Tuvo el formato de escuela-granja y funcionó en el barrio La Sirena, donde hoy está la Escuela Primaria 132. Una historia poco conocida que sirvió de experiencia para “civilizar” a hijos de familias originarias.
Con el objetivo de introducir conocimientos y hábitos de vida de la ciudad, además de capacitarlos en oficios que servirían de herramienta para sobrevivir, se creó en la ciudad de Neuquén la Escuela-Granja-Hogar “Ceferino Namuncurá”. Funcionó durante 18 años, entre 1937 y 1955, cuando la actual provincia era aún Territorio Nacional. Fue la única experiencia que hubo en tierras neuquinas y –como todo en la vida- soportó y soporta varias miradas sobre la experiencia “socializadora” de niños de familias rurales descendientes de mapuches originarios.
Un artículo publicado en el diario La Mañana de Neuquén para el centenario de la ciudad, recuerda la creación y las gestiones al respecto que realizó el entonces gobernador del Territorio, Enrique Pilotto hasta que “el 1 de julio de 1937 los primeros veintisiete alumnos que admitía el nuevo establecimiento, iniciaron el año lectivo y las prácticas agrícolas, instrucción de artes y oficios” y “sin duda significó un notable aporte para los alumnos llegados de las agrupaciones indígenas, diseminadas en el interior del territorio y aisladas de los pocos centros urbanos que entonces existían. La escuela tenía terreno para agricultura, un tambo, criadero de gallinas y conejos, taller de carpintería, de tejidos indígenas y muchas cosas más”.
La nota, que no tiene firma responsable, agrega que “usaban un uniforme confeccionado con elementos de la Policía territoriana. Una quincena de alumnos iba por la tarde a los talleres de la Gobernación y a los de la Ford, para que fueran adquiriendo conocimientos y se pudiera observar qué gustos y aptitudes era conveniente apoyar. Se les hacía un recorrido por la ciudad, para que fueran conociéndola, observando todos sus organismos, el movimiento de trenes, el comercio”.
Publicado en septiembre de 2004, el artículo subraya que “en 1939, como un medio más de posibilitar el mayor conocimiento de los alumnos a la par de premiar su dedicación y esfuerzos, los alumnos hicieron un viaje hasta Bariloche, Villa La Angostura, San Martín de los Andes, Junín de los Andes y Zapala, con visitas guiadas. Sin duda, ese contacto con la realidad que se vivía por entonces en el territorio les sirvió para tener un mejor panorama de la sociedad en la que debían insertarse.”
Una perlita
No estamos hablando de las crónicas de Colón o Magallanes, ni siquiera de algún lugarteniente de Roca o de Videla. Estamos reproduciendo un artículo sin firma, realizado para el centenario de la ciudad de Neuquén (hace sólo 19 años) en el único diario que tiene la capital provincial.
“Para darnos cuenta de la importancia de la enseñanza impartida en esta “Escuela Hogar” basta recordar que el alumno Alfredo Millaín llegó a ser Jefe de Policía de la Provincia, y que varios de sus compañeros, en el rol de caciques de sus respectivas comunidades, fueron integrantes del “Primer Parlamento Nacional Indígena”, realizado en Neuquén en abril de 1972, siendo Manuel Domingo Quinchao, no solamente el Presidente del Parlamento, sino que lo fue del 2º realizado en el Complejo Gral. San Martín de Buenos Aires en junio de 1973, y luego Director de Asuntos Indígenas de la Provincia. Benigno Namuncurá trabajó en la Justicia provincial en Zapala, habiendo ocupado el cargo de Jefe de la Confederación Indígena y entre los otros que conocí en sus agrupaciones o en encuentros o Parlamentos, y que ahora recuerdo, estaban Ancatruz, Curruhuinca, Melo, los Millaín, Morales, Painefilú, Paynemil, Pichiñán, Pichún, Pilquimán, Quilapi, Trecaleo y Huenuleo. Sin duda fue una obra digna de recordar e imitar.”
Otra mirada
Tras reducir, doblegar o aniquilar a los pobladores de estas tierras cuando se creó el estado nacional a través de la pólvora, se inició el camino del despojo de las tierras y la cosmovisión que tenían esos pueblos, en todo el país, como se expuso en la nota de Pasó Hoy “¿Por qué las universidades no estudiaron el genocidio indígena en Argentina?” con el testimonio de la antropóloga Diana Lenton.
En esa entrevista, realizada por el periodista Carlos Espinosa, la científica habla de “una tradición disciplinal” donde “si no podemos hablar de la violencia contra el pueblo indígena después de la campaña del desierto no podemos hablar de nada”.
En el caso específico de la escuela para niños mapuches que existió en la capital neuquina, también abonaron esa otra mirada varios estudios universitarios, como el de la profesora de Historia, becaria del Conicet, y con relación de dependencia de la Universidad Nacional del Comahue, Carolina Villar Laz que se tituló “La Escuela Granja Hogar Ceferino Namuncurá (Territorio Nacional de Neuquén, 1937-1943): una experiencia de educación nacionalizadora, civilizatoria y asimilacionista” y publicado en 2020.
