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Los miles de kilómetros y el valor de la palabra de “El Vasco de la carretilla”

Diego Promenzio
Por Diego Promenzio
Una palabra empeñada trajo la otra y el viaje que eternizó a este hombre nacido en Pamplona.

La Patagonia es una tierra de leyendas, y como tal también tiene sus personajes legendarios. Hoy quiero contarles sobre la vida de uno de ellos que con el tiempo se convirtió en una celebridad y su figura se agiganta día a día.

Guillermo Isidoro Larregui Ugarte, de él estamos hablando, había nacido en Pamplona, España, en 1885, donde vivió hasta el 1900. Curioso y gran lector desde chico, su gusto por los libros de aventuras en su juventud fue quizás el motor que motivó que con apenas 15 años viajara hacia Buenos Aires, buscando ser dueño de su propio destino en el nuevo mundo.

Después de haber trabajado como marinero, carpintero e incluso en un criadero de chanchos en la capital argentina, decidió trasladarse al sur, donde sería empleado de una empresa petrolera. Fue por esos días, a mediados de la década del 30 que una reunión entre amigos cambiaría la vida de este singular Navarro. Típica reunión de campo, asado, vino y muchas historias contadas en la sobremesa, historias que con el paso del tiempo se agigantan tornándose tan increíbles como mentirosas. Al escuchar tantas hazañas sobre tremendas peleas con pumas, míticas domas o récords incomprobables de esquila, Larregui no quiso ser menos y lanzó un desafío. Aseguró que él podría ir con una carretilla cargada con 100 kilos desde Piedrabuena hasta Puerto Deseado. La carcajada fue general y lo tomaron para la farra, alguien se atrevió a decirle que, por lo mentiroso, él era más andaluz que vasco, y que le extrañaba mucho, porque nunca había visto un andaluz trabajador ni un vasco mentiroso.

No faltaron las discusiones y rápidamente comenzaron las apuestas, aunque muchos dudaban de que, si perdía, Larregui no tendría fondos para pagar su apuesta. Su patrón le tuvo un poco de fe y salió de garante, aunque le advirtió que, de perder, debería trabajar gratis hasta devolverle el dinero.

Se decía que el vasco había apostado fortunas, cosas que él desmentía en cada oportunidad que se le presentaba. Lo cierto era que, para Larregui, lo más importante era haber empeñado su palabra. Pensaba que su proeza sería de mayor valía que una travesía en auto, avión o algún otro vehículo moderno, “de esos que se manejan sin esfuerzo y que necesitan del hombre seguridad y valor, pero pocas veces exigen del individuo fuerza física, entereza y tenacidad”. Entonces se dijo: “A cualquiera de esos señores aviadores y automovilistas, los desafío yo a hacer una travesía caminando y conduciendo además una carretilla de cien kilos”. 

Convencido de sus posibilidades, consiguió una carretilla, la cargó con algunas pocas cosas, y se largó al camino desde la estancia Mata Amarilla donde se encontraba, hasta Comandante Luis Piedrabuena, distante unos 120 kilómetros. Fue allí que, según relata el periodista Luis Abeijón, «un amigo mecánico le cambió la caja de hierro por otra de madera, le puso unos rulemanes en el eje de la rueda y revistió la llanta con una goma de auto. Encima le cargó una pequeña carpa, pilchas de dormir, cinco litros de agua, una pavita, el mate, un asador chico, una ollita y otras cosas indispensables, hasta completar los cien kilos». 

Así fue que los incrédulos piedrabuenses, vieron a Don Larregui lanzarse a los caminos rumbo a Puerto Deseado con su pesada carretilla. Estaba seguro que 500 kilómetros de estepa, grava, mata negra y coirón no podrían con él.

«Cuando salí de Santa Cruz, la gente decía: Ahí va Larregui con su carretilla. ¡Está loco! Lo mismo decían mis compañeros, pero yo les contestaba: No importa, iré yo solo al manicomio».

