El lanzamiento del iPhone 12 por parte de Apple ocurrió el 23 de octubre de 2020, por lo que no se esperaba la controversia actual. La Agencia Nacional de Frecuencia de Francia (ANFR) solicitó la retirada del iPhone 12 del mercado debido a que sus emisiones de ondas no ionizantes superan los límites legales establecidos por la Unión Europea.
Esto ha generado una serie de preguntas sobre la radiación electromagnética, la seguridad de los dispositivos móviles y cómo afecta a la salud de los usuarios. Para comprender la controversia, primero debemos entender qué es la radiación electromagnética y cómo se relaciona con el iPhone 12. El espectro electromagnético abarca desde las ondas de radio hasta los rayos gamma, cada una con diferentes niveles de energía. Las ondas de radio, que incluyen las emisiones de los teléfonos móviles, se encuentran en la parte de baja energía de este espectro, lo que las convierte en radiación no ionizante.
La radiación no ionizante es aquella que no tiene suficiente energía para liberar electrones de los átomos y, por lo tanto, no puede dañar el ADN ni las células. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la radiación de los teléfonos móviles no tiene efectos adversos para la salud humana.
Sin embargo, existen límites de seguridad para la radiación electromagnética, como el SAR (Tasa de Absorción Específica), que mide la cantidad de energía de radiofrecuencia (RF) absorbida por el cuerpo desde la fuente que se está midiendo, en este caso, un teléfono móvil. Tanto la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC) de Estados Unidos como la Unión Europea (UE) han establecido límites de SAR para garantizar la seguridad de los usuarios. La FCC establece un límite de 2 W/kg en promedio sobre 10 gramos de tejido para el cuerpo y 4 W/kg en promedio sobre 10 gramos de tejido para las extremidades.
La controversia surgió cuando la ANFR de Francia realizó pruebas en el iPhone 12 y descubrió que en ciertos escenarios, el dispositivo superaba los límites de SAR establecidos por la UE. Estas pruebas se llevaron a cabo en las condiciones más desfavorables posibles, con el teléfono emitiendo a máxima potencia, conectado a la red menos favorable y con la antena apuntando directamente al cuerpo. En este peor escenario de comunicación, el iPhone 12 registró una absorción de energía electromagnética de 5.74 vatios por kilogramo, superando el estándar de la UE de 4 vatios por kilogramo.
La pregunta clave es si estas emisiones por encima del límite legal son peligrosas para la salud. En primer lugar, es importante destacar que la UE establece límites 50 veces más bajos de lo que se consideraría peligroso, y estos límites se aplican principalmente a las extremidades, como manos, muñecas, tobillos y pies, pero no a la cabeza ni al tronco.
Según la ANFR y la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), los niveles de radiación ligeramente más altos del iPhone 12 en situaciones extremas no necesariamente implican un riesgo inmediato para la salud. Sin embargo, como medida preventiva, se recomienda el uso de auriculares o manos libres al realizar llamadas, evitar hacerlo en áreas con mala cobertura y limitar la exposición de los niños a celulares, ya que se considera que son más sensibles.
Apple ha defendido su producto, argumentando que el iPhone 12 cumple con todas las regulaciones y estándares SAR aplicables en el mundo. La empresa ha proporcionado informes de laboratorios independientes para respaldar su posición y ha expresado su desacuerdo con los resultados de las pruebas realizadas por la ANFR. Apple también ha sugerido que una actualización de software podría solucionar el problema, y está colaborando con la agencia francesa para demostrar que cumple con la normativa.
La controversia del iPhone 12 también nos lleva a reflexionar sobre qué otros dispositivos emiten ondas no ionizantes y cómo esto afecta a nuestra vida cotidiana. Además de los teléfonos celulares, dispositivos como las tablets, las notebooks, los dispositivos Bluetooth, los routers WiFi y los relojes inteligentes, entre otros, también emiten radiación electromagnética de baja frecuencia y baja energía, que se encuentra en la misma categoría de ondas.
Las ondas no ionizantes no tienen suficiente energía para alterar la estructura molecular y atómica y, por lo tanto, no producen iones ni causan daños directos al ADN o a las células. Esto significa que, según la evidencia científica actual, la exposición a estas ondas a corto plazo no se considera perjudicial para la salud humana.
Sin embargo, persisten preocupaciones sobre los posibles riesgos a largo plazo, y es por eso que existen regulaciones estrictas que establecen límites de seguridad para la radiación electromagnética emitida por estos dispositivos.
Si bien la evidencia actual no sugiere que los dispositivos emisores de ondas no ionizantes representen un riesgo inmediato para la salud, la precaución y la investigación continua son esenciales para comprender completamente los posibles efectos a largo plazo de la exposición a esta radiación. En última instancia, la seguridad y la transparencia deben ser prioritarias en la industria de la tecnología para asegurar que los usuarios puedan disfrutar de los beneficios de estos dispositivos