En el vasto escenario de la historia de la ciencia, pocas figuras destacan con la magnitud de Sir Isaac Newton. Sin embargo, para comprender completamente su grandeza, es esencial retroceder en el tiempo y recordar a los precursores relevantes de su obra: Nicolás Copérnico, Galileo Galilei y Johannes Kepler.
En el siglo XV, la concepción del mundo estaba dominada por la teoría geocéntrica, que afirmaba que la Tierra estaba en el centro del universo y que todos los cuerpos celestes giraban a su alrededor.
Copérnico desafió esta creencia al presentar el modelo heliocéntrico, que propuso que el Sol estaba en el centro del sistema solar y que los planetas, incluida la Tierra, orbitaban alrededor de él. Sin embargo, en su época, esta teoría era principalmente una idea conceptual respaldada por cálculos matemáticos, pero no estaba respaldada por evidencia empírica sólida.
Galileo Galilei, por otro lado, jugó un papel importante al desarrollar la tecnología necesaria para confirmar experimentalmente la teoría heliocéntrica de Copérnico. Su invención y uso del telescopio fueron fundamentales para realizar observaciones detalladas del cielo y reunir evidencia que respaldara dicho teoría.
Luego, Johannes Kepler, matemático y astrónomo alemán, aportó precisión al modelo heliocéntrico al demostrar que las órbitas de los planetas eran elípticas en lugar de circulares, como se creía anteriormente. Sus leyes del movimiento planetario proporcionaron una base sólida para futuras investigaciones.
Isaac Newton en el siglo XVII, a través de sus célebres ecuaciones, desempeñó un papel fundamental en la transformación de nuestra comprensión de las leyes naturales y la física. Su genialidad radicó en la capacidad de traducir los fenómenos del mundo real en un lenguaje matemático preciso. Convirtió leyes físicas en ecuaciones.
El 15 de febrero de 1676 Newton escribió a Robert Hooke una carta en la que decía: » Si he logrado ver más lejos, ha sido porque he estado de pie sobre hombros de gigantes». La cita resalta la importancia del reconocimiento y la gratitud hacia aquellos que allanaron el camino en la búsqueda del conocimiento, es decir a quienes nos precedieron. Un recordatorio poderoso de la humildad y la importancia de construir sobre el trabajo de otros en el avance de la ciencia, que puede aplicarse a una variedad de ámbitos fuera de la ella, ya que transmite un mensaje universal sobre el aprendizaje, el progreso y el reconocimiento de las contribuciones previas.
En educación, en los negocios, en el arte, en la tecnología, o en cualquier ámbito de la vida, la frase de Newton enfatiza la idea de que el progreso a menudo se debe a la capacidad de aprender de lo que otros han hecho antes. Representa la importancia de reconocer y valorar las contribuciones anteriores, de construir sobre ese conocimiento y experiencia, para avanzar. El trabajo de Newton habría sido imposible sin estos gigantes a los que recordaba, Copérnico, Galileo, y Kepler.
Dedicó años al estudio de sus trabajos. Tenía gran interés por todo lo que ocurría en el universo, tan grande que creó un telescopio revolucionario, el telescopio refractor, también conocido como telescopio newtoniano en su honor. Se ha usado durante siglos y se sigue usando.
La relación entre el movimiento elíptico de los cuerpos celestes, tal como lo describía Kepler, y la fuerza de atracción, planteaba una de las interrogantes más desafiantes para los científicos de la época. Fue en medio de una tranquila taza de té cuando Newton, compartiendo sus pensamientos con Edmund Halley, el famoso astrónomo, reveló que había resuelto esta cuestión mucho tiempo atrás. Como al pasar mencionó que con una fuerza que varía en función del inverso del cuadrado de la distancia, se podía demostrar la existencia de estas órbitas. La sorprendente simplicidad con la que lo explicó, dejó a Halley sorprendido.
Newton le propuso a Halley que visitara su hogar, donde tenía documentadas las fórmulas necesarias. Estaba dispuesto a compartir sus conocimientos de manera generosa. Esta anécdota refleja la naturaleza humilde pero trascendental de Newton en su contribución a la comprensión del mundo.
Halley se dirigió rápidamente a casa de Newton, pero los documentos parecían haberse extraviado. Sin embargo, Newton, confiado y sereno, le dijo: «Si querés, puedo volver a escribirlo». Su colega Halley lo alentó diciendo: «Dale, escribí todo lo que sabés, lo necesitamos».
Newton se puso a trabajar y produjo un pequeño libro que tituló «Philosophiæ Naturalis Principia Mathematica». Principia para los amigos. Esta obra es tan revolucionaria como la teoría general de la relatividad.
Las matemáticas necesarias para escribir este libro simplemente no existían. Y Newton las tuvo que inventar. Su respuesta fue nada menos que inventar el cálculo integral. Se dio cuenta de que necesitaba una forma de describir cómo la gravedad afectaba a los objetos en movimiento y cómo las fuerzas variaban con el tiempo y la distancia.
En esencia, Newton creó un nuevo lenguaje matemático que permitió traducir conceptos abstractos en ecuaciones precisas. Esta invención no solo fue un logro en la historia de las matemáticas, sino que también se convirtió en una herramienta esencial para la física y la ciencia en general. Para ser justos, Leibniz estaba desarrollando también el cálculo diferencial de manera independiente y simultánea a Newton, sin tener conocimiento de los trabajos de este último en la misma área.
Newton entendió que sus contribuciones eran posibles porque tenía acceso al conocimiento acumulado por otros. Copérnico, Galileo, Kepler y muchos científicos visionarios allanaron el camino para que él llevara a cabo sus trabajos. Su mensaje resalta la gratitud hacia aquellos que le precedieron, y nos recuerda que los aportes de hoy en todos los campos, se basan en el conocimiento y las ideas de quienes vinieron antes que nosotros. No debemos olvidar que estamos de pie sobre los hombros de gigantes.