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Malvinas: aquellos mensajes de radio que orientaron a un barco herido

Mario Novack
Por Mario Novack
Hace 41 años, la guerra comenzaba en las Islas y también en nuestra Patagonia adonde se vivió intensamente. Uno de los momentos personales relacionados con ese conflicto bélico es el que se relata aquí.

Malvinas ha dejado una huella en cada uno de nosotros, porque la guerra en 1982 fue vivida de un modo diferente entre los ciudadanos argentinos. Ese 2 de abril de 1982 nos encontró en diferentes situaciones, con nuestras actividades y expectativas.

Río Gallegos se despertaba en esa mañana otoñal con la noticia de la recuperación de las islas cuando la dictadura militar que se había instalado en el gobierno después de seis años en el poder atravesaba un fuerte cuestionamiento social.

La Junta Militar comenzaba a tambalear luego de la imponente movilización del 30 de marzo liderada por la CGT, con represión y violencia hacia los manifestantes. Sin embargo, algunos rastros obtenidos en el análisis de vivencias laborales y personales nos darían los elementos que confirman la hipótesis que esto fue planeado con mucha anticipación.

Luis Cabrera que trabajaba como camarógrafo de Canal 9 de Río Gallegos comentaba sus recuerdos de la cobertura realizada en enero de 1982 en la zona de Punta Loyola, que había sido elegida como blanco para los ejercicios de tiro por tropas del Ejército Argentino.

“Así no le ganamos a nadie” fue la frase lanzada por quien gobernaba los destinos del país. Era el general Leopoldo Fortunato Galtieri que a bordo de un helicóptero supervisaba las prácticas acompañado del teniente coronel Mohamed Alí Seinelden, que con posterioridad alcanzaría notoriedad pública a partir de su actuación en Malvinas y además como cabecilla de las asonadas militares contra los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem.

Por esta razón fue sentenciado a prisión perpetua, pero recuperó su libertad el 20 de mayo de 2003, cuando el entonces saliente presidente Eduardo Duhalde lo indultó, y el perdón se oficializó el 25 de mayo de 2003, el mismo día en que asumió la Presidencia Néstor Kirchner.

El mítico buque naufragado Marjory Glenn sirvió de objetivo para estos ejercicios. Río Gallegos que vivió intensamente el conflicto por el Canal de Beagle sería en poco tiempo más el lugar de acantonamiento de tropas y pertrechos.

Llegó el día de la recuperación de Malvinas y con ello un conflicto bélico de proporciones para una nación que desde el siglo 19 no tenía guerra con país alguno, a partir de su emancipación política.

Algarabía, festejo, gente en las calles, la Plaza de Mayo cuarenta y ocho atrás escenario de represión y violencia era ahora lugar de festejo con características de triunfo mundialista.

Pero la guerra era efectivamente otra cosa, la tensión y el sufrimiento de las familias de los soldados rogando por su regreso. La Fuerza Aérea Argentina tuvo su bautismo de fuego el 1º de mayo de 1982 y al día siguiente el impacto noticioso lo constituyó el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano y a partir de eso es que la guerra comienza a tener dimensión afectiva.

Cuando conocemos a alguien que murió en el conflicto la guerra comienza a tener rostro. En el Crucero Belgrano perdió su vida el conscripto Rubén Horacio Alvarez, nacido en Coronel Dorrego, a quien conocí después de mi breve paso por esa ciudad.

El gordo “Chitín”, el menor de seis hermanos, había cursado y culminado sus estudios secundarios en la Escuela Técnica dorreguense recibiéndose de Técnico Electromecánico. Alvarez fue una de las 323 víctimas que dejó el hundimiento del Crucero en las frías aguas del Atlántico Sur.

En el inicio del 3 de mayo otra noticia sacudiría a la población, luego de conocerse el ataque al Aviso Alferez Sobral que averiado y con su tripulación diezmada iniciaría su repliegue hacia Puerto Deseado.

La metralla británica había borrado su puente de mando, llevándose el sistema de comunicaciones y la vida de ocho tripulantes. A partir de eso, la situación de la embarcación nos convirtió en partícipes de la misma.

Un mensaje incluído en el segmento “Mensajes para el hombre de campo” llegó a la mesa del Servicio Informativo y debía ser leído hasta nuevo aviso. Yo había tomado turno a las 7 de la mañana y la dirección de los medios, ahora a cargo de oficiales del Ejército Argentino, supervisaba cada noticia que se emitía y por consiguiente los mensajes.

“Atento Gómez Roca lo esperamos en Deseado” era el texto que quedó para siempre guardado en mi memoria. El día 5, dos días después del ataque británico arribaría a Puerto Deseado con su estructura averiada y los ocho tripulantes muertos, entre ellos el capitán Sergio Gómez Roca.

El tiempo me llevó a tomar contacto con varios de los integrantes de su tripulación, comenzando con quien quedara a cargo del Aviso Sobral, en ese entonces con el grado de teniente de navío Sergio Bazán, a quien un hecho fortuito le hizo salvar la vida.

