó hasta mi domicilio un hijo del ex gobernador Alvarez Guerrero -ya fallecido-, Juan Pablo, quien adelantó que estaba escribiendo un libro sobre el frustrado traslado de la capital federal a Viedma, ciudad donde su familia residió durante los cuatro años de mandato de su padre.
El libro apareció en medio de la gran expectativa de los lugareños donde el autor relata un apasionado romance de su adolescencia en esta vieja capital patagónica. También, introduce relatos de ficción, y en algunos reproduce hechos ajustados a la verdad, pero no suficientemente conocidos.
Por ejemplo, aquel diálogo con Álvarez Guerrero que con la certera intuición de que yo estaba en conocimiento del tema del traslado, me dijo: “Negro -con el tono y el trato de amigos de muchos años-, si este tema sale en Clarín, Alfonsin me mata”.
Por razones obvias, y de autoestima profesional, no pude satisfacer ese requerimiento y Álvarez Guerrero estuvo en lo cierto: Alfonsin lo hizo objeto de una fuerte reprimenda y lo culpó de haber sido el infidente del proyecto en ciernes.
En el caso que me comprende, el haber estado tan cerca de todos estos hechos y de los principales protagonistas hizo que militara fuertemente en el apoyo periodístico al anuncio de Alfonsin, no sólo por la transformación que se produciría en Viedma y la región, sino sobre todo por el proceso federalista soñado en el marco del desarrollo para el desarrollo de la Patagonia después de aquella impactante y épica convocatoria a los argentinos: “hacia el sur, el mar y el frio”.
En mi caso particular ofrecí la resistencia posible a sumarme al desengaño y la desilusión que se producía en la sociedad cuando el proyecto traslado comenzó a mostrar flaquezas económicas y financieras en forma paralela a las dificultades políticas.
Otro joven, Jorge Colás, cineasta, hijo de Héctor “Coco” Colás, un periodista amigo recientemente fallecido, me invitó junto a otros colegas a brindar testimonio de aquel suceso publicado por Clarín en el argumento de una película titulada, “Viedma, la capital que no fue”.
En estos días, habiendo superado aquel ya lejano impacto emocional que significó el hecho más importante en una prolongada carrera periodística, me encargo de exhumar recuerdos de aquel capítulo de la presidencia de Alfonsin.
Ahora, recuerdos, anécdotas y episodios, algunos no registrados por historiadores o medios de prensa y desconocidos todavía, se actualizan en esta crónica de APP, en el aniversario 37 de aquella fecha donde el mensaje del presidente que todavía nos emociona por sobre partidos y otras pertenencias -profundamente pensado para decirlo en el congreso el primero de mayo de 1986-, que debió ser adelantado para ser pronunciado en Viedma, y ante sus directos protagonistas.
Pasó Hoy recomienda la lectura diaria de la Agencia periodística Patagónica.