Dos semanas después, su patrón, conociendo la tozudez del gaucho ibérico, salió en su vehículo a buscarlo, pensando que con tal de no renunciar el vasco podría estirar la pata en el camino. Al encontrarlo intentó en vano convencerlo de que abandonara la aventura: «Mirá, pedazo de tozudo, yo sé que no podés hacer semejante viaje, pero sé que sos tan porfiado y cabeza de cemento que te vas a morir por salirte con la tuya. Echá tu carretilla en el auto y te llevo a la estancia para que sigas trabajando. Yo te pago la apuesta y los gastos que hayas tenido». 

La duda le duró un instante a Larregui, ya no se trataba de ganar unas simples apuestas, ahora le habían tocado el orgullo. Digno de un valiente quijote, dobló la apuesta y le contestó a su patrón: «¡Vos también pensás que no voy a llegar a Pto Deseado con la carretilla!!!???, ahora voy a seguir hasta Buenos Aires, vas a ver!!!!».

«Hay momentos en que un Hombre tiene que afrontar el reto, si no, no es Hombre cabal. La Humanidad no hubiera llegado hasta aquí si no hubiesen existido Hombres como nosotros, capaces de jugarse la vida, y no solo el pellejo, por cumplir con un cometido«, afirmaría luego Larregui.

Larregui no sabía que esa impulsiva frase le cambiaría su vida para siempre. Ahora debía mostrar su valentía y honor. Y no solo llegó a Deseado y ganó la apuesta de aquella noche de asado y vino, si no que se dispuso a viajar hasta Buenos Aires. Y hasta se dio el lujo de no a aceptar un ofrecimiento laboral de un ganadero vasco, a quien le contestó: «Se lo agradezco, paisano, pero no puedo. Yo he prometido llegar a Buenos Aires y llegaré. Si rompiera mi promesa sería indigno de usar esta boina que también usted usa y que es todo lo nuestro».

«Aún a veces con la panza vacía, la gracia era disfrutar de esta libertad y del contacto con la naturaleza, con el mar, y ese maravilloso océano de estrellas, que le hace pensar a uno en la infinita pequeñez del Ser Humano».

«El vasco de la carretilla» incrementaba su fama km. a km., y su proeza comenzaba a escribirse en los periódicos de cada ciudad por la que pasaba, la gente lo vitoreaba y alentaba en cada pueblo que conquistaba. Las etapas previas a su llegada a Trelew resultaron las más duras del viaje:

« Tuve un susto grande en esa vuelta, el frío llegaba a 20 grados bajo cero y yo caminaba entre la nieve», contó después. «Había momentos en que perdía la noción de todo. No sentía las manos ni los pies, ni siquiera el peso de la carretilla. Era como si de golpe alguien me empujara y yo estuviera hecho de plumas, a veces creí que era tan liviano que el viento me iba a llevar. Pero sabía que si me paraba moriría congelado; entonces apretaba el paso. Así, caminaba y caminaba como dormido, hasta llegar a algún rancho donde descansar. Me daba friegas en las manos y los pies con caña. De ese modo podía reaccionar y dormir».

Finalmente, el 25 de Mayo de 1936, 14 meses, 3.423 kilómetros, seis millones de pasos y 31 pares de alpargatas gastadas después, acompañado únicamente de su fiel perro «Pancho», llegó a Buenos Aires. Había hecho honor a su palabra de hombre.

El diario Crítica relató su aventura: «En su carretilla de mano Larregui había acondicionado maravillosamente su ‘casa’ -pues, en efecto, allí nada falta y está todo distribuido en un orden tan absoluto que hasta sorprende- y salió desde Comandante Piedra Buena en medio del estupor general. Los vecinos de Larregui sabían que era vasco… pero no tanto». 

