Una imperdible investigación de Patricio Donato, publicada en su blog Bahía sin fondo, que nos embarca en un misterio nunca develado. ¿Qué pasó con ese lugar al que llegó Francis Drake?
Una de las novelas más conocidas de Julio Verne se titulaba «La isla misteriosa» (1874-1875), la cual trata sobre un grupo de prisioneros que huyen de los Estados Unidos de Norteamérica luego de la guerra de Secesión, y arriban a una isla desconocida en donde deben enfrentar una serie de peligros para poder escapar de allí.
La idea de que exista una isla desconocida en nuestro planeta era algo posible a finales del siglo XIX, pero que suena descabellado hoy en día, con satélites y Google Maps por todos lados, pero no siempre fue así. La cartografía en la época de los viajes y descubrimientos, hasta finales del siglo XIX (o incluso comienzos del XX), está plagada de ejemplos de islas o porciones de tierra que luego se revelaron inexistentes, además de otros accidentes geográficos, como ríos, montañas, golfos, etc., como ya se trató acá, en este blog, cuando comenté el caso del fantasmal río Cananor. Entre todas esas islas fantasmas, producto de malas observaciones provocadas por el clima o la falta de experiencia de algunos observadores y/o errores de coordenadas por deficiencias instrumentales o de representación en las cartas de navegación, la entrada de hoy está dedicada a una que fue bautizada como isla Elizabeth, que solo fue visitada una vez, y que (supuestamente) se hallaba más al sur del Cabo de Hornos.
Desembarco en la isla Elizabeth
Esta historia tiene su origen en los registros del viaje alrededor del mundo de Sir Francis Drake (pirata para unos, héroe para otros). Aquí es necesario hacer una aclaración importante: no existe un diario de viaje de primera mano escrito por el mismo Drake, o al menos no ha llegado hasta nosotros. Según el piloto Nuño da Silva, el capitán Drake llevaba un diario en el cual registraba los detalles de la navegación y describía las especies nuevas de animales que iban encontrando. Pero ese diario no llegó hasta nuestros días, por lo que todo lo que sabemos del viaje, y en particular de la parte del viaje que concierne a esta nota, proviene de copias y relatos de segunda mano.
Según lo que se sabe, el 6 de septiembre de 1578 Francis Drake salió del estrecho de Magallanes, después de una travesía de dieciséis días, con su flotilla compuesta por tres naves (Pelikan, Elizabeth y Marygold) y se internó en el océano Pacífico. Las condiciones meteorológicas que habían sido favorables hasta ese momento cambiaron de repente y la flotilla tuvo que soportar varias semanas de tormenta y mal clima.
El 9 de septiembre los barcos de Drake fueron empujados por un viento muy fuerte, que los llevó océano adentro hacia el suroeste y los dispersó. Así fue como se perdió la Marygold (aprox. en las coordenadas 57º S y 82º O, nunca se la volvió a ver) y se separó la Elizabeth, la cual logró regresar a Inglaterra por su cuenta luego de volver a atravesar el estrecho de Magallanes en sentido contrario. Mientras tanto, la nave capitana, al mando de Drake y a merced del mar embravecido, derivó hacia el sur-sureste, hasta encontrar resguardo en la isla Noir (aprox. 54° 15’ S), el 14 de octubre (¡5 semanas después de haber salido del Estrecho!).
De allí se dirigieron a otro fondeadero más propicio, ubicado en los 53° 20’ S, donde pudieron abastecerse de agua y leña y sus tripulantes tuvieron trato con los nativos. A continuación intentaron ir más al norte, pero nuevamente el viento fue adverso y empujó a la Pelikan hacia el sudoeste, muy lejos del continente, donde se encontraron con una isla solitaria en un punto situado aproximadamente en los 57° 30’ de latitud sur y los 76° de longitud oeste, unos 130 km al suroeste del cabo de Hornos. El 24 de octubre hallaron un fondeadero “a tiro de cañón de tierra”, lo cual podría significar una distancia de poco más de un kilómetro, con una profundidad de veinte brazas (unos 36 metros).
Permanecieron allí cuatro noches y tres días, durante los cuales desembarcaron en busca de agua y leña, hallando también «hierbas de gran virtud» (sic). La isla era pequeña y plana, tenía una leve inclinación hacia el este, y además contaba con un lago interior que se comunicaba con el mar a través de un estrecho canal. Drake bautizó a la isla con el nombre de Elizabeth y partió nuevamente hacia el norte el día 28 de octubre. Sin saberlo, Drake y sus marinos se iban a convertir en los últimos seres humanos en poner un pie sobre ella.
La isla desaparece
Después de la visita de Drake, la isla Elizabeth aparece en algunos mapas del continente americano, incluso hasta mediados del siglo XVIII, pero no vuelve a ser visitada ni vista por ningún otro navegante (al menos ninguno que haya dejado constancia de ello).
Aquellos que surcaron las tempestuosas aguas que separan la Antártida de América no volvieron a verla, y durante décadas se evidenció que en esa inmensa región el fondo marino estaba fuera del alcance de las líneas de sonda comunes, con un promedio del orden de 4800 metros de profundidad.
¿Qué había pasado con la isla? ¿Acaso Drake había mentido? ¿o la posición estaba errada? Una posible explicación al misterio la dió el capitán Felix Riesenberg en su libro «Cape Horn: the story of the Cape Horn region», en 1939. Según él, Drake no tenía conocimiento de la corriente del Cabo de Hornos, por lo que sus mediciones de latitud están desplazadas hacia el oeste. A partir de allí estima que la ubicación del fondeadero donde ancló el corsario inglés es 74°30′ oeste, considerando una corriente hacia el este, de 1 ó 2 nudos. En ese lugar es dónde comienza el segundo acto de desaparición geográfico…PARA SEGUIR LEYENDO: BAHÍA SIN FONDO