Los retrocesos más evidentes se observan en el Perito Moreno y en el Ventisquero Negro, pero los equipos científicos alertan sobre una tendencia generalizada. Qué está pasando.
El glaciar Perito Moreno ha perdido unos 340 metros por año de masa de hielo desde 2016 hasta la fecha, mientras que en el mismo período, el Ventisquero Negro tuvo un derretimiento de aguas que llevó a transformar la laguna de la base en un lago de unos 70 metros de profundidad en su centro. El fenómeno observado en Santa Cruz y en el cerro Tronador de Río Negro son elementos que en estas horas esgrimen los equipos científicos de investigación como un alerta sobre lo que está significando el aumento de la temperatura global en ambas masas de hielo.
Por una parte, Científicos del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA), dependiente del Conicet, la Universidad Nacional de Cuyo y el gobierno de Mendoza, evalúan cuánto afecta el cambio climático al glaciar Perito Moreno y si estas consecuencias son reversibles. Bajo esta premisa, realizaron una expedición hasta la naciente para calcular el balance de masa, es decir, cuánto volumen gana con las nevadas y cuánto pierde con los derretimientos y el desprendimiento de témpanos. Los datos que arrojan son alarmantes: desde 2021 el ‘gigante de hielo’ retrocedió cerca de 700 metros.
“Es un retroceso fuerte. Si se calcula aproximadamente cuánto se retrajo el glaciar entre 1998 y 2019, podemos decir que fueron uno o dos metros por año, no es un cambio sustancial. Además, aumentó la cantidad de témpanos que se desprenden y está ocurriendo un comportamiento similar en la parte sur del Brazo Rico del Lago Argentino”, detalló Lucas Ruiz, glaciólogo que lidera el monitoreo del IANIGLA.
“Relacionar el cambio climático con el retroceso de los glaciares no es una novedad. Pero el comportamiento que se está registrando desde 2016 en el icónico Perito Moreno es una noticia no sólo para la comunidad glaciológica sino para el público general. Hasta el año pasado todo lo publicado sobre el glaciar mostraba que se mantenía neutro o que estaba cerca del equilibrio (es decir que ganaba la misma masa que perdía, según la estacionalidad)”, indicó.
“Venimos analizando los mapas con detenimiento desde 2021. Una de las primeras cosas que nos advirtieron los guías de montaña es que en la margen Norte el glaciar no era el que acostumbraban ver. Analizamos ese sector en particular y se notaba un incipiente cambio en el lugar. Todos los meses tenemos una buena imagen que nos permite monitorear cómo está el frente en su totalidad, no solo en la zona de la pasarela, sino en toda su extensión. Eso nos permite entender si el frente avanzó o retrocedió para entender cuánta masa perdió y los procesos. Nosotros medimos dos veces al año cuánta nieve hay en la zona de acumulación y cuánto hielo se derritió en la superficie en la parte baja del glaciar”, agregó Ruiz.
En distintas expediciones que realizó el científico junto a colegas y guardaparques, se observó que el glaciar retrocedió 700 metros en el margen norte del Canal de los Témpanos durante los últimos dos años, lugar opuesto a donde están las pasarelas. “Es un retroceso fuerte. Si se calcula aproximadamente cuánto se retrajo el glaciar entre 1998 y 2019, podemos decir que fueron 1 o dos metros por año. Además, aumentó la cantidad de témpanos que se desprenden y está ocurriendo un comportamiento similar en la parte sur del Brazo Rico del Lago Argentino”, detalló.
En Río Negro
Como informara Pasó Hoy en su edición del pasado 31 de julio (De lagunita a lago. El deshielo genera alarma en la cordillera), una situación similar detectaron los equipos científicos en la base del Ventisquero Negro (en el cerro Tronador de Bariloche), donde la laguna que se formaba por el deshielo en el verano pasó a ser un lago con una gran profundidad en su centro. Ese crecimiento del espejo de agua fue informado por Beatriz Modenutti, investigadora del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma) que depende del Conicet y la Universidad Nacional del Comahue.
“En las regiones montañosas, el signo más evidente del acelere que tiene el cambio climático, es la pérdida alarmante de glaciares que lleva, a su vez, a la pérdida de un ecosistema particular”, aseguró.
Lo que hace unos años era una pequeña laguna producto del deshielo natural del glaciar, en las últimas mediciones realizadas en el Ventisquero Negro muestran un gran lago de unos 70 metros de profundidad en su parte central. Por otro lado, originalmente, el agua del lago es oscura. Pero ahora se detectan cambios en el río Manso y en el lago Mascardi, donde el agua “se está aclarando ya que recibe mucha menos arcilla de los glaciares”.
Desde la universidad, recalcaron que el clima de la Tierra ha variado a lo largo de su historia debido a cambios naturales, como las erupciones volcánicas, cambios en la órbita de traslación de la tierra y las variaciones en la composición de la atmósfera, entre otros. Desde los últimos años del siglo XIX, la temperatura media de la superficie terrestre ha aumentado más de 0,6 grados. “Este aumento está vinculado al proceso de industrialización iniciado hace más de un siglo y, en particular, a la combustión de cantidades cada vez mayores de petróleo y carbón, la tala de bosques y algunos métodos de explotación agrícola”, advirtieron y destacaron que “hay un cambio climático que puede llegar a ser crítico”.
Modenutti planteó que a lo largo de las eras geológicas, hubo cambios climáticos; por ende, no es la primera vez que el planeta sufre calentamiento y enfriamiento. “Lo que sucede en este momento -agregó- es que, por efecto del hombre y particularmente de algunos países como Estados Unidos y China, emiten gases de tipo invernadero que provocan este calentamiento que actualmente sufre el planeta. Estamos en un período donde el cambio se ha acelerado y realmente es muy alarmante”.
Los presentados en este artículo sólo son dos ejemplos palpables de lo que está afectando en nuestra región patagónica el calentamiento global, que también certifica la afirmación reciente del titular de la Organización de Naciones Unidas sobre el ingreso del planeta a una era de “ebullición”.
Si bien los estudios realizados por la ciencia determinan con contundencia científica lo que ha pasado y está sucediendo, parece no impactar en los alertas sobre lo que vendrá si esta tendencia no se detiene. Sobre esto tienen la palabra y la decisión quienes gobiernan los países centrales, principales contaminadores y emisores de gases que provocan el aumento de la temperatura global. Al menos hasta ahora, donde nos queda tiempo y parece no ser demasiado tarde.