Cientos de porteños, alentados por la prensa, recibieron al vasco, cargando su carretilla de flores y lo acompañaron hasta la Plaza de Mayo. Fue allí que el tozudo ibérico ofrendó todas las flores al pie de la Pirámide de Mayo, «como homenaje al país que tan bien lo había recibido y que nunca abandonaría», y dijo: 
«Vivir el ritmo oculto de los campos

abiertos, llenos de sol.

La emoción de la tierra argentina

llena de generosidades.

He ahí mi objetivo.

Nadie me podrá quitar la dicha

de ser dueño de mi propio destino»

(Guillermo Larregui, 1938)

Tipo simple Larregui, duro y con un sentido de la Libertad acorde a las ideas anarquistas de la época. Su carretilla poseía lo mínimo y necesario para el cuerpo y alimentaba su alma paso a paso en el camino. La solidaridad de la gente, lo ayudaba a aliviar la dura marcha que afrontaba día a día.

«Mi orgullo me impedía mendigar. Nunca pedí nada. No me negué a recibir lo que se me ofreciera voluntariamente como colaboración para poder continuar la gesta».

De contextura pequeña, espigado, algo encorvado, un poco narigón y de expresión un tanto hosca. Gran mateador, también gustaba de fumar. Vestía siempre alpargatas, pantalones, chaqueta, pañuelo al cuello, y la clásica boina vasca que parecía tener soldada a su cabeza. «El Quijote de una sola rueda», como solían llamarlo, era un vasco desde la punta de la boina hasta el filo de la alpargata.

Pausado al hablar, paciente para escuchar a la gente y sobre todo a los niños, conocía y hablaba varios idiomas, como inglés, francés, italiano, alemán y holandés. Sanamente curioso, afirmaba que:

«En mis andanzas he llegado a la convicción de que un pueblo sin curiosidad es un pueblo de muy bajo nivel cultural y por consiguiente estúpido». 

Y no conforme con su gran epopeya, decidió seguir con su carretilla por los caminos argentinos y hasta se animó a visitar algunos países vecinos.

“Cada uno tiene la edad de sus proyectos”, proclamaba.

 En total realizó 4 grandes viajes:

Primer Viaje: 120kms Desde Ea Mata Amarilla a Comandante Luis Piedrabuena (Sta Cruz), continuando hasta Bs As en 14 meses.

Segundo viaje:  En 1943, desde Coronel Pringles (Pcia. de Bs. As.) hasta La Paz (Bolivia) cruzando los altiplanos de la Puna.

Tercer viaje: Desde Villa María (Córdoba), hasta Santiago de Chile, cruzando la cordillera de los Andes.

Cuarto viaje: Saliendo de Trenque Lauquen (Buenos Aires), hasta el Parque Nacional Iguazú, en Misiones.

El vasco usó varias carretillas a lo largo de su vida, generalmente tenía la base de unos 70 cm x 110 cm y 30 cm de alto, donde transportaba: una carpa de 2,5 m de largo por 2 m de ancho; cama plegadiza, colchón y colcha. Herramientas completas, utensilios de cocina, calentador, juego de lavabo, cepillos, brocha, navaja y provisiones.

– La primera carretilla quedó en el Museo de Luján porque él mismo la donó.

– La segunda la utilizó, entre 1936 y 1938, hizo un recorrido desde Coronel Pringles, hasta Bolivia.

– La tercera se la hicieron amigos de Trenque Lauquen y Beruti en 1943 y terminó 6 años más tarde en Puerto Iguazú (Misiones).   

Larregui transportaba su integridad en la carretilla. A lo largo de su vida la empujó durante más de catorce años y 22.000 kilómetros: un hombre de palabra. 

“Me sobran fuerzas y voluntad, para eso soy vasco”. “Un vasco es capaz de todo lo difícil”, solía decir.