En el resumen de ese trabajo se indica: «En el transcurso del siglo XX el Estado nacional argentino buscó instaurar su poder mediante el despliegue de una serie de instituciones a lo largo y ancho del territorio nacional. Particularmente, en los territorios patagónicos, la preocupación del Estado se centró en el control de la población. Así, en su mayoría, la población indígena -sobreviviente a las campañas militares de finales de siglo XIX- se encuentra en esta nueva etapa incorporada a las diversas instituciones estatales. En este contexto, la escuela se posicionó como prioridad para el gobierno ya que se conformó como baluarte de los valores nacionalizadores necesarios para la construcción del modelo argentino. La Escuela Granja Hogar Ceferino Namuncurá (1937-1955) para niños indígenas constituye una experiencia única en el Territorio Nacional de Neuquén; su contexto fundacional; su condición urbana, entre otras cuestiones. Así, permite dar cuenta de la complejidad del sistema educativo en los territorios nacionales y sus adaptaciones en función de la población a la que se destinan estas políticas educativas. El trabajo toma como caso de estudio esta Escuela Granja y se propone analizar específicamente su importancia histórica en función de tres ejes analíticos y teóricos que dan cuenta de su condición nacionalizadora, asimilacionista y civilizadora.”
La investigación incluye el texto de una carta enviada por el entonces gobernador Pilotto al gobierno nacional donde se describe claramente el objetivo de esa institución: “Esta escuela, que se ocupará de la instrucción general de la niñez indígena del Territorio, tendrá por especial objeto enseñarles un oficio o profesión para que al egresar de ella, vuelvan a sus antiguos hogares educados y capacitados para, no sólo servirse a sí mismos, sino para orientar a los demás e infiltrarles, por reacción natural, mejores normas de vida, haciendo desaparecer la inercia y despreocupación que hoy les domina. Funcionará en principio, como ensayo, con sólo 30 alumnos. Podrá no obstante, llegar a albergar un importantísimo núcleo de jóvenes indígenas, que – encariñados con el trabajo, instruidos intelectualmente por la escuela del internado, con un espíritu renovado completamente, con principios sanos de moral y de higiene, y con sentimientos de fraternidad, sin odios ni rencores– al volver a sus tribus de origen no podrían adaptarse a vivir en la indigencia y que, por el contrario, reaccionarían en sentido favorable para levantar el nivel de vida de sus congéneres; o, fracasados en su intento, se apartarán para mezclarse con la civilización, procurando mantener ese bienestar que les ha brindado su paso por la escuela, bajo la tutela del Estado. Todo hace pensar, pues, que con este establecimiento se ha dado ya un importantísimo paso, en lo que respecta al problema indígena.”
La autora sostiene que “es desconocido el número final de alumnos que la Granja Hogar pudo albergar, sin embargo se tiene registro de al menos 150 niños que atravesaron esta experiencia educativa en los primeros 10 años de su funcionamiento, dando un indicio de que el número debió ser aún mayor en los años venideros. Es así un gran caudal de información vinculada a esta niñez indígena proveniente de las comunidades más reconocidas de diferentes localidades de la provincia”.
Y asegura que la función del establecimiento, en la llamada “integración” de niños mapuches “estaba signada por una serie de intentos de asimilación cultural, moral, física, política, económica, psicológica y pedagógica; siendo un dispositivo que actuaba en múltiples facetas de la pretendida normalización.”
A su vez, para garantizar la tarea “nacionalizadora” de esa porción de descendientes de pueblos originarios, “puede verse en diversos documentos institucionales la preocupación de los maestros y directivos por la concreción de los actos patrios y la incorporación de los saberes vinculados, tales como el idioma, las fechas, la historia, los símbolos, entre otros. De este modo, para los educadores de esta institución era una necesidad argentinizar a los niños indígenas y garantizar con ello que reprodujeran dicha pertenencia en sus comunidades”.
La investigación incluye también un documento sobre cómo se seleccionó al “alumnado”: “Se dirigió a los Comisarios de Policía Departamentales, para que de conformidad con los padres y caciques de los niños, seleccionaran a los más sanos y fuertes, con reales aspiraciones de progreso y gusto por el estudio, comprobando su origen netamente indígena y que descendieran de familias reconocidas”.
Se cita un párrafo de los objetivos fundantes de la escuela: “Desde 1935, el Gobernador Pilotto fue preparando los elementos necesarios a fin de asegurar el éxito de esta iniciativa suya exclusivamente de establecer una escuela de índole única en el país para dar forma a la idea de preparar a la niñez indígena para afrontar la vida en condiciones ventajosas respecto de sus antecesores” y que “para dar forma a la idea de preparar a la niñez indígena para que pueda afrontar la vida en condiciones ventajosas con respecto a sus antecesores, perfeccionando, a la vez a esa raza tan abandonada en los últimos tiempos”.
En la última parte del estudio, la autora sostiene que “referido a la misión asimilacionista de esta escuela, nos permite comentar que esta experiencia educativa -como tantas otras vinculadas a las poblaciones inmigrantes o indígenas- apuntan a eliminar diferencias culturales de cada pueblo y de cada individuo a fin de incorporarlos en una cultura única que es la nacional argentina. Sumado a ello, es la misma institución la que se encarga de categorizarlos detalladamente, construyendo analíticamente esas diferencias a fin de disolverlas a partir del proceso educativo.”
Excelente e interesante nota. Desconocía muchos de los datos. Comparto!
La deuda con los originarios la tenemos aun hoy, la política debiera tener este tema como uno de los impostergables para resolver