Este mes comenzó la época de caza en países como Noruega, Islandia, Dinamarca y Japón, ante el llamado del mundo para que cesen con esta práctica. ¿Es para consumo humano? Mirá en la nota para qué usan la carne.
Un llamamiento mundial para el cese de la matanza de ballenas y delfines con fines comerciales fue desoído por países como Noruega, Islandia, Dinamarca y Japón, que comenzaron este mes con esta práctica en sus aguas jurisdiccionales. Mientras en la Patagonia la llegada y la presencia de ballenas es celebrada por la comunidad y la ciencia, además de ser uno de los elementos centrales del turismo en provincias como Chubut, en otros lugares se avanza sobre las poblaciones con fines de comercio.
La caza de ballenas de varias especies han sido tradicionales en los países nórdicos de europa y en la región de Asia, especialmente porque antiguamente se consumía en forma masiva su carne, se aprovechaba su aceite como combustible y su grasa para diversos usos cosméticos, entre otros.
Es más: en el territorio argentino de las Islas Georgias o San Pedro, se ubicaron ocho factorías balleneras que cazaban, procesaban y enviaban a Europa y Japón esos productos. Luego todo ese trabajo de caza, despostación, procesamiento, enfriado y transporte comenzó a hacerse directamente en grandes buques, por lo que las estaciones balleneras dejaron de ser útiles para las empresas internacionales. Capitales noruegos fueron quienes invirtieron en esas grandes factorías balleneras de Georgias o San Pedro.
El avance de los estudios sobre la población de las distintas especies de ballenas en el mundo, las características en cuanto a su rol en el ecosistema marino, su aporte a detener el cambio climático y la generación de alternativas para los usos que se le daban a la caza de ballenas, hizo que se frenara esa matanza indiscriminada.
No obstante, hay países donde los intereses económicos han pesado más que los científicos o humanitarios. En este sentido, un tratado internacional sobre la detención de matanza de ballenas, realizado en 1986 por la Comisión Ballenera Internacional (CBI) fue el eje central para detener esta industria destructiva de los ecosistemas marinos, aunque hay países que se apartaron de la CBI y desoyeron la llamada “moratoria” para todas las especies de ballenas en el mundo. Un informe oficial de la entidad señaló que durante todo el siglo XX se mataron alrededor de tres millones de ballenas.
No obstante el acuerdo mundial de 1986, la “moratoria de la caza comercial de ballenas” no dio resultado en países como Noruega (hay una caza de unos 600 ejemplares por año), otro tanto en Finlandia y en Japón, adonde se enarbola la “caza científica” para ocultar los fines comerciales.
Para qué la carne
La industria comercial de la caza de ballenas se fue asentando en argumentos como la utilización del aceite, de la grasa y de la carne para el consumo humano. Tradiciones alimentarias en el norte de Europa y en Asia dieron lugar a los procesamientos de derivados y montaron verdaderos imperios económicos que incluían en esa cadena a flotas pesqueras, industrias procesadoras y una larga línea de comercialización en todo el mundo.
Actualmente, esos fundamentos han caído por el impacto negativo que generaron, por el avance de la ciencia sobre su estudio y también por el desarrollo de alternativas de esos usos que se hacían en otros tiempos.
Pero el duro golpe que recibió el imperio económico basado en las ballenas, también generó otras alternativas para mantenerse en pie. En Noruega, Finlandia y Dinamarca, la carne de ballena es utilizada hoy básicamente para dar sustento a la industria de los alimentos procesados para perros. Informes oficiales dan cuenta de la caída abrupta del consumo humano y del rechazo que se advierte en las nuevas generaciones. No obstante, poco se difunde la utilización de carne y harinas derivadas de ballenas para el procesamiento de los alimentos balanceados para mascotas.
Con ese fin comercial, el gobierno noruego capturó 503 ballenas minke en el año 2020 y en 2021 aumentó los esfuerzos de captura para llegar a los 575 ejemplares, dados a conocer como cifra legal y oficial, aunque se estima que sería mayor ese número a través de empresas privadas que no dan a conocer sus capturas.
A principios de este año, la Unión Europea sumó una declaración en la Comisión Ballenera Internacional de queja ante el gobierno autónomo de las islas Feroe y las autoridades de Dinamarca (país del que depende este archipiélago situado entre Islandia y Noruega) por la captura masiva de cetáceos (delfines de flanco blanco y ballenas piloto, principalmente).
El desencadenante de la protesta fue la captura y muerte de 1428 delfines el 12 de septiembre del año pasado, una cifra récord en esta actividad que los habitantes de Feroe consideran una tradición, antiguamente justificada como fuente de alimentación local.
El primer ministro danés Bárður á Steig Nielsen trató de calmar las críticas internacionales anunciando que su gobierno había decidido «iniciar una evaluación de la regulación sobre la captura de delfines de flancos blancos». La limitación de capturas (en ningún momento se ha propuesto la prohibición total) podría afectar también al calderón común o ballena piloto (Globicephala melas).
En los mares patagónicos la ballena austral es una especie que es estudiada y preservada por organismos científicos y gubernamentales, pero además cuenta con el trabajo de hace muchos años del Instituto de Conservación de Ballenas. En esta página se puede profundizar en el tema, los estudios realizados en la Patagonia y por qué se conmemora el 23 julio en todo el mundo el Día Internacional contra la caza de la ballena (https://ballenas.org.ar/por-que-respetar-la-vida-de-las-ballenas/).