A Iguazú llegó en 1949, contando ya con 64 años. Allí, el presidente de Parques Nacionales, le concedió un permiso especial para instalarse muy cerca de las cataratas. Trabajador incansable, despejó un claro en la selva, juntó miles de botellas y latas que conseguía de un hotel cercano, con las que construyó su nueva y ecológica casa. Vivió allí sus últimos 15 años, tranquilos, como los primeros quince de su vida. Disfrutaba del lugar, recogía la basura que dejaban los primeros turistas, curaba animales heridos, mientras armaba colecciones de insectos, plantas y minerales que luego vendía. Se dice que fue el primer guía de las Cataratas del Iguazú y que incluso acompañó en los paseos tanto a turistas como a presidentes y embajadores. 

Falleció el 9 de junio de 1964, luego de ingerir algún alimento de lata en mal estado. Su cuerpo descansa en el cementerio de Puerto Iguazú, Misiones.

Se escribió después:

“Esperando un subsidio del gobierno que nunca llegó, Guillermo Isidoro Larregui Ugarte se marchó para siempre, tenía casi 79 años en un periodo donde toda una generación estaba inventando una nueva juventud. Se murió como había vívido, pobre, en paz consigo mismo, protegido por los sueños que había realizado, dejando en la tierra las cosas finitas para perderse en las infinitas sorpresas del cielo”.

Sobre el Vasco de la Carretilla y sus aventuras, se han escrito libros, como el de Asencio Abeijón y filmado documentales como “!Gora Vasco!” que sostiene la memoria de este vasco que ante un desafio, recogió el guante. Ese gesto refleja mucho más que tozudez y gallardía, y es sobre todo testimonio de los valores de la estirpe vasca: palabra, tesón, emprendimiento, fortaleza física y espiritual. 

Históricamente Argentina ha sido el principal destino de los vascos que emigraron en busca de una nueva vida. Esos antepasados de los vasco-argentinos de hoy, provenían de ambos lados de los Pirineos. En Argentina, país donde se radicó la mayor colectividad vasca de todo el planeta, se encuentran la mitad de los centros vascos que hay repartidos por el mundo. Se dice que más del 10% de los argentinos actuales tienen ancestros vascos, esto es, más de 4 millones.

Conocí la leyenda de Guillermo Larregui hace muchos años y siempre me sentí atraído por su historia. Sin saber que era la suya, conocí de chico su casita en Iguazú, la cual había construido cerquita del Salto Dos Hermanas, y, sobre todo en mis viajes por Patagonia, me crucé con varias estatuas y monumentos que recuerdan la vida de este vasco de ley. Hombre bien. Hombre de palabra. Me hubiera gustado conocerlo…eso sí, ni loco le hacía una apuesta!!!!.

Aprovecho la oportunidad de dejar un saludo a mis euskeras más queridos (perdón si me olvido de algunos), entre ellos mis amigos, el vasquito Armando Arrarás integrante de La Peña de los Jueves, el gran arquitecto de Tandil, Marcos Juárez Irureta, mi gran amiga Edith Aurrecoechea a quien visité en Algorta, ciudad vecina a Bilbao y con quien recorrí gran parte del País Vasco en el año 1991, y por sobre todo mi Tío Luis Carlos Larrazábal, nacido en Bilbao quien me ha hablado infinidad de veces de su ciudad natal y al que sobre todo le debo la dicha de haberme hecho de River.

“Denek dakite asko maite ditudala”

Hurrengora arte lagunak..:!

ATE
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Arquitecto, bahiense y apasionado por los viajes, la naturaleza y la fotografía. Ha recorrido varias veces toda la Patagonia. Fue el creador del espacio Fotos con Historia que se emitió por la radio AM 550 y el canal 24/7 Noticias de Neuquén. Fundó una biblioteca en el Faro del Fin del Mundo en la Isla de los Estados ya partir de esa idea impulsa y dirige el proyecto “Sembrando Bibliotecas” que tiene el objetivo de fundar una biblioteca en cada provincia argentina. (https://www.facebook.com/proyectosembrandobibliotecas/) Además, tiene un canal de Youtube (https://www.youtube.com/@fotosconhistoria-diegoprom7270/) donde se pueden ver los videos con los relatos de viajes por la Patagonia y el mundo.
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