Emiliano Céliz nació en Córdoba y pasó la infancia en las proximidades del casco histórico de la ciudad, cerca de la Iglesia de la Compañía de Jesús, la Catedral y el Colegio de Monserrat. La arquitectura y la imaginería barroca de la manzana jesuítica lo entrenó en la apreciación del arte.
Su padre, que era anticuario, y Jorge Pinus, un tío escritor que frecuentaba el teatro, influyeron en su formación.
“Crecí en el centro de la ciudad -sostiene- cautivado por el estilo virreinal y los jacarandaes en flor, sopor de siestas enamoradas de un río manso en invierno y salvaje en verano”. En ella tuvo la primera idea de armonía a través de su paso por la Escuela de Niños Cantores de Córdoba.
Si bien cursó estudios de la Licenciatura en Ciencias Biológicas, no estaba convencido del todo de continuar por esa senda. Comentando sus tribulaciones a un amigo artesano que lo escuchaba, éste le propuso que fuera su ayudante mientras resolvía qué hacer. Con él aprendió las primeras nociones de la platería. Comenzó haciendo pequeñas piezas de alpaca, cucharas, mates, bombillas y pulseritas que vendía en las ferias. Después abordó la plata.
Paulatinamente siguió el derrotero de las indagaciones personales y a través del ejercicio de prueba y error fue encontrando las claves que le permitieron cincelar y confeccionar hebillas de cinturones, espuelas, cuchillos, fustas y rebenques. Una vez que dominó la técnica del gallonado (adornar con curvas y concavidades) continuó con la realización de facones, caroneros, lomillos, estribos, punteras de bastos, bandejas y cuchillos.
Con pausa y firmeza fue ganando reconocimiento como platero y empezó a exponer en muestras rurales exhibiendo piezas criollas, cuchillería y joyería.
Con el producto del trabajo llevó adelante su vida y la de la familia que formó con Andrea Maldonado con quien tuvo nueve hijos: Emanuel, Eleazar, Joaquín, Iván, Ruth, Catalina, Josefina, Estanislao y Nicanor.
Siguió formándose a través de la lectura, la visita a exposiciones y museos. También la charla con orfebres experimentados como Juan Carlos Pallarols, por citar a uno muy conocido, lo fue enriqueciendo en saberes. A fuerza de trabajo y dedicación consiguió realizar recipientes a partir de planchas de metal sin uniones soldadas.
Admira a Cándido Silva, platero uruguayo del S XIX y a los contemporáneos Armando Ferreira e Hiroshi Suzuki.
A medida que algunos estancieros fueron viendo sus trabajos en las exposiciones rurales, surgieron los pedidos de juegos de cubiertos, azucareras, teteras, yerberas, sahumadores y joyería de diseño.
Desde febrero de 2003 reside con su familia en San Martín de los Andes. Aquí la platería tradicional es con técnica y temática de la cosmovisión mapuche y Emiliano advirtió que sus trabajos no eran representativos de la zona.
El forjado, batido, modelado y cincelado ya no escondían secretos en sus quehaceres, pero una nueva inquietud en él empezó a pedir respuesta: intentar hacer piezas que, de alguna manera, caracterizaran la Patagonia.
Continuó trabajando mientras lo rondaba la idea de buscar un rasgo identitario. En una oportunidad, cuando estaba disfrutando en familia frente a un lago, observó la ondulación del agua y detrás un bosque sugerente.
Volvió a los martillos, el yunque y el fuego, para capitalizar la maleabilidad de la plata y “estiró” el metal que le permitió reflejar los árboles y las aguas. Logró producir jarrones donde la naturaleza de los bosques y lagos adoptan formas suaves y pulcras. En ellos se insinúan la espuma de las olas, la ondulación del viento, la textura de los troncos, las formas de las hojas y la persistencia de la lluvia, entre otras maravillas.
Sus obras le abrieron las puertas a una disciplina del arte innominada, pero con ellas la orfebrería adquiere la expresión de la belleza máxima. ¿Platería escultórica? ¿orfebrería de colección? No importa el nombre, importan la plenitud de formas y la alegría que produce la contemplación.
Más allá de los límites provinciales
Emiliano expuso inicialmente en Córdoba, en el Museo de Arte Popular José Hernández, el Museo de Arte Decorativo y en Arandú, en Buenos Aires; el espacio de arte de Bodega Fournier de Mendoza; el hotel Llao Llao de San Carlos de Bariloche y el Museo Nacional de Bellas Artes de Neuquén.
Fue reconocido en la 2° Bienal de Arte Contemporáneo de CABA, donde obtuvo el primer premio del rubro. También participó en el 5° Encuentro Hispanoamericano de Plateros de Chile que organiza el Patronato de Plata del Perú, entidad que nuclea a los artistas más destacados de Latinoamérica.
Esas distinciones, así como la exhibición de dos obras suyas en el Carrusel del Museo del Louvre, en París, y su presencia en ArtExpo de Nueva York, se conocen poco debido a que él no alardea de esos logros. Sigue trabajando en el taller junto a su casa inmersa en la montaña, concentrado en dar forma, tersura y brillo a cada pieza que sale de sus manos.
“Amo las limitaciones, porque son la causa de la inspiración” sostenía Susan Sontag. Y Emiliano parecería estar en la misma línea. Él dice: “En el último tiempo he buscado nuevos límites y comencé a pensar en cómo se comportarían los materiales con los que trabajo, pero no solo bajo mis sopletes, martillos y bigornias, si no de acuerdo a su propia naturaleza. Sabemos que por distintas energías el cobre y la plata forman cristales, óxidos, vetas, colores, deposiciones, pequeños aglomerados… que me llevaron a las preguntas ¿y si yo pudiera intervenir esas energías, esas fuerzas y modificar los procesos? ¿Qué ocurriría? Y así comencé a hacer pruebas junto con mi amigo Rafael Álvarez, experto en manejo de electrólisis y otros procesos con metales nobles, y los resultados empiezan a tomar forma. Sorprendentemente me enfrento a la formación de patrones más naturales a los que puede hacer la mano humana, con lo que veo enriquecidos el diseño y la estética de estas nuevas piezas”.
De la actual etapa de exploración sobre el comportamiento de los materiales, ya hay algunos ensayos.
Mientras tanto, continúa la confección de jarrones. Hay piezas suyas en colecciones de Argentina, Chile, Brasil, Colombia, México, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Holanda, Inglaterra, Escocia, Malasia, Hong Kong y Sudáfrica.
Exhiben en forma permanente sus obras la prestigiosa Maison Gerard art Gallery de Nueva York; también la Arthus Gallery de Bélgica, Hilde Leiss galería de joyas de Hamburgo, Llao Llao Resort Golf & Spa de San Carlos de Bariloche y Colección Georg de San Martín de los Andes.
Conocemos estos detalles porque indagamos, ya que Emiliano conserva sus hábitos sencillos, mantiene su tonada cordobesa y suele señalar que su mejor obra es la familia que formó con Andrea.
En ella hay hijos que siguen el camino del arte; Iván se está abriendo paso con la pintura al óleo; Emanuel es escultor; Joaquín y Estanislao son fotógrafos, los tres dedicados exclusivamente a esas actividades.
Finalmente, vale subrayar que lleva consigo un par de conceptos que de alguna forma moldean su labor y él sintetiza diciendo: “en comunicación siempre es mejor la síntesis, y en el arte todo es poesía”.
Viendo su obra y parafraseando a Pablo Neruda, podría decirse que Emiliano Céliz “tiene un pacto de amor con la hermosura”.