Los aviones ingleses hirieron de muerte al Bahía Buen Suceso donde estaba como marinero. Tras las muertes de la guerra, hace cuarenta años que da vida a las máquinas históricas de la Patagonia.
Entre un buque de carga bombardeado por aviones y una oxidada locomotora a vapor hay una sola similitud: Gabriel Asenjo. Cuarenta años atrás, en el ARA Bahía Buen Suceso, durante la guerra por la recuperación de nuestras Islas Malvinas. Hace unos meses, dándole máquina a su pasión: restaurar y volver a la vida a las antiguas locomotoras a vapor de nuestra Patagonia.
Hemos hablado con él varias veces y no son las manos engrasadas o el calor de la caldera lo que nos conmueve, sino el latido de cada una de las palabras que usa para poner en marcha cada una de las historias o los vericuetos que tiene una serpentina de metal para hacer andar la mole de hierro.
Lo encontramos en Río Gallegos (restaurando la máquina que unió Río Turbio con esa capital), en Buenos Aires (haciendo andar un locomóvil de 1902), en Ingeniero Jacobacci o Esquel, arreglando alguna Baldwin que encabeza la histórica “Trochita” o en la “Emperatriz” (impulsaba el tren presidencial), en Estación Pérez, Santa Fé.
En cada uno de esos lugares, además de las herramientas y la sabiduría del sistema que impulsa las locomotoras, también hay algo de lo que vivió en el buque argentino que fue bombardeado a fines de mayo de 1982 por aviones ingleses Sea Harrier, el traslado de la tripulación a la estratégica Península Camber frente a Puerto Argentino y luego en gomones, rescatado por el rompehielos Irizar.
Locomotoras a vapor
A los diez años sus padres lo llevaron a conocer La Trochita en Esquel y recuerda haber soñado con esa máquina a vapor. Cuarenta años después, le dedicó día y noche para volver a ponerla en marcha y hoy recorre ese suelo patagónico, con turistas y pobladores en sus vagones.
Cuando regresó de la guerra se ofreció a reconstruir la máquina a vapor que le dio nuevamente vida al legendario tren que recorre el trayecto entre Esquel, El Maitén y Nahuel Pan, en la provincia del Chubut.
En una de las entrevistas, Asenjo recordó que “desde muy niño mi sueño fueron las locomotoras, primero quería manejarlas pero finalmente las terminé restaurando”. Su primera experiencia fue con la locomotora marca Baldwin que impulsa actualmente la formación ferroviaria esquelense y luego con una segunda para esa misma Trochita. Y también salió a rodar la tercera máquina totalmente restaurada por Asenjo y un grupo de mecánicos y colaboradores que han incorporado esta pasión en los talleres del Ferrocarril Patagónico, en Ing. Jacobacci.
Además, Asenjo restauró la locomotora a vapor que impulsará el tren que une a las localidades de Río Turbio con Río Gallegos en Santa Cruz, otra en el vecino país de Chile y la histórica “Emperatriz” (impulsaba el tren presidencial), en Estación Pérez, Santa Fé.
En esa charla, también habló apasionadamente de la restauración de un “locomóvil” del año 1902 y que se comportaba como un motor a vapor, movible, para las tareas de trilla, cosecha, aserraderos, tornos, entre otras actividades laborales de aquellos años.
A bordo en Malvinas
En una excelente nota escrita por el periodista Javier Avena para el diario Río Negro, se cuenta que este hombre nacido en 1961, después de la prórroga para terminar de estudiar, entró al Servicio Militar Obligatorio. “Un año después, el mismo día que le tocaba la baja, la dictadura ocupó las Islas Malvinas. Entonces, al técnico mecánico egresado de la Enet N° 2 de San Martín que se disponía a volver a su casa en el Gran Buenos Aires, lo acuartelaron y terminó como marinero en el buque Bahía Buen Suceso”.
“Cuando la nave encalló en Bahía Fox tras ser atacada por aviones Sea Harrier, lo sumaron a las líneas de suministros de alimentos y armas. Pero tras quedar cortadas por los bombardeos británicos, lo trasladaron junto a sus compañeros de Marinería a la estratégica Península Camber frente a Puerto Argentino”.
“Lo integraron allí con los hombres más preparados de la Armada, esos que debían frenar a los comandos ingleses del SAS, aunque no estuviera formado para eso. Una mañana le preguntó a un superior por dónde creía que iban a venir. Nunca olvidó la respuesta: “Mire, pibe, si lo supiera lo pongo a usted ahí para que me alerte el ruido”.
“Al final se vinieron en gomones y recuerda cada detalle de lo que siguió: la tripulación del rompehielos Almirante Irizar, transformado en un hospital durante la guerra, había encendido todos los reflectores y desde su posición elevada en la Loma 4 observaba a los infantes del BIM 3 en la primera línea de defensa en la costa y a los del Ejército que bajaron las antiaéreas para apuntar hacia el mar”.
“Era la noche del 13 de junio de 1982 y estaba en un pozo de zorro con techo de chapa, con un fusil FAL que no le había enseñado a usar, dos cargadores y 70 proyectiles en los bolsillos, mientras las bengalas enemigas también iluminaban los combates y delataban posiciones y temía que las balas trazantes que se veían venir lo hirieran al rebotar contra las rocas y trataba de convencerse de que hay un más allá por si el destino marcaba el final. Como pudo, disparó: «Nos cagamos a tiros», dice. Esa madrugada, hace 40 años, se preguntó por primera vez en su vida qué carajo hago acá”.
“Entre las escenas que le quedaron grabadas de la guerra, recuerda dos del el 14 de junio de 1982, el día que terminaron los combates. Con el alto el fuego nadie supo bien qué hacer en los primeros momentos. Estaba con sus compañeros colimbas en la Loma 4 en Península Camber cuando pasó corriendo un oficial. «¿Qué hacemos señor?», le preguntó. «No se vos pibe, yo me rajo», le contestó”.
“Después junto a sus compañeros quedaron detenidos en el galpón de la carpintería con los efectivos del Batallón de Infantería de Marina N° 5, la elite de la Armada. “Entregamos las armas en la tranquera, ahí sacaron la famosa foto de la pila que salió en la revista Gente. Después, el jefe del BIM 5, hizo una arenga también famosa. “Les dijo que no se mezclaran con nosotros. No me ofendió. Se sentían superiores, diferentes. Y de hecho militarmente lo eran. Yo estuve ahí sin estar entrenado para combatir, sin haber disparado un FAL. La Argentina es así…”.