“Ocurre que hubieron dos ataques al Aviso Sobral, el primero provocó algunos destrozos y heridas menores en la tripulación que se encontraba en el puente de mando, mientras que el segundo fue letal, destruyendo la estructura. Antes de ello, y en el momento que yo iba a subir al puente, el médico del buque advierte que estaba herido en la pierna y me indica que va a realizarme las curaciones. Esa fracción de tiempo en la que me detuve me salvó la vida, porque los tripulantes del puente murieron todos.”

A partir de allí, el derrotero fue buscar un puerto. “Escuchar la radio y el mensaje dirigido a nosotros nos devolvió la esperanza, era saber que estaban pendientes de nosotros”, dice Bazán.

La llegada a Puerto Deseado tuvo la tranquilidad de estar en tierra firme, pero la impactante imagen de llegar con sus muertos, con los que hasta ayer habían compartido charlas, momentos y vivencias.

El capitán de navío Juan Carlos Casal también refirió a la angustia vivida en esos dramáticos momentos. Sin embargo las anécdotas y referencias históricas del Aviso Sobral siguieron dejando su huella en estos tiempos.

Uno de los integrantes de la tripulación el teniente Alejandro Alemán, destacado por varios miembros de la tripulación por su actuación al reparar instrumental de navegación y el sistema de comunicaciones, es dueño de una historia muy particular. Negado por la historia oficial, su nombre apareció solo en las listas posteriores postmorten en un listado de caídos post guerra.

Sin embargo, sus compañeros de armas y subordinados nunca olvidaron su desempeño durante la guerra y gozó amplio reconocimiento de pares, entre ellos, el ex jefe de la Base Naval Mar del Plata, Delfor Raúl Ferraris, quien dispuso para él un funeral militar con la salida especial de una patrulla que arrojó sus cenizas al mar.

Según el Diario Cuatro Vientos, el teniente Alemán, por ser yerno de un jerarca montonero desaparecido durante la última dictadura militar, no recibió los honores del caso y terminó saliendo de la Marina de Guerra a poco de terminar el conflicto, quedando condenado al olvido oficial por razones políticas.

El Teniente Alemán había nacido en Buenos Aires pero eligió Necochea como su lugar en el mundo y se desempeñó como jefe de máquinas de remolcadores de Maruba y Rúa en el puerto Quequén durante largos años hasta que un cáncer de pulmón acabó con su vida en febrero del 2012. La odisea del remolque desde Puerto Deseado hasta la Base Naval de Puerto Belgrano cuenta también en la historia de la embarcación.

Durante la estancia en Puerto Deseado se efectuaron las refacciones imprescindibles, retirando deshechos del puente e improvisando otro. El 20 de mayo, después de despedir a los compañeros muertos en acción, el ARA Alférez Sobral zarpó rumbo a la Base Naval de Puerto Belgrano, adonde arribó el día 23. La idea fue reparar inmediatamente el barco para volver lo antes posible al teatro de operaciones. Sin embargo, la magnitud de las averías haría que las tareas de reparación terminasen recién en septiembre, casi tres meses después de finalizados los enfrentamientos en las islas Malvinas.

El aviso ARA Alférez Sobral no nació con ese nombre, sino con el de USS Salish (ATA-187, previamente ATR-114), una embarcación de rescate clase Sotoyomo de la US Navy. Fue botada el 29 de agosto de 1944 por la Levingston Shipbuilding Co. (Orange, Texas) y puesta en servicio (comisionada) el 7 de diciembre del mismo año. Fue asignado al teatro de operaciones del Pacífico, donde llevó a cabo tareas auxiliares lejos del frente de batalla. Solo reporta una acción de combate, donde se dice que colaboró en el derribo de un bombardero japonés en la bahía Bruckner (Nakagusuku), en Okinawa, el día 22 de mayo de 1945.

En julio de 1946 tuvo una breve participación en la Operación Crossroads, el ensayo de bombas nucleares en el atolón de Bikini.

Luego fue trasladado a Nueva Orleans y posteriormente a Florida, donde desarrolló tareas de patrullaje y rescate. Estuvo en servicio hasta febrero de 1972, cuando fue decomisada y vendida a la Armada Argentina, momento a partir del cual pasó a denominarse como aviso ARA Alférez Sobral (A-9), en memoria del militar y geólogo argentino (y pionero antártico) José María Sobral.

Malvinas de las mil historias y anécdotas, con los recuerdos que dejó el conflicto bélico y las deudas que aún tienen las autoridades y la sociedad toda para con los ex combatientes y veteranos de guerra.

ATE
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Periodista, investigador histórico y escritor con una larga trayectoria en los medios de comunicación de Río Gallegos, Santa Cruz. Actualmente conduce un programa de radio en FM UNPA, compartida con LU 14 Radio Provincia de Santa Cruz y AM 740 Radio Municipal de Puerto Deseado y publica sus investigaciones históricas en el diario Nuevo Día. Es de su autoría una Cantata de las Huelgas Patagónicas y letras de canciones. Vive en Río Gallegos
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