Siete ejemplares fósiles de sapos, ranas y escuerzos, provenientes de antiguos pantanos que existieron hace 50.000 y 700.000 años atrás ubicado en el norte de la provincia de Buenos Aires, fueron descubiertos por un equipo del Museo Paleontológico de San Pedro. Entre los huesos fosilizados hay húmeros, pelvis, mandíbulas, fragmentos de cráneos, vértebras y fémures, entre otras piezas, del esqueleto de los géneros
El Grupo Conservacionista de Fósiles, del Museo de San Pedro, recuperó estas piezas en dos sectores donde afloran sedimentos de diferentes ambientes pantanosos que existieron en el pasado de la región.
El hallazgo
Uno de ellos está ubicado a dos kilómetros del casco urbano, donde la capa que posee los anfibios tiene una antigüedad estimada en algo más de 50.000 años (Edad Lujanense); y el otro a unos 4 kilómetros de la ciudad, donde los sedimentos investigados superan los 700.000 años de antigüedad (Edad Ensenadense).
“En ambos momentos del pasado de la zona, existieron importantes humedales, con terrenos anegables, abundante vegetación y ambientes propicios para el desarrollo de estos animales”, indicó el Museo en un comunicado de prensa.
Y agregó: “Estos ambientes pantanosos no sólo sirvieron para que se desarrolle una diversidad de anfibios, sino también para que aquellos suelos barrosos posibilitaran la conservación de restos de los ejemplares que morían en aquellos ecosistemas”.
“El hallazgo de esta variedad de restos y géneros en la zona norte de Buenos Aires, representa una excelente oportunidad para conocer la diversidad de anfibios durante el Pleistoceno medio a superior en la región y permite realizar un seguimiento de la presencia ininterrumpida de estos animales hasta casi un millón de años atrás”, concluyó.
Historias de vida
(Por Ana van Gelderen) En Campo Spósito hay un químico, un profesor de Matemáticas y un médico ginecólogo. ¿Qué hacen acá? Despuntan el vicio de aquello que los apasiona: la paleontología. Son José Luis Aguilar, Walter Parra y Julio Simonini, tres vecinos de San Pedro que integran el grupo conservacionista de la localidad y fundadores del Museo Paleontológico, que data de 2003.
De Esperanza, Santa Fé, Julio Simonini –el ginecólogo– cuenta que el tema le interesa desde chico. Vivía en el campo y lo conmovió un gliptodonte que apareció después de una lluvia. Similar es el caso de Jose Luis Aguilar –el químico– que el diciembre de 1998, mientras buscaba plantines de ombú para hacer bonsái, notó que un hueso se diferenciaba a todos los que había visto antes. Era el fémur de un armadillo. Un poco más accidental es el caso de Walter Parra, el profesor de matemáticas. Criado en San Pedro, creció escuchando sobre los fósiles de dinosaurios y los restos de vasijas de indígenas que se acumulan a orillas del río. Una vuelta, hace once años, pinchó una rueda mientras transitaba un camino de ripio que lo traía de Ramallo y cuando se bajó del auto para cambiar la goma un conjunto de huesos le llamó la atención. Fue entonces que se contactó con el museo y se enteró que había encontrado los restos de un megaterio de 500.000 años, que ahora se expone en una de las paredes del museo.
“Después de lo del bonsái, cada tanto salíamos a buscar fósiles en lugares con potencial: barrancas del río, canteras de extracción de tosca… Porque ahí donde cavás, viajás a la prehistoria”, señala Jose Luis. Y sigue: “El 3 de noviembre de 2001, cuando todavía estábamos iniciando la actividad, desde una cantera que está a 1.000 metros de acá vimos cómo una excavadora trabajaba sobre esta barranca. Y, cuando ves una máquina ¡tenés posibilidad de fósiles! Entonces pedimos permiso a los responsables de la empresa que estaba acá –dedicada a la ganadería y minería–, entramos y notamos que en las pilas de tierra que extraían había una gran cantidad de molares de elefantes prehistóricos, perezosos gigantes y ciervos fósiles”, detalla José Luis sobre este sitio que hoy está delimitado por un cerco y plagado de chapitas amarillas que marcan los fósiles que luego cubrirán en yeso para ser transportados al museo.
Desde entonces, aquí encontraron gigantes con nombres como Toxodon, Lestodon y Morenelaphus. Además de antepasados de caballos: Equus e Hippidion. “Más profundo cavás, y más antiguo el sedimento. En esta barranca, que alguna vez fue lecho de río, tenemos 200.000 años de depósitos”, asegura José Luis, que además fue director de Cultura de San Pedro, y dice que, así como Campo Spósito, hay otro lugar con canteras, muy cerca, de la familia Iglesias, que a ocho metros de profundidad tiene fósiles de entre 500 y 700.000 años.
A algunos minutos de Campo Spósito, en el centro de la ciudad, el Museo Paleontológico de San Pedro funciona en un antiguo caserón de 1895, cedido por la municipalidad en 2002. Es privado y lo gestiona el grupo de aficionados a la paleontología, que en total son 20. Genialmente montado, aquí hay réplicas de dinosaurios confeccionadas por Miguel Ángel Lugo un paleoartista de renombre. Hay además una sala vidriada donde los expertos les pasan el pincel a los fósiles y los dejan en condiciones para que el público las visite. Y otras muy bien puestas que exponen esqueletos enormes y, como hito, un cachorro de armadillo gigante que es el más completo de la Argentina y salió de la cantera de los Iglesias. Como si fuera poco, se puede ver un oleotipo –primer hallazgo de una especie– que es único: Archaeomylodon sampedrinensis, de hace 700.000 años.