Desconsolada Elvira Pineda se aferra al cuerpo de su amado. El vestido se le vá tiñendo de rojo con la sangre que aún brota del cuerpo del capitán Juan de Osorio. A su lado hay un cartel que los verdugos que lo apuñalaron dejaron como señal de escarmiento.
Ella, analfabeta, no comprende que a su Juan lo acusan de “amotinador y traidor”. Es un 3 de diciembre de 1535, en las playas de Guanabara, hoy Brasil. La expedición del Adelantado Pedro de Mendoza es la encargada de llevar adelante la fundación de la primera Buenos Ayres.
De poco han servido los ruegos a María Dávila, criada y amante de Pedro de Mendoza. Las intrigas por la popularidad de Osorio y los celos por la bella Elvira han sido los ingredientes de ese fatal desenlance.
Juan de Osorio era un joven de apenas 25 años considerado un héroe de las tropas del Rey de España y con ascendencia en la tropa. Don Pedro de Mendoza, ya enfermo de sífilis, lo nombró su lugarteniente desatando los odios de quienes aspiraban a sucederlo.
El Adelantado languidecía encerrado en su cámara, “ya tan enfermo y de tal disposición su persona, que muchos pensaron que no llegara vivo a aquella tierra que iba a buscar y que la sepultura la había de hallar en el mar”, según manifiesta el cronista Fernández de Oviedo.
Entre los que así pensaban, y deseaban sacar buen partido de la prematura muerte del desdichado, iba Juan de Ayolas, antiguo mayordomo suyo y actual Alguacil Mayor. Hombre ambicioso en extremo, no podía disimular el fastidio que le producía la popularidad de Osorio, que se había hecho dueño de aquel ejército.
Tan a las claras mostraba su encono, que no tardaron las gentes en calificarlo de “envidioso”, y esta envidia que corroía su espíritu, lo llevó a cometer el crimen más atroz.
Ayolas convenció a don Pedro de hacer ejecutar a Osorio y tal fin dictó la sentencia que fue certificada por el Escribano Martín Perez de Haro y su terrible texto anunciaba: «que do quiera y en cualquier parte que sea tomado el dicho Juan Osorio mi maestre de campo, sea muerto a puñaladas o estocadas o en otra cualquier manera que lo pudiera ser, las cuales le sean dadas hasta que el alma le salga de las carnes; al cual declaro por traidor y amotinador, y le condeno en todos sus bienes”.
Elvira le procuró una digna sepultura a su amado Juan, ayudada por los indios de Guanabara en la playa en la que habían atracado los navíos españoles. La dama jura venganza y es tratada de “loca” por Juan de Ayolas una especie de Lopez Rega de la conquista, toda vez que se convertía en portador de decisiones que tomaba o influenciaba que tomase Pedro de Mendoza.
La belleza de Elvira Pineda y su fortaleza le permitieron sobrellevar esa tragedia e instalarse, también en un mar de penurias junto a esa veintena de mujeres en la primera Buenos Ayres.
Isabel de Guevara, Catalina Pérez, Elvira Pineda, María Dávila, Leonor Soleto, Isabel de Quirós, Ana de Salazar, Luisa Torres, entre otras integran una nómina de mujeres que se destacaron en esa empresa fundacional de la colonización en el Río de La Plata y Asunción.
Elvira era nacida en Triana y era muy joven cuando se aventuró a iniciar el viaje hacia América del Sur, en una empresa que fracasó con la fundación de Buenos Ayres, pero que dio origen al nacimiento de Asunción, aguas arriba del Paraná.
Su regreso a España se produjo en Agosto de 1537 junto a Catalina Perez, criada de Pedro de Mendoza y María Dávila amante y compañera del Adelantado, a quien vieron morir en alta mar poco antes de arribar a las Islas Canarias.
Años después el Consejo de Indias declaró la inocencia del capitán Juan de Osorio y condenó a los descendientes de Pedro de Mendoza a indemnizar a la familia Osorio y a que le fueran devueltos bienes y honores militares.
Hasta allí llevó Elvira en su regreso, el pedido de justicia por el asesinato del capitán, siendo apoyada por el resto de las mujeres que habían participado de la expedición.