El gobierno nacional oficializó la venta de las acciones de las represas hidroeléctricas Alicurá, El Chocón, Cerros Colorados y Piedra del Águila. No solo se anunció la venta del paquete accionario de estas instalaciones, sino que también se prorrogó por un año las concesiones actuales.
Inicialmente, en mayo, se planeaba que las empresas volvieran a manos del Estado Nacional de manera transitoria, como paso previo al inicio del proceso privatizador.
Sin embargo, a mediados de agosto, el Ejecutivo decidió extender las concesiones por un plazo máximo de un año, por lo que las represas no pasaron a manos de la empresa Energía Argentina (Ex Enarsa) y continuaron bajo la gestión de AES, Enel, Aconcagua y Central Puerto, respectivamente.
Los gobiernos provinciales de Neuquén y Río Negro ya han expresado su interés en tener un mayor control sobre estas represas, argumentando que los recursos hidroeléctricos se encuentran en sus jurisdicciones. Estas centrales fueron concesionadas por 30 años en 1993, durante la presidencia de Carlos Menem, con la posibilidad de prorrogar los contratos por un año más.
Desde entonces, ha habido una prórroga transitoria para las operadoras, que ahora se ha extendido por un año adicional.
Este tema es sensible por dos frentes. Primero, Neuquén y Río Negro reclamaron que se las tenga en cuenta para el reparto de los activos, basándose en que la Constitución establece la propiedad provincial de los recursos, en este caso, las aguas que alimentan la generación hidroeléctrica.
La pregunta es: ¿qué valor tiene el agua? Desde hace años se discute si los dueños deben ser la Nación o las provincias, y si el valor de la energía hidroeléctrica debería regirse por la tarifa Comahue o no, lo que ha cambiado el verdadero eje del debate: ¿cuánto vale el agua?
La licitación por parte de la Nación de las concesiones hidroeléctricas del Comahue ha ratificado el centralismo porteño sobre las provincias. En esta discusión, las provincias no hacen más que reclamar un valor económico por la energía eléctrica, cuyo precio depende de la Nación, la misma que no consultó a las provincias ni respetó la Constitución (artículo 114), las leyes o los contratos, y que mucho menos va a respetar un precio justo para la energía hidroeléctrica limpia, firme y barata.
Sin embargo, el agua es más que energía hidroeléctrica; es agua para nuestras ciudades, para la fruticultura, para la horticultura y para la producción de petróleo y gas en Vaca Muerta.
Para garantizar estos consumos de agua, hay que pensar en las sequías; la última duró 15 años.
Además, el agua es necesaria para manejar las crecidas, como las que se dieron en 2006 y 2008, para proteger vidas y bienes de nuestros habitantes.
Entonces, ¿cuánto vale el agua y su manejo? ¿podemos creer que, a 1200 km de distancia, alguien puede querer algo más que una energía limpia, firme y barata?
Limpia, porque el agua no se transforma, simplemente pasa por una turbina generando energía eléctrica; firme, porque nuestras represas son de altura y almacenan agua para cuando Buenos Aires lo necesita; y barata, porque las hidroeléctricas están amortizadas, sin deuda, y su precio es inferior al de las eólicas y solares.
Entonces, ¿cuánto vale el agua? Vale lo que los neuquinos y rionegrinos decidamos en nuestras vidas en las ciudades, en las chacras, en el desarrollo petrolero, en el desarrollo industrial.
En definitiva, vale más que el petróleo y el gas; es nuestro oro blanco, el oro de la vida y el progreso. Que lo paguen como corresponde.
Por eso, es responsabilidad de nuestros gobiernos, que se dicen federales, actuar en consecuencia. Gracias a Vaca Muerta, podemos esperar prosperidad para los próximos 20 años, pero el agua, nuestro oro blanco, es para siempre. ¡Defiéndanlo!
El Informe Mundial sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos, titulado “El valor del agua”, examina el estado actual y los retos de la valoración del agua en distintos sectores y desde diversas perspectivas. Identifica formas de fomentar esta valoración como herramienta para alcanzar la sostenibilidad.
Para finalizar, esta nueva cultura del agua debe basarse en el principio de que el agua es un derecho humano, un recurso limitado e insustituible, fundamental para las personas, la diversidad biológica, el planeta, la prosperidad y la paz.
No debemos ni podemos ser responsables de un modelo de desarrollo que implique “pan para hoy, sed para mañana”.