De una orilla a otra del río Neuquén la balsa de Paso Huitrín, en el Norte Neuquino, adonde llegué hace unos años y adonde quiero volver en cuanto pueda, es un patrimonio de la Patagonia. Tuvo mucho tránsito cuando formaba parte de la Ruta 40, ahora tiene poco uso pero sigue resistiendo.
Durante la pandemia tuve la oportunidad de realizar un viaje distinto, pero igual de increíble que todos los anteriores. Y así fue que tuve la suerte de descubrir por casualidad, una joya del Norte Neuquino, un patrimonio provincial y Nacional diría.
Hasta el año 2020 no había conocido el norte de Neuquén, que es una zona a la que yo incluyo en Patagonia, más allá que todavía está en discusión si pertenece o no a esa región. Pedí algunos consejos a mi gran amigo Sergio Sarachu y a un conocido suyo, el Profesor Carlos Lator, un gran conocedor de la zona de Chos Malal, adonde fue intendente. Me comuniqué y entre otros lugares me habló del ya desaparecido pueblo minero de San Eduardo. Para llegar allí debería que cruzar la última balsa que quedaba en la provincia, la del Paso Huitrin.
Para ir a San Eduardo desde Chos Malal, hay que tomar la Ruta 40 en dirección sur. En este trayecto uno se encuentra con el HITO del Centro de la mitad de la RN40. La verdad es un monumento imponente, digno del punto que marca y la ruta que conmemora. La 40, es el camino más largo del país, cuenta con más de 5000 kilómetros, une a más de 200 pueblos y atraviesa 11 provincias. Parece extraño, pero tiene su significado. El mástil curvo representa al viento y el piso a la escarapela donde se lee una estrofa del himno nacional y la parte de material al continente americano, aunque está invertido con respecto a los mapas convencionales por eso de que en el espacio no hay norte ni sur.
Unos kilómetros más adelante se llega a un desvío a la izquierda, que si bien ahora es la RP9 anteriormente era la RN40. Es sabido que a lo largo de su historia la 40 ha cambio su traza muchísimas veces.
A los pocos metros del desvío se leía en un cartel que la balsa (distante a unos 20 kilómetros) para cruzar está OPERABLE y en otro que el horario es hasta las 19 horas. Me apuro, estoy con poco tiempo. A los 2 o 3 kms aproximadamente la primera sorpresa: me encuentro con un barrial atravesado por un pequeño arroyo, con huellas de vehículos encajados, y siento que para lo que es mi pequeño Sandero y mi casi nula habilidad conductiva no me será fácil cruzarlo. Dudo, viajo solo y no me he cruzado a nadie en todo el trayecto. Decido esperar a que pase alguien para verificar la profundidad y la firmeza del fondo.
Dos horas después, cansado de esperar que pase alguien y de buscar pasos alternativos, de sacarme las zapatillas, ¡de caminarlo descalzo para ver si resiste deduzco que…si me aguanta a mí… aguanta al auto!
Me quedan dos alternativas, me animo y que sea lo que sea o me vuelvo porque ya son más de las 18 y va a cerrar el cruce. Optimista por naturaleza, confío en mi suerte, tomo coraje, acelero a fondo y paso, con el último suspiro, pero paso. Si tenía un metro más el arroyito me encajaba seguro y aún estaría ahí. Lo difícil de estas decisiones, cuando uno no conoce el lugar es la posibilidad de que te aparezcan 10 situaciones iguales o peores más adelante. No importa, sigo el camino, de buen ripio, contento porque caigo en la cuenta que en definitiva estoy transitando la vieja, polvorienta y original Ruta 40.
Disfrutando de la soledad e inmensidad de ese desierto increíble, de vegetación rala, poca fauna y sin un solo árbol, veo una persona caminando junto a un perro. Zona calurosa si las hay en verano, me pareció extraño porque no se divisaba ningún rancho cerca. Frené por las dudas que necesitara algo, sobre todo agua, y preguntarle por la balsa.
