Son casi 70 mil hectáreas en el sur de la provincia de San Luis donde integrantes del pueblo originario llevan a cabo sus actividades, tienen sus viviendas, escuela, hospital y un aire de restitución que se respira a cada paso.
Sobre la típica geografía llana del centro-sur sanluiseño aparecen esas construcciones con techos de colores, recordando las formas de los antiguos toldos del pueblo-nación Ranquel. Hacía mucho tiempo que luego de escuchar de este lugar no me quería perder de conocerlo y allí llegamos para esta edición especial. Hablamos primero con María Cristina Vilches y luego con Juana Alcántaro, que nos contaron de su vida diaria, del sentirse parte de un pueblo milenario y además de las características que tiene este primer municipio indígena de la Argentina.
Hay que recordar que en el año 2007, el gobernador Alberto Rodríguez Saa dispuso la creación de esta comuna, en un espacio de unas 70 mil hectáreas y adonde se asentaron desde 2009 integrantes ranqueles o rankülches que llegaron de las comunidades de Villa Mercedes y de Justo Daract. A 200 km al sureste de la capital provincial y a 27 km al norte de la localidad de Batavia, se construyeron allí 24 casas o rukas con un estilo arquitectónico que simula la formas de las tolderías originarias en esa zona, además de un edificio escolar, un hospital y una plaza, entre otras edificaciones, incorporando la cosmovisión de este pueblo sobre la disposición circular de la vida en comunidad.
Ese año se sancionó en la legislatura provincial la Ley Provincial de Restitución de Tierras a las Comunidades Originarias de la Provincia. En su articulado, se reconoció “la preexistencia étnica y cultural de todas las comunidades originarias del territorio” y se estableció “la restitución de las tierras que históricamente les han pertenecido”.
Las diferentes investigaciones históricas indican que los ranqueles o rankülches habitan desde tiempos inmemoriales el Centro de la República Argentina, aproximadamente desde el Río Salado, Río Cuarto hasta Río Negro, al Este el Atlántico y al Oeste parte de Santa Fe, Córdoba, San Luis, Mendoza, hasta el Neuquén, lo que así está registrado desde aquella época y en los Tratados de Paz que la Nación Ranquel firmó con sucesivos gobiernos, desde Octubre de 1819 hasta el 24 de Julio de 1878.
La restitución de tierras incluyó además una mención explícita sobre la autodeterminación de la etnia al mencionar que los rankülches tendrán “su propia forma de organización, representación y funcionamiento, conforme a sus usos y costumbres, garantizándose el respeto a su identidad y sus derechos a desarrollarse como Comunidad Originaria en ese mismo territorio”.
Tanto María Cristina como Juana nos mostraron su orgullo por la pertenencia a este lugar a ese pueblo originario, hasta el punto de una profunda emoción y terminar abrazadas, lagrimeando. Es que entre el respeto y la charla profunda, no dejan de surgir esas emociones por lo que significa la vida allí, en el mismo lugar donde sus antepasados desarrollaron sus actividades hace cientos de años.
El silencio sobre esa vegetación de matorrales achatados, el horizonte sólo modificado a lo lejos por esos techos de colores con formas de los antiguos toldos, la presencia en la tarde de un acto de justicia para un pueblo milenario, están en este video donde hablamos y sentimos en lo más profundo de nuestro ser que estábamos ante un momento mágico.
Y ese cartel que lo dice todo: “Arrancaron nuestros frutos, cortaron nuestras ramas, quemaron nuestro tronco, pero no pudieron matar nuestras raíces”.
Espero que les guste esta visita y será ¡¡HASTA LA PRÓXIMA!!.