- Cierra a las 18hs, me dice, ya no va a poder cruzar, ¡don!
- El cartel en la ruta dice hasta las 19, le retruco como si yo tuviera la posibilidad de saber más que él.
- Ese es el horario viejo, pero quizás el balsero lo cruce igual.
Ah fenómeno, pensé, podrían cambiarlo y no hacerme hacer 20 kms al dope, encima ahora sí que no me animaré a volver a cruzar el arroyo, así que sigo. Ya veré que pasa.
Llego al Paso Huitrin, donde está la Balsa, un lugar encantador, de una belleza extrema, de esas que MIS fotos desgraciadamente nunca captan. Si, lo admito, soy un pésimo fotógrafo. Veo un conjunto de viejas construcciones de piedra y en un dudoso estado de conservación. Algunas pocas revocadas. El río Neuquén, allá abajo, y la Balsa, solitaria anclada de este lado del río. Del otro lado no hay nada más que una vieja torre de hierro.
Sale a mi encuentro uno de los operadores de la Balsa, Don José Antonio Jara:
“El paso está cerrado”, me dice tranquilamente. “Hasta las 8 de la mañana” …. “y como mi compañero no está, yo solo no lo puedo cruzar, si no lo haría con gusto. Si llega pronto lo cruzamos Don”, me dice. Le creo, tiene aspecto sincero y bonachón. Hombre de pocas palabras pero que se nota tiene ganas de estar acompañado un rato. Acá la soledad se siente y mucho.
Me encanta, pero imagino que a él ya no tanto. Me ofrece a pasar a la humilde casa que habita. Su compañero vive en otra. Paso con gusto, hay una pequeña mesa, unas pocas sillas plásticas, un viejo y descascarado contrapiso que nunca fue revestido, revoques caídos por la última gran inundación, paredes descascaradas con restos de pintura que probablemente sea la original, una destartalada cocina a leña, el cielorraso y toda la sala tiznados por el humo. Sinceramente dan un poco de pena las instalaciones y las condiciones en las que trabajan estos hombres, porque en definitiva cumplen una tarea social.
Después de un buen rato de charla a la espera de su compañero, me doy cuenta que me gusta tanto el lugar que por más que llegara “El Beto”, el otro operador de la balsa, y de ofrecerme a cruzar aún fuera de horario, decido pasar la noche ahí. El Beto, el Beto Ávila, es el hombre a quien crucé caminado con el perro más temprano. “Camino todos los días 10 kms”, me dice. Yo la última vez que caminé 10 kms creo que tenía 20 años…
Me dan permiso para dormir ahí. Tiempo me sobraba así que preferí arrancar a la mañana temprano y poder conocer de día las ruinas del pueblo minero abandonado de San Eduardo.
¡Además… (y que quede entre nos) …ni en pedo iba a llegar de noche a conocer un pueblo abandonado…olvídense! Para colmo…y les cuento una anécdota cortita: esa mañana al pasar por Taquimilán, con su pueblo encantado según un cartel en la entrada, que también hasta la década del 40 tenía minas de carbón. Se lo conoce como encantado porque dicen que en cierta época del año (mayo a junio) aparece un pueblo entero sobre una ladera de la montaña, cerca de las antiguas minas, no son pocos los testigos que afirman haber visto la aparición del pueblo, incluso hay fotos y videos… Y son…bastante convincentes les diré.
La cosa es que entré a un almacén y pregunto que podría visitar. Lla dueña…con cara medio lúgubre me dice, “podes ir a las minas, pero no vayas a la tardecita o de noche”. “¿Por qué?”, le digo… “¡¡porque te agarran las patas desde abajo…!!!!!”, me suelta mirándome fijo a los ojos…. Así que tragué saliva y le contesté: “quédese tranquila que ya me convenció! ¡Obvio que no fui!
Sigo, decido dormir en el Paso Huitrin, y si bien me invitaron a quedarme a dormir en una de las casas, decido quedarme en mi auto, el cual este año acondicioné para poder dormir en él. Le saque los asientos traseros y llevo un colchón, así que donde me gusta el lugar, un río, un lago, una montaña, y si no hay un hospedaje económico me quedo en mi autohome. No llevé carpa, porque mi carpa es llamadora de lluvia. Donde la armo se larga a llover. Una cosa de locos, incluso me contrataban de campos cercanos, “venite que necesito 10mm” …y así.
Bueno…la verdad, es que decliné la invitación porque si me escuchaban roncar, no iban a pegar un ojo en toda la noche y dudaba que al otro día quisieran cruzarme, así que preferí decir que no.
Charlamos hasta que anocheció, en estos lugares sobre todo en los que no hay electricidad, se vive al ritmo de la luz del sol. Me acomodé en el auto y dormí con el ruido del mítico río Neuquén y con un cielo estrellado como pocas veces ví. Al no haber ninguna fuente de luz, de noche la Patagonia tiene esa magia si está despejado el cielo.
Esto es algo que suelo hacer y recomendar: si viajan de noche, frenen al costado del camino, apaguen TODAS las luces del vehículo y miren el cielo, es un espectáculo impresionante, ¡no se lo pierdan…! Madrugué y mientras ellos mateaban, me dediqué a sacar fotos un rato para no interrumpirlos.
El personal consta de 3 personas, Roberto Beto Ávila, José Antonio Jara y otro muchacho que no estaba. Hacen turnos de 10 días de trabajo por 5 de franco, es duro, porque al estar lejos de sus pueblos no pueden ir y venir así que viven acá los 10 días seguidos. En ese momento no había señal de teléfono ni internet (ahora si hay). Apenas luz algunas horas con generador.
En cuanto a la Balsa, les cuento que está ubicada a unos 50 kilómetros de Chos Malal, sobre el río Neuquén, que acá tiene una profundidad de unos 12 metros, y nació por la necesidad de paso de los camiones que transportaban el carbón de las minas de San Eduardo, a unos 10 kilómetros.
Hay una sola calle en este paraje, que décadas atrás era parte de la Ruta 40, incluso acortaba bastante la distancia para ir desde Zapala a Buta Ranquil, más al norte. Desde que cambió la traza de la 40, ésta paso a ser la Ruta Provincial 9, el tránsito casi desapareció y solo andan por aquí los vecinos de la región, los crianceros que pasan chivos y ovejas de un lado hacia el otro y algún arquitecto devenido en cronista de viajes e historias perdidas. También es un lugar histórico, en Paso Huitrin en época de la campaña del desierto hubo un destacamento militar del ejército.
Actualmente es la única balsa que queda en la provincia, el desarrollo de los caminos y los puentes han hecho desaparecer a casi todas. Hubo muchas cómo esta. Todos los ríos del Neuquén tuvieron al menos una. La de Huitrin resiste.
La importancia actual de esta última balsa que queda en funcionamiento, es la de ser algo así como el último nexo con un pasado de pioneros que se está yendo casi definitivamente. Ésta en particular es anterior a la década del 40, y originalmente era de madera. La actual es metálica. Lo loco de esta balsa es que es “Tracción a Sangre”, a puro corazón se podría decir. Sí, avanza por un sistema de poleas a manija, accionada por los muchachos. Por suerte para ellos, el cruce no es muy largo, pero igual al verlos hacer fuerza me di cuenta que la tarea es dura, más que están expuestos al viento y al clima desértico, muy caluroso en verano y muy frío en invierno.
Parece increíble que tantos gastos superfluos que tiene el país y esta balsa sea traccionada a mano y no tenga algún tipo de motor. Cuando supe que era la última balsa de la provincia del Neuquén no quise perdérmela. Estimo que no va a durar mucho, me dio esa sensación de que poco a poco la van abandonando a su suerte, y si algún día desaparece, habrá poca gente que se queje porque tiene poco uso, aunque es sumamente importante para la gente de la zona. Me contaba Beto que hacía más de 5 días que no pasaba nadie, así que estaban contentos por mi llegada, ¡menos mal que no me quede encajado en el arroyo…5 días y vaya uno a saber cuántos más habrán pasado hasta que cruzó otro vehículo!
Beto Ávila, es quien más tiempo lleva trabajando en la Balsa, no recuerdo bien, pero creo ya hace casi 25 años que está allí, Él es de Taquimilán. Se nota a los 5 minutos que Beto está enamorado de su trabajo. Gana poco para dedicarle 2/3 de su vida al laburo…muuuuy poco, tan poco que me da vergüenza decirlo. Y en condiciones que a nadie le gustaría trabajar ni aun en la ciudad. Ahí falta todo. Desde hace mucho tiempo es así. Me enoja la desidia de los que deberían procurarle unas mejores condiciones de trabajo a estos verdaderos héroes anónimos, tipos curtidos, que se la bancan, que son necesarios, imprescindibles para los pobladores de la zona.
Beto me decía, acá hay horario para cruzar la balsa, pero nosotros jamás dejamos sin cruzar a nadie, a la hora que sea, porque uno no sabe qué necesidad o urgencia tiene esa persona y no podemos dejarla esperando hasta el otro día. No somos quienes puedan medir qué urgencia es importante. Se lo nota un poco triste. Pienso que él sabe que será uno de los últimos balseros, si no el último, y le duele saber que más temprano que tarde algún funcionario desde una oficina con aire acondicionado firmará el cierre porque NO CONVIENE tener la balsa para poca gente. Y la verdad…que el lugar es hermoso y con muy poca inversión, podría ser incluso, una atracción turística, pero es más fácil no hacer nada. Da mucha rabia, recorriendo el país estas situaciones las veo en muchos sitios, en faros, que están siendo poco a poco desmantelados y deshabitados. Y después uno ve tanto robo y despilfarro que duele, mucho.
Un Hito importante es que por esta balsa cruzaron los autos del famoso Gran Premio de Turismo Carretera del año 1950, una especie de antecesor al DAKAR. Beto me contó sobre unas grutas cercanas que las dejo para otro viaje, porque me prometí volver.
Me quedé un buen rato charlando con ellos antes de cruzar, como si mi compañía fuera una humilde forma de agradecimiento por su tarea. Aunque tenía ganas de que pasara otro auto para cruzar más veces ida y vuelta, pero nunca apareció otro vehículo. Finalmente, a media mañana me subí al Sanderito, bajé la rampa y posó sus ruedas en la legendaria balsa del Paso Huitrin. Me bajo del auto a observar el trabajo de estos dos patriotas (la verdad que no los ayudé, sí lo sé, soy un canalla pero quería fotografiar y filmar, y el cruce dura pocos minutos) y mientras don Jara hace fuerza con unas manivelas que hacen avanzar la balsa, Beto se ríe diciéndome…¿viste que era a mano? porque realmente había pensado que me habían hecho un chiste y que tenía motor, pero no…ahí estaban estos dos neuquinos de pura cepa moviendo a mano y con la ayuda del río, una barcaza de 15 toneladas con un solo pasajero a bordo. ¡Ah…y les recuerdo que el cruce es totalmente gratuito!
Me despido dejando dos amigos de esos que te presenta el camino. Freno del otro lado me bajo y los veo volver. Me fui con una mezcla de alegría y tristeza, rumbo al pueblo abandonado de San Eduardo…pero esa es una historia que les contaré otro día.
Por suerte, al haber señal, cada tanto me comunico vía WhatsApp con mi amigo “El Beto, el último balsero de Neuquén”.
¡Hasta la próxima